Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de hoy, 28 de julio de 2002, Domingo XVII del
Tiempo Ordinario, en el Hogar Marín. Me basé en las siguientes frases de las
lecturas de la Misa de hoy:
- Soy apenas un muchacho y no sé valerme por mí mismo... Concede
entonces a tu servidor un corazón comprensivo, para juzgar a tu pueblo,
para discernir entre el bien y el mal. De lo contrario, ¿quién
sería capaz de juzgar a un pueblo tan grande como el tuyo? (1 Reyes 7 y
9).
- Sabemos, además, que Dios dispone, todas las cosas para el bien de
los que lo aman (Romanos 8, 28).
- El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo;
un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende
todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece
también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al
encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró
(Mateo 13, 44-46).
1.
CUANDO SE PIERDE LA ESPERANZA SE VIVE SIN ALEGRÍA Y SIN ILUSIÓN... Así es como a
veces vamos por la vida caminando con la mirada y las comisuras de los labios
hacia abajo, y con los brazo caídos...
A veces esto viene con los años. De tanto pasar por fracasos y
desilusiones, vamos renunciando a la posibilidad de que las cosas puedan ser
mejor, y podemos acostumbrarnos a pensar que "el mundo es así" y nada va a
cambiar por mucho que hagamos. Si nos quedamos mirando hacia atrás, hacia el
pasado, podemos ver más fracasos que conquistas, y corremos el riesgo de bajar
los brazos y vivir abatidos, pesimistas y amargados, transmitiendo además a
todos los que nos rodean nuestra propia desilusión.
Pero puede suceder también con los jóvenes. Miremos por ejemplo lo que pasa
en nuestra patria. Salvo algunas honrosas, meritorias y alentadoras excepciones,
hoy son muchos los que no tienen ningún interés por la "cosa pública", el bien
de todos, de la "polis" (la ciudad, los ciudadanos), de la política. Han visto
tantas cosas que desilusionan, que pueden llegar a pensar, como algunos mayores,
que las cosas no tienen mucho arreglo, siempre vamos a ser como somos, vamos a
hacer lo que hacemos, y vamos a estar como estamos, de modo que no vale la pena
ni interesarse ni ocuparse de pensar algo mejor...
En todo caso, cuando perdemos la esperanza, y con ella la alegría y la
ilusión, en realidad está pasando con nosotros algo más grave: se nos ha perdido
algo de Dios, algo que siempre viene de la mano de Dios y que Él siempre siembra
entre nosotros... Dios, que nos ha acompañado siempre en el pasado (también
cuando nos parecía ausente), y está siempre con nosotros en el presente, nos
espera en lo que viene, y eso nos impulsa a levantar la mirada, a mirar hacia
adelante, para poder encontrarlo...
2.
SIEMPRE APARECE EL REINO DE DIOS, Y NOS RECLAMA TODO NUESTRO AMOR... Siempre
aparece Dios en nuestra vida, y quiere reinar en nosotros y entre nosotros. A
veces aparece de sorpresa, sin que lo estemos buscando especialmente, como
cuando el hombre de la parábola se encuentra un tesoro enterrado en un campo.
Aparece a través de una palabra, un gesto fraterno, de un reclamo o de una
necesidad con la que alguien reclama nuestra atención. Otras veces aparece
porque lo hemos estado buscando con insistencia y perseverancia, como cuando el
negociante que buscaba perlas finas finalmente encuentra la que siempre esperó.
Muchas veces, de una y otra manera, con impaciencia y hasta con queja, cuando
nos ha parecido que se escondía y nos rehuía, sin responder a nuestros reclamos
y oración, hemos estado buscando a Dios...
Siempre aparece, al punto que lo único que podemos estar seguros del día de
mañana es que la providencia de Dios precederá al sol... Pero cuando aparece,
reclama todo nuestro amor. Hace falta venderlo todo para comprar el campo donde
está el tesoro o para adquirir la perla que se buscaba, y de la misma manera hay
que desprenderse de todo para atesorar el Reino de Dios, para llenarse de su
presencia cuando aparece, es decir, todos los días de nuestra vida, "a la vuelta
de la esquina"... Es necesario desprenderse de todo y quedarse con Dios, para
poder apostar a la alegría y a la esperanza, tomados de su mano...
3.
SE VIVE CON ESPERANZA CUANDO SE CONFÍA EN EL AMOR DE DIOS... Cuando estamos
dispuestos a tener en Dios el único amarre que nunca querremos soltar, el único
fundamento al que nunca querremos renunciar, entonces revive la esperanza, y con
ella la alegría y la ilusión.
Podremos de esa manera sabernos en manos de Dios. ¿Y en qué mejores manos
nos podremos poner? Nos dice San Pablo que Dios dispone todas las cosas para el
bien de los que lo aman. Puestos en sus manos, estamos en manos muy
seguras, como familia, como Iglesia, y también como nación.
De esta manera, es posible que salga lo mejor de nosotros, para ayudar a
construir también un futuro mejor. no hay pasado que pueda amargarnos tanto que
no nos permita seguir poniendo lo mejor que el mismo Dios siembra en cada uno de
nosotros, si confiamos en el amor de Dios...
Desde el Domingo próximo, además de la Misa en el Hogar Marín a las 11
horas, celebraré también, Dios mediante, la Misa de 19:30 horas en la
Parroquia Santo Domingo de Guzmán, Acassuso, diócesis de San Isidro, Argentina.
Trataré de enviar la predicación entre una Misa y otra, y en caso de no alcanzar
a hacerlo, la enviaré antes de que termine el día...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: