No es posible quedarse mirando el Cielo...

Queridos amigos:
 
Esta es la predicación que preparé para hoy, 12 de mayo de 2002, Domingo de la Ascensión, apoyándome en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:
  1. Los Apóstoles lo vieron elevarse, y una nube lo ocultó de la vista de ellos... se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: "Hombres de Galilea, ¿por qué siguen mirando al cielo?" (Hechos 1, 9 y 11).
  2. Que él ilumine sus corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados, los tesoros de gloria que encierra su herencia entre los santos (Efesios 1, 18).
  3. Acercándose, Jesús les dijo: «Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo» (Mateo 28, 18-20).

 
Hambre1. NO HAY MAL QUE POR BIEN NO VENGA... Este refrán popular no es un consuelo superfluo, sino un aliento necesario, ante los múltiples males que hoy se abaten sobre nosotros. Hoy podemos que preguntarnos, quizás con angustia:
 
¿Qué bien puede seguirse de los males que sufrimos en Argentina? No son simplemente números, sino millones de personas con nombre y apellido, familias con padres, hijos y abuelos, quienes han perdido no sólo el trabajo, sino también el pan, y, lo que es más triste aún, la eseperanza de un futuro mejor.
 
¿Qué bien puede seguirse de una degradación progresiva de la confianza, del respeto de la justicia y del "estado de derecho", es decir, de un orden acordado para convivir pacíficamente con reglas que valen para todos por igual, que ordenan los esfuerzos de cada uno para el bien común, que es por definición una condición previa y necesaria para el bien de cada uno?
 
Cuando tiemblan nuestras seguridades en la tierra, como hoy en esta triste realidad argentina, en la que vamos descendiendo casi sin darnos cuenta hacia la miseria, se hace quizás más posible recordar que nuestra patria es el Cielo. No solamente fuimos hechos todos por Dios, y adpotados como hijos, sino que fuimos hechos para Dios.
 
Ascensión2. LA ASCENSIÓN DE JESÚS NOS MUESTRA QUE NUESTRA PATRIA ES EL CIELO. Si alguna vez pensamos que nuestra seguridad estaba en la cuenta bancaria, en el techo seguro, en la obra social como garantía de nuestra salud, en el pan asegurado para mañana y para pasado mañana, esta hora se sosobra e incertidumbre que vivimos en Argentina puede despertarnos a la realidad, y ejercitarnos en el desprendimiento, para poner nuestros corazones y nuestros ojos en la meta, para no quedarnos enredados en el camino o en los instrumentos.
 
Con los corazones iluminados por la resurrección de Jesús, podemos valorar como corresponde "la esperanza a la que hemos sido llamados". Hace falta vivir con los pies en la tierra, pero no no es posible dejar el corazón atado a esa misma altura. Se alcanza la meta cuando se llega a compartir con Jesús su lugar, en la Casa del Padre. La resurrección alcanza su plenitud cuando Jesús ya no está aquí, porque no alcanza esta tierra y estas dimensiones que conocemos para que se manifieste lo que Él nos ha preparado. Por lo tanto, no es un angelismo escapista poner nuestra esperanza, nuestor corazón y en la esperanza que no defrauda, sabiendo que allí está nuestra seguridad y nuestra meta, aquello que nadie nos puede arrebatar, si no queremos que así sea.
 
Manos entrelazadas3. Pero tampoco es posible quedarse sólo mirando el Cielo. Como a los Apóstoles, también a nosotros Jesús nos exhorta, con el Poder que Él tiene en el Cielo y en la tierra: PARA QUIEN VIVE DE ESPERANZA, HOY ES TIEMPO DE AMOR Y SOLIDARIDAD. Transmitir lo que de Él hemos recibido, enseñar lo que Él aprendemos, hoy significa levantar con solidaridad la esperanza de todo nuestro pueblo. Esto seguramente nos hace ver las cosas de un modo distinto, cambiar las urgencias, cambiar las seguridades, reorientar la meta...
 
Todos los que hoy sufren con nosotros (ciertamente muchos de ellos de una manera mucho más dramática y angustiante) los "males que supimos conseguir", son llamados a compartir el mismo Cielo. Por esta misma razón, nos urge compartir con ellos las angustias de "la tierra". El amor y la solidaridad son el bien que puede surgir de los males que hoy nos aquejan, y constituyen una maravillosa síntesis: nos hacen vivir con los pies en la tierra y nos acercan al Cielo...

Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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