Navegar con tormentas...

Queridos amigos:
 
Esta es mi predicación del 11 de agosto de 2002, Domingo XIX del Tiempo Ordinario, en el Hogar Marín y en la Parroquia Santo Domingo de Guzmán. Me basé en estas frases de la Escritura:

 
1. ¿DÓNDE ESTÁ DIOS? A VECES NOS PARECE QUE SE ESCONDE JUSTO CUANDO MÁS LO NECESITAMOS...
 
En realidad, Dios nunca se esconde. Pero con Dios nos pasa a veces lo mismo que nos pasa con los anteojos: basta que los necesitemos, para que no sepamos dónde buscarlos... Lo mismo nos pasa también muchas veces con las llaves del auto, siempre están colgadas "donde corresponde", salvo cuando estamos apurados. Con Dios nos pasa también así: a veces lo buscamos apurados, pero no lo encontramos, o porque lo buscamos mal, o en el lugar equivocado...
 
Por ejemplo, en estos días, mientras se acercan las elecciones, alguno está pensando que conviene aprovechar y que "se vayan todos", que se haga una votación por todos los cargos electivos así nos sacamos de una vez de encima a todos los que antes fueron votados. Ese podría desear que Dios fuera como un viento huracanado, y de un solo soplo se llevara a todos los políticos, permitiéndonos empezar de nuevo de cero. Pero Dios no aparece así, como un viento huracanado, llevándose todo lo que nos molesta de un plumazo... Otro podría pensar que sería bueno que Dios apareciera como un terremoto, y que de repente se abriera la tierra hasta el fondo, y se tragara a todos los ladrones, ya sean de bancos o de gallinas, de autos o de impuestos. Pero Dios tampoco aparece como un terremoto, casi todo lo contrario: El profeta Elías tuvo que aprender a descubrirlo en una brisa suave...
 
Puede ser que a veces no nos demos cuenta de la presencia de Dios, sobre todo cuando llega la oscuridad y se pone tormentosa nuestra vida, cuando se hace dura la marcha y las contrariedades son tantas que perdemos la claridad y la calma, y quizás hasta dejamos de ver no sólo desde dónde venimos, sino también hacia donde vamos. Pero Dios no falta nunca, si está siempre, especialmente no falta a la hora de las tormentas...
 
2. JESÚS VIENE A AQUIETAR LOS MIEDOS CUANDO HAY TORMENTAS...
Como a los apóstoles, seguro que hay tormentas que también nos asustan. En el estudio, en la salud, en la vida personal y afectiva, en nuestra vida familiar y en nuestra vida social, incluso en nuestra fe, no sólo hay nubarrones que dejan por momentos todo oscuro, sino que también hay verdaderas tormentas, en las que no para de caer agua o piedra, y en las que hasta deja de verse el horizonte.
 
Aparecen tormentas que nos dan miedo y nos paralizan, nos dejan desorientados y sin saber qué hacer. También aparecen tormentas que arrasan con todo. A veces perdemos la calma, otras veces perdemos las ganas, otras el rumbo, e incluso a veces, como quien no se da cuenta, distraídamente, va pasando el tiempo, y llegamos a perder también la fe...
 
Lo que importa es que nos demos cuenta que Jesús siempre está en la tormenta. No hace falta la audacia y el atropello de Pedro, que se lanza al agua para caminar hacia Jesús, quizás tan confiado en sus propias fuerzas, que no tarda en volver al miedo y empezar a hundirse. La presencia de Jesús a veces es silenciosa, pero siempre está, haciendo lo que hace falta. Jesús está marcando el rumbo, está sosteniendo la marcha, está recordando la meta y empujando hacia ella... Basta levantar la mirada, para darse cuenta que viene a nuestro encuentro en cada encrucijada. Basta lanzar hacia Él nuestro grito, y poner en Él toda nuestra confianza, para encontrar que siempre trae calma a nuestra barca, si lo recibimos con fe.
 
3. CON JESÚS EN LA BARCA SE CALMAN TODAS LAS TORMENTAS... Jesús no sólo viene a nosotros caminando sobre las aguas. En realidad, la suya es nuestra barca, y nos ha invitado a navegar con Él. Nos acompaña en toda la marcha, porque nos quiere para siempre junto a Él.
 
Podrán seguir viniendo muchas tormentas en nuestro estudio, en la salud, en la vida personal y afectiva, en nuestra vida familiar y en nuestra vida social, incluso en nuestra fe, pero con Jesús vendrá también la calma. Él nos ha hecho para el Cielo, y calma todas las tormentas, para que, mientras vamos de camino, nada ni nadie puedan nunca separarnos de Él...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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