Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de hoy, 30 de junio de 2002, Domingo XIII del
Tiempo Ordinario. Me basé en las siguientes frases de la Escritura:
- Ella dijo a su marido: «Mira, me he dado cuenta de que ese que
pasa siempre por nuestra casa es un santo hombre de Dios. Vamos a
construirle una pequeña habitación en la terraza; le pondremos allí una
cama, una mesa, una silla y una lámpara, y así, cuando él venga, tendrá
donde alojarse» (2 Reyes 4, 9-10).
- Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, par que así
como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos
una Vida nueva (Romanos 6, 4).
- Dijo Jesús a sus apóstoles: "El que ama a su padre o a su madre más que a
mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí,
no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El
que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la
encontrará" (Mateo 10, 37-39).
1.
CUANDO SE EMPRENDE UNA MARCHA, SIEMPRE HAY QUE ELEGIR... Y hay que elegir bien,
porque de eso depende que se pueda llegar a donde se quiera. Un bote de goma
puede servir para jugar en una pileta, a lo sumo para meterse en una laguna
tranquila, pero no sirve de nada si uno quiere conectarse con el mundo a través
de los océanos...
Todos estamos en una marcha, con bandera de largada el día de nuestro
nacimiento, y nuestra meta es el Cielo (donde todos queremos llegar, aunque
muchas veces sin apuro). También tenemos una meta como patria, como nación. Y en
horas cruciales como las que estamos viviendo, hay que elegir, no sólo cuando
llega el momento de votar, sino todos los días, y según sea nuestra elección,
será nuestra posibilidad de llegar a la meta buscada...
Podemos elegir la verdad, o la mentira, pero no las dos, porque donde entra
una no cabe la otra... Podemos elegir la paz o la violencia, pero no las dos,
porque la violencia destruye la paz... Podemos elegir el esfuerzo o la
comodidad, pero no las dos, porque la comodidad no nos permite hacer el esfuerzo
que necesitamos... Podemos elegir la justicia o la injusticia, pero no las dos,
porque se oponen... Podemos elegir la honradez (la honra) o la corrupción, pero
no las dos, porque la corrupción destruye la honra, propia y agena... Podemos
elegir la fe o la impiedad, pero no las dos, porque la fe, cuando la elegimos en
serio, baña toda nuestra vida...
Tenemos que elegir, y lo hacemos a cada paso, de modo que somos el fruto de
nuestras decisiones, no sólo el resultado inherte de lo que hacen los demás. Y
según elijamos, tenemos posibilidad o no de alcanzar la meta que
buscamos...
2.
JESÚS NOS INVITA A PONER EN ÉL NUESTRA CONFIANZA, DESDE LA CRUZ... Jesús es
nuestro Camino, Verdad y Vida, o, como dice San Agustín, Jesús es nuestro
Camino, porque de Verdad nos lleva a la Vida. Él tiene con qué reclamar nuestra
atención, y pedirnos nuestra confianza. Él pone por delante, cuando nos llama,
lo que Él mismo ha alcanzado: en la Cruz, venció a la muerte y el pecado, y nos
llama porque no está muerto, sino que ha resucitado.
Si elegimos a Jesús, ya sabemos que no habrá espacio para la mentira, o la
violencia, o la comodidad, o la injusticia, o la corrupción, porque con Jesús
estamos eligiendo la verdad y el coraje para defenderla, la paz y el compromiso
para construirla, la justicia y la pasión para sostenerla, el esfuerzo para
sostener con fidelidad nuestra elección a cada paso, la honradez (la
honra) y la firmeza para custodiarla, la fe y todas sus
consecuencias...
Por eso su invitación es exigente: nos espera una Cruz, a cada uno la
propia, porque no se vence al pecado y a la muerte de otro modo. Pero además, es
necesario una elección decidida, porque quien quiera a sus padres o sus hijos
más que a Jesús, tarde o temprano se quedará por el camino, no llegará a la
meta.
3. Nosotros, que hemos tenido la gracia de conocer hace más o menos tiempo
a Jesús, además lo hemos conocido a través de sus trstigos inmediatos, y la
cadena ininterrumpida de los creyentes que llega desde los apóstoles hasta
nosotros a través de la Iglesia... Por eso nosotros, eligiendo la fe,
ELEGIMOS UNA BARCA DONDE SIEMPRE ESTÁ JESÚS...
En ella vamos juntos hacia la meta, invitando a todos los que quieran
subirse a ella. En cada diócesis tenemos un Obispo conduciendo el timón, y Juan
Pablo II hoy, y sus sucesores mañana, llevan el de toda la Iglesia. Puede ser
que en esta barca a veces algunos trabajen (ver en el dibujo los que sostienen
las velas y los que avistan el horizonte), y otros sólo hablen y critiquen
(ver los que toman mante en la proa...). Sin embargo, en esta barca todos
tenemos una función y una tarea insustituible, en esta Iglesia que hoy en
Argentina hace un trabajo incansable, aún con el riesgo de ser malentendida,
sentándose a la Mesa del Diálogo Argentino, para ayudar con la Palabra de Jesús
a encontrar entre todos los caminos que nos lleven al encuentro y alejen una vez
más de los corazones de todos el cruel e impiadoso fantasma de la
violencia...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: