Cuando hay piedras, hay que levantar la mirada...

Queridos amigos:
 
Aquí va mi predicación del 24 de febrero de 2002, Segundo Domingo de Cuaresma. Me apoyé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:
  1. El Señor dijo a Abram: "Deja tu tierra natal y la casa de tu padre, y ve al país que yo te mostraré"... Abram partió, como el Señor se lo había ordenado (Génesis 12, 1 y 4).
  2. Comparte conmigo los sufrimientos que es necesario padecer por Evangelio, animado con la fortaleza de Dios... Porque él destruyó la muerte e hizo brillar la vida incorruptible, mediante la Buena Noticia (2 Timoteo 1, 8 y 10).
  3. Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz... Se oyó una voz que decía desde la nube: «Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo»... Jesús se acercó a ellos, y tocándolos, les dijo: «Levántense, no tengan miedo» (Mateo 17, 1-2, 5)

 
1. ES FEO SENTIRSE ENCERRADOS, PERO ES TODAVÍA PEOR CUANDO NO SE VE LA SALIDA. Y nos sentimos encerrados no sólo cuando estamos entre rejas. También sucede cuando "duele" el sufrimiento, que se hace todavía más duro cuando parece inútil. O cuando estamos atrapados, con o sin corralito. Hoy en Argentina estamos así, estamos mal, y como no aparece en el horizonte ninguna salida fácil o inmediata, puede invadirnos el desaliento. Hay tantas piedras en el camino que nos hacen tropezar, que podemos quedarnos mirando sólo el piso, y así se hace lento, inseguro y amargo nuestro caminar.
 
2. Pero Dios nos llama, como a Abraham, a ponernos en marcha, hacia una tierra prometida. Somos peregrinos, en marcha hacia la Casa paterna, hacia el Cielo. Y, como nos dice San Pablo, hace falta sufrir por tomarse en serio esta Buena Noticia, el Evangelio. En ese sufrimiento, nos sostiene la fortaleza de Dios.
 
CUANDO SE ACERCA LA CRUZ, JESÚS NOS HACE LEVANTAR LA MIRADA HACIA LA META... Eso hace con los Apóstoles Pedro Santiago y Juan, inmediatamente después de haberles anunciado que su camino pasaría por la Cruz. Y para animarlos, aparece ante ellos transfigurado, con el rostro resplandeciente como el sol y las vestiduras blancas como la luz, mostrándoles anticipadamente el final que alcanzaría con la resurrección... Nosotros también estamos hechos para la gloria y para la resurrección. A su lado, están Moisés y Elías, que representan la Ley y los Profetas, es decir, toda la Palabra de Dios.
 
Esa Palabra de Dios nos dice que,al ponerse en marcha, como Abraham, hay que dejarlo todo, no se puede cargar nada de lo que juntamos o acumulamos. Por la "aduana" de destino sólo puede pasar lo que hayamos dado... Toda la Palabra de Dios es una Palabra de Amor que nos exhorta a comprender que no hay otro camino que no sea el amor, la generosidad, la solidaridad y la entrega. Ahora es el tiempo, entonces, para dar, con generosidad. Y para saber cómo hacerlo,basta con mirar alrededor, y hacer lo que necesita el que tenemos sentado al lado.
 
Este es el tiempo para aprender también, como nación, a poner por delante lo que es bueno para todos, antes de lo que es bueno para cada uno. En eso consiste anteponer el bien común al bien personal. Y esto se hace hoy más urgente que nunca, porque, de otra manera, en poco tiempo no habrá bien para nadie. Esto deben entenderlo fundamentalmente los que tienen en sus manos los destinos de otros, los que tienen "la sartén por el mango y el mango también". Pero se trata del bien común, y entonces tenemos que entenderlo todos. Esto no se hace sin sufrimientos, privaciones y renuncias. Pero es el camino que nos acerca a Dios y nos hace crecer como nación.
 
3. HAY TANTAS PIEDRAS EN EL CAMINO QUE, PARA NO SEGUIR TROPEZANDO, ES MÁS URGENTE QUE NUNCA LEVANTAR LA MIRADA, PARA NO PERDER DE VISTA LA META... Vamos hacia el Cielo, y sólo sirve lo que allí nos acerca...

Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
Consultas o comentarios, aquí:Correo



Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: