Cargados de esperanza...

Queridos amigos:

Esta fue mi predicación del 14 de abril de 2002, Tercer Domingo de Pascua. Me apoyé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:

  1. A Jesús de Nazaret, el hombre que Dios acreditó ante ustedes realizando por su intermedio los milagros, prodigios y signos que todos conocen, a ese hombre que había sido entregado conforme al plan y a la previsión de Dios, ustedes lo hicieron morir, clavándolo en la cruz por medio de los infieles. Pero Dios lo resucitó, librándolo de las angustias de la muerte, porque no era posible que ella tuviera dominio sobre él (Hechos 2, 22-24).
  2. Ustedes saben que fueron rescatados de la vana conducta heredada de sus padres, no con bienes corruptibles, como el oro y la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo (1 Pedro 1, 18-19).
  3. En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido. Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos. Pero algo impedía que sus ojo lo reconocieran... Jesús les dijo: «¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No será necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?» Y comenzando por Moisés y continuando en todas las Escrituras lo que se refería a él... Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista. Y se decían: «¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?» (Lucas 24, 14-16. 25-27. 30-32).

 
1. HOY ES FÁCIL SENTIR TRISTEZA, DESILUSIÓN Y DESESPERANZA... De un día para otro, la Argentina que podía parecer pujante y sólida, aparece paralizada y tambaleante. Una misteriosa fuerza centrífuga parece empujarnos hacia el abismo y la desesperación.
 
Sin embargo, nada de esto sucede de un día para el otro. La desilusión sólo es posible si vivimos de una ilusión, y la esperanza sólo aparece si hemos perdido una esperanza que nos sostenía. Lo mismo le pasaba a los discípulos de Emaús, que se alejaban de Jerusalén, donde había quedado la comunidad creyente, tristes, desilusionados y desesperanzados, porque primero creyeron que Jesús iba a salvarlos, y después lo vieron muerto y enterrado...
 
2. Pero Jesús no estaba muerto, sino resucitado. Se acercó y caminó con ellos, y mientras ellos hablaban y discutían sobre lo que había sucedido, Él los hizo abrir el corazón, así como también JESÚS SE ACERCA Y CAMINA CON NOSOTROS, PARA QUE LE ABRAMOS EL CORAZÓN, con nuestras desilusiones y tristezas, nuestras esperanzas fallidas...
 
Hace falta abrir el corazón para que se convierta en tierra fértil, en la que Jesús pueda sembrar con su Palabra y los Sacramentos. Y el mejor momento y lugar para hacerlo es cuando nos encontramos con Jesús en la Misa. Como a los discípulos de Emaús, en la Misa Jesús nos explica todo lo que se dice sobre Él en la Escritura (la Biblia), y llegados al momento culminante, hace a través del sacerdote el signo sacramental: bendice, parte y nos da su Pan.
 
Este es nuestro encuentro con Jesús en la Misa, como lo fue para los discípulos de Emaús, un encuentro que nos cambia la vida. ¿No arde nuestro corazón cuando nos da su Palabra? ¿Será que quizás estemos demasiado ocupados por otras cosas, y no alcanzamos a abrir el corazón, cuando nos encontramos con Jesús?
 
Jesús impide que vivamos de ilusiones y engaños. Sabemos que no es fácil el camino de la fe, que nos tocará soportar sufrimientos, como el mismo Jesús, para entrar en su gloria. Pero la certeza del encuentro con Jesús resucitado en cada Misa anima nuestra esperanza en este camino hacia el Cielo, que comenzó el día de nuestro Bautismo.
 
3. DEL ENCUENTRO CON JESÚS EN LA MISA, VOLVEMOS A LA VIDA CARGADOS DE ESPERANZA... El encuentro con Jesús en la Misa no es un paréntesis aislado, que nos lleva a un mundo de fantasía o a un refugio en el que escapamos de las tristezas y desilusiones de cada día.  Del encuentro con Jesús volvemos a la vida llevando certezas y esperanza. Certezas: Jesús está vivo, y acompaña nuestra marcha; esperanza: llegar a la meta, en el Cielo. Jesús resucitado nos muestra que Él puede más que el dolor y que la muerte, que camina con nosotros, y que no hay sufrimiento inútil, si se pone la confianza en el Autor de la Vida...
(La foto muestra a Juan Pablo II celebrando la Misa en la Pascua de este año)


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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