Jesús quiere
reunir a todos en el Banquete...
Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de hoy, 9 de junio de 2002, Domingo X del
Tiempo Ordinario. Me apoyé en las siguientes frases de las lecturas
bíblicas de la Misa del día:
- Yo quiero amor y no sacrificios, conocimiento de Dios más
que holocaustos (Oseas 6, 6).
- Esperando contra toda esperanza, Abraham creyó... El no dudó de la
promesa de Dios, por falta de fe, sino al contrario, fortalecido por esa
fe, glorificó a Dios, plenamente convencido de que Dios tiene poder para
cumplir lo que promete (Romanos 4, 18 y 20-21).
- Jesús vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de
recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme». El se levantó y lo
siguió. Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos
publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus discípulos. Al
ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: «¿Por qué su Maestro
come con publicanos y pecadores?». Jesús, que había oído, respondió: «No
son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos.
Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios.
Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores»
(Mateo 9, 9-13).
1.
TODOS ESTAMOS ENFERMOS, PERO SOBRE TODO DE MUCHAS MISERIAS DEL CORAZÓN... Dicen
que después de los cuarenta, si uno se desperta y no le duele nada, es que ya se
ha muerto... Pero en realidad, eso vale también antes de los cuarenta, y lo que
más duele no es el cuerpo, sino el alma, si tenemos sensibilidad para que nos
duelan nuestros pecados. Es cierto que es mucho más fácil ver lo que hacen mal
los demás, y se nos levanta fácil el dedo acusador, sobre todo en tiempos de
sosobra como los que vivimos. Pero también es cierto que no sólo los demás
tienen miserias que podemos acusar. También cada uno de nosotros sabe en qué ha
sido medio pirata, por acción o por omisión, de modo que todos tenemos algo de
qué dolernos, y sobre todo, de qué arrepentirnos, algo que, si nos fuera posible
volver atrás, ahora haríamos de un modo distinto... De todos modos, no estamos
perdidos, porque Jesús tiene debilidad por los pecadores,
2.
SOMOS SUS ELEGIDOS, JESÚS LLAMA AL QUE NECESITA SU PERDÓN... Cuando descubrimos,
reconocemos y asumimos nuestras miserias, con corazón arrepentido y dispuesto a
levantarnos de la postración en la que nos dejan, somos elegidos especialmente
por Jesús. Él no ha venido para los que están sanos, para los limpios e
impecables, sino para los que necesitamos su perdón.
Esto nos permite cofirmar de una manera contundente, pero quizás de un modo
distinto al que suele entenderse, que Dios "es argentino". En nosotros puede
encontrar mucha miseria y pecado, como en Mateo, recaudador de impuestos que
seguramente "robaba para la corona" romana y para su bolsillo, pero eso no lo
asusta sino todo lo contrario, Dios puede querer ponerse nuestra "camiseta",
justamente porque estamos muy necesitados de perdón.
Si tenemos en cuenta que el "capital", según Juan Pablo II, no es más que
"trabajo acumulado", no caben dudas que las exageradas diferencias que se dan en
el mundo, y de una manera patente en nuestra patria, entre las miserias de
muchos y las riquezas acumuladas de otros, nos hablan de un injusticia, a la que
no es fácil poner nombre propio, pero que sin duda reclaman una más justa
distribución entre cargas y beneficios.
En el Banquete al que todos aspiramos, habrá una sola mesa. Tendremos que
sentarnos juntos todos los invitados que hayamos aceptado la invitación. Ese
Banquete, que es el Cielo, al que todos queremos llegar aunque parece que nadie
tiene apuro, reclama poder sentirse a gusto con cualquiera que se siente al
lado...
3.
JESÚS QUIERE REUNIR A TODOS EN EL BANQUETE DE DIOS... Por eso, no se trata,
mientras vamos de camino, de hechar las culpas a unos, y enemistarnos con otros,
de acusar a los que nos parecen más culpables, y razgar nuestras vestiduras ante
los que no quisiéramos tener sentados al lado. Como Mateo, muchos "piratas"
pueden cambiar de rumbo para seguirlo a Jesús y llegar a su Mesa. A nosotros nos
toca reconocer nuestras miserias, suplicar su misericordia, y siendo testigos de
su perdón, ayudar a que todos se encuentren con este don.
Tengamos en cuenta que no es para nosotros el Cielo, si pensamos que hay
que excluir de ese lugar a alguno según nuestro criterio y medida... Porque
puede ser que Jesús haya reservado para él justo el lugar que nos queda al
lado... Por lo tanto, mientras vamos de camino, es bueno que ejercitemos con
todos, por las dudas, la misma misericordia que a todos ofrece Dios...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: