¿Debemos
esperar
a otro...?
Queridos amigos:
Aquí va mi predicación del 16 de Diciembre de 2001, Tercer Domingo de
Adviento. Me apoyé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de
hoy:
- Fortalezcan los brazos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes; digan
a los que están desalentados: «¡Sean fuertes, no teman: ahí está su
Dios!» (Isaías 35, 3-4).
- Tengan paciencia, hermanos, hasta que llegue el Señor (Santiago 5, 7).
- Tengan paciencia y anímense, porque la Venida del Señor está próxima.
Hermanos, no se quejen los unos de los otros... (Santiago 5, 8-9).
- Juan el Bautista oyó hablar en la cárcel de las obras de Cristo, y
mandó a dos de sus discípulos para preguntarle: «¿Eres tú el que ha de
venir o debemos esperar a otro?». Jesús les respondió: «Vayan a contar a
Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los paralíticos caminan; los
leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena
Noticia es anunciada a los pobres (Mateo 11, 3-5).
Y dije más o menos esto:
1. Hoy es posible dudar, como Juan Bautista, y preguntarse: ¿HOY JESÚS
PUEDE SALVARNOS, O DEBEMOS ESPERAR A OTRO...? Porque vemos lo que pasa en un
país como el nuestro, que hunde sus raíces en una civilización "occidental y
cristiana", pero está lleno de injusticias, donde "el vivo" vale más que el
honesto, donde tenemos todas las posibilidades, pero estamos no hacemos nada
bien... Porque toda la civilización "cristiana" cree cada vez menos, y vive con
su meta más alta al ras del suelo...
2. JESÚS NOS DICE DÓNDE ESTÁN LOS SIGNOS DE LA SALVACIÓN QUE ÉL TRAE: los
ciegos ven, los paralíticos caminan, los leprosos son purificados y los sordos
oyen, porque hay gente que, movida por el amor de Dios, se dedica a ellos, los
atiende y los cuida, les presta sus ojos, sus piernas, sus oídos, su tiempo y su
corazón; los muertos resucitan, porque Jesús murió y resucitó para
salvarnos, y la Buena Noticia es anunciada a los pobres, que esperan de
Dios la salvación.
Jesús vino, en Belén, para sanar nuestros corazones y volverlos hacia Dios.
De esta manera, nos ha acercado entre nosotros, y nos ha enseñado a vivir como
hermanos. No hace lo que a nosotros nos toca, pero nos muestra cómo hacerlo.
Jesús no vino a enseñar economía (aunque con sus Palabras nos da la clave para
hacer una economía más humana, que ponga a cada hombre, y no lo que hace o
produce, en el centro de nuestras preocupaciones). Jesús no vino a organizar los
partidos políticos (aunque su enseñanza es clave para quien quiera ser un buen
político, que haga de su tarea un servicio útil para los demás). Jesús no vino
para dirigir los equipos de fútbol para que puedan ser campeones (aunque su
Palabra es clave, para hacer del deporte una actividad sana, que lleve al
encuentro y a la fraternidad). Y así podríamos pasar revista a todas nuestras
actividades.
3. POR LO TANTO, JESÚS ES NUESTRA SALVACIÓN, Y YA VIENE. ESPERAMOS CON
CONFIANZA A JESÚS, pero no de brazos cruzados, sino con las puertas del corazón
abiertas, en vigilante espera, de pie, como San José junto al pesebre.
Dispuestos a aceptar sus signos de la salvación, como San Juan el Bautista en la
cárcel, en vez de exigir los que nosotros queremos. Dispuestos a prestar
nuestros ojos para que los ciegos vean, nuestras piernas para que los
paralíticos caminen, nuestros oídos para que los sordos oigan, dispuestos
a vivir para los demás, y recuperar de este modo a Dios, Padre de todos, y
salvación para quienes lo quieren...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: