Queridos amigos:
Esta es mi predicación del 4 de agosto de 2002, Domingo XVIII del Tiempo
Ordinario, en el Hogar Marín y en la Parroquia Santo Domingo de Guzmán. Me basé
en estas frases de la Escritura:
- ¡Vengan a tomar agua, todos los sedientos, y el que no tenga
dinero, venga también! Coman gratuitamente su ración de trigo, y sin
pagar, tomen vino y leche. ¿Por qué gastan dinero en algo que no alimenta
y sus ganancias, en algo que no sacia?... Yo haré con ustedes una
alianza eterna, obra de mi inquebrantable amor... (Isaías 55, 1-3)
- ¿Quién podrá entonces separarnos del amor de Cristo?... Porque tengo
la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los
principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales,
ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá
separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro
Señor (Romanos 8, 35.38-39).
- Jesús les dijo: «No es necesario que se vayan, denles de
comer ustedes mismos». Ellos respondieron: «Aquí no tenemos más que cinco
panes y dos pescados»... Y después de ordenar a la multitud que se
sentara sobre el pasto, tomó los cinco panes y los dos pescados, y
levantando los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes,
los dio a sus discípulos, y ellos los distribuyeron entre la multitud
(Mateo 14, 16-17.19).
1.
EL ALIMENTO ES UNA NECESIDAD VITAL Y COTIDIANA... No hay energía, y se apaga la
vida, sin alimento. siempre fue así, aunque hoy le prestamos más atención, hasta
científicamente. Todo está medido: las calorías que consumimos, las que gastamos
(y la consecuente diferencia, que es lo que acumulamos, sobre todo a partir de
cierta edad, formando los salvavidas que suelen aparecer, a la altura de la
cintura y en otros lugares estratégicos, justo donde no queremos que
aparezcan...).
Puede faltarnos la televisión (de hecho, hay muchos que no la tienen...),
puede ser que no podamos comprar el diario, puede faltarnos el cine (seguramente
hay muchos que nunca fueron...), puede faltarnos la computadora (que, por otra
parte, tiene un porcentaje muy pequeño de la población...), puede faltarnos el
acceso a Internet (el porcentaje que lo tiene es aún menor...), y no nos está
faltando nada vital, por importante que parezca, pero no podemos vivir, si nos
falta el alimento.
Y así como la vida es un don de Dios, que todos estamos llamados a cuidar,
también es un derecho que viene de Dios el derecho al alimento
necesario. Dios nos ha dado como casa un mundo en el que, con el trabajo
del hombre, no faltan alimentos, y sin embargo, paradójicamente, hay
millones de niños y de adultos que mueren de hambre. ¿Por qué?
2.
DIOS PONE EN NUESTRAS MANOS EL PAN QUE NOS HACE FALTA...
Así sucede en la multiplicación de los panes. Dios hace lo suyo, para que a
nadie falte el pan. A partir de los cinco panes y dos peces con los que cuentan,
los multiplica y los pone en manos de los apóstoles, para que trabajen
llevándolos a todos... De la misma manera, Isaías nos hace oír la invitación de
Dios para que nadie se quede sin comer y sin beber lo necesario, aunque no tenga
dinero, asombrándose de los que gastan la plata en algo que no alimenta...
Comer no es un lujo para los que pueden pagarse la comida. Otras cosas
podrán ser lujos, pero nunca el alimento. Esto, en la Argentina empobrecida en
la que vivimos, en la que viajar ya no es tan fácil como antes (más o menos 3,7o
veces más difícil), en la que a todos nos resulta necesario ajustar nuestros
gastos y distinguir con claridad lo que es primero y lo urgente de lo que
ha pasado a ser secundario, hay que tomar conciencia que para algunos no se
trata ya de no poder alcanzar cosas más o menos prescindibles, sino de la lucha
cotidiana por la subsistencia, por el alimento.
Nada puede separarnos del amor de Cristo, nos dice San Pablo. De ese amor
proviene este don inapreciable, por el que nosotros comemos todos los días y no
nos falta el alimento. Pero ese mismo amor, del que nada nos puede separar, nos
apremia...
3.
DIOS NOS LLAMA A COMPARTIR EL PAN, PARA QUE A NADIE FALTE EL ALIMENTO... Esto
sucede siempre, pero podemos estar seguros que, ahora más que nunca, nuestra
fidelidad al amor de Dios reclama esta decisión profundamente cristiana y
apostólica, de ayudar a Jesús a repartir el pan que Él multiplica para que coman
todos sus hijos. Quizás incluso tengamos que privarnos de algo que no es vital,
para que gracias a un amor que nos comprometa hasta las entrañas, a nadie falte
el alimento. Y con el gesto austero de no desperdiciar nada, sepamos "recoger
los restos", como los apóstoles, y aprovechar todo para que a todos llegue el
alimento...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: