Esta fue mi predicación de hoy, 22 de abril de
2011, Viernes
Santo, en la Celebración de la Cruz realizada en el Hogar Marín:
I.-
Vídeo, en
Youtube (predicación en el Hogar Marín)
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Celebración de la Cruz
1.
¿ES NECESARIO
TANTO
SUFRIMIENTO, EL DE JESÚS EN
LA CRUZ Y EL QUE VEMOS EN EL MUNDO?... Cada año tenemos de nuevo
la
oportunidad de volver sobre esta pregunta. La Lectura de la
Pasión
según
san Juan nos pone cada Viernes Santo ante esta pregunta
inevitable que nos plantea el sufrimiento que Jesús asumió para
darnos
con su Vida la salvación. ¿No era posible para Dios otro modo de
darnos
este don?...
Pero además, la Pasión de Jesús aparece como la suma y la
culminación de todo el dolor humano. Por eso la pregunta
inmediatamente
se dirige también hacia todo el sufrimiento que cotidianamente nos
golpea. Esta pregunta también vuelve cada año porque hoy tenemos
dolores que hasta ahora no conocíamos, que se han sumado a los que
hasta ahora habíamos experimentado...
Podemos ver mucho dolor que parece absurdo e injustificado dando
vueltas por el mundo. El de los niños que no tienen para comer,
hasta
morir de hambre; el de las familias que no encuentran el trabajo
que
les permita subsistir dignamente ni el techo donde estar y
sentirse en
casa; el de las guerras por el dominio de algún lugar o algún bien
material que pasa a tener más valor que la vida de las personas;
el de
los niños que no nacen por culpa del aborto, y el de los padres
que,
sabiéndolo o no, los han matado...
La respuesta surge de la misma Cruz de Jesús. Es una respuesta a
la vez
silenciosa y contundente. Pero hay que abrir el corazón para
recibirla,
porque la respuesta de Jesús sólo pone luz sobre el sufrimiento
hablándonos de Amor, y sólo se comprende la respuesta de Jesús si
estamos dispuestos a abrirnos al amor...
2. JESÚS
DESDE LA CRUZ NOS MUESTRA LA EFICACIA DE SU AMOR, QUE PUEDE MÁS
QUE
TODO SUFRIMIENTO... Puede sorprendernos,
pero Jesús desde la Cruz no nos dice ninguna palabra que nos
explique
las razones de su sufrimiento, del nuestro, y el de toda la
humanidad.
No son palabras, por otra parte, las que necesitamos para
comprender y
superar el dolor. Por eso en la Cruz Jesús calla y asume. Y de esa
manera nos da una respuesta a la vez silenciosa y contundente.
Jesús
nos dice en la Cruz todo lo que Él mismo es, y todo lo que nos
hace
falta...
Ante el dolor del mundo y el propio, existe la peligrosa tentación
de llenarnos de rencor y enojarnos con los que nos
hacen sufrir, y hasta con Dios, que no hace lo que nosotros
quisiéramos
que haga para evitarlos. La Cruz de Jesús nos muestra cómo
superarlo...
Del
costado de Jesús, traspasado por el golpe de la lanza del soldado,
no
sólo salió agua sino también sangre. Esto nos muestra que Jesús no
sólo habló (lo hizo a lo largo de toda su vida
pública), sino que se entregó a sí mismo por nuestra salvación.
Por eso
Jesús puede lavarnos con la potencia sagrada
de su sangre, es decir, con su entrega "hasta el final", que
encuentra
su momento culminante en la Cruz. Por eso Su palabra es algo más
que
simplemente hablar; decía el Papa, es carne y sangre "por
la vida del mundo", y cuando celebramos los sacramentos nos
encontramos
nuevamente ante el Señor que se arrodilla
ante nuestros pies y nos purifica. Si nos dejamos penetrar por el
baño
sagrado de su amor, quedaremos verdaderamente purificados...
Recorriendo los
personajes de la Pasión enseguida encontraremos cada uno de
nosotros en
qué necesitamos ser purificados por el amor redentor de Jesús, que
viene a nosotros en su sacramentos, especialmente el de la
reconciliación o penitencia.
Como a Poncio Pilato,
a nosotros tampoco nos gusta perder el puesto (en el
trabajo, en la mesa, en el aula, en la sociedad), y quizás más de
una
vez hemos sacrificado, al menos un poco, la justicia, con tal de
sostenerlo.
Como
Barrabás, a veces nos preocupamos por lo
nuestro sin que
nos importe demasiado las consecuencias que eso tiene para los
demás.
Como
a Judas, nos puede perder
la atracción por el dinero, no
tratando de hacernos millonarios pero sí con pequeñas trampas.
Somos
todos un poco vehementes, y también cobardes, a la hora de
defender a Jesús y poner en claro nuestra fe ante los demás,
como
Pedro. Somos rápidos,
como
Anás, Caifás y los demás sacerdotes
del tiempo de Jesús, por reclamar para nosotros privilegios. Pero,
¿estamos dispuestos a cederlos, cuando nos enfrentan con Jesús?
Los
soldados, que en la crucifixión
cumplían órdenes, en cuanto vieron la posibilidad de una ventaja
no
pensaron en lo que podían hacer para aliviar el sufrimiento de
Jesús,
se burlaron de su debilidad y se repartieron sus vestiduras.
Quizás no
lleguemos nosotros a decisiones tan duras, pero quizás también más
de
una vez sólo pensemos cómo aprovechar las circunstancias para que
lleven agua hacia nuestros molinos, desentendiéndonos de los
demás. Y
en nuestra fe enseguida estamos prontos para reclamar los
beneficios,
como el Pueblo que
aclamó a Jesús el Domingo
de Ramos y clamó por su crucifixión el Viernes Santo. Esperamos de
Dios
milagros y somos rápidos para pedir, sin tener, quizás, la misma
disposición para dar. Por eso no hay espacio para el rencor ante
el
dolor que nos toca sufrir, sino súplica de perdón por el que
nosotros
causamos...
3. JESÚS
EN LA CRUZ ES DIOS QUE AMA Y PERDONA
PARA LLEVARNOS A LA VIDA. POR ESO LA ADORAMOS... Está claro que
nadie
lo arrastra a Jesús a la Cruz contra su voluntad. Él se entrega
libremente, porque con ese acto de amor y de sumisión, se entrega
al
Padre para salvarnos. Por eso desde el silencio de la Cruz resuena
de
manera tan contundente el Amor de Dios...
No nos hacen falta
explicaciones del
sufrimiento, desde el momento en que Jesús lo ha convertido en
la mayor
expresión del amor. No nos hace falta buscar culpables de la
Cruz, sino
admirar este acto tan grande del Amor de Dios, empeñado en
salvarnos.
Lo que realmente nos hace falta es dejarnos amar por este amor
redentor
de Jesús. Esto nos llevará a adorar en el misterio de la Cruz a
este
Dios de bondad infinita que a nadie deja abandonado, mientras lo
siga
buscando...
Hoy es bueno tener presente esta perseverancia del Amor de Dios,
que se
manifiesta en la Cruz hasta el extremo. Porque aunque hoy
nuestra
celebración se detenga especialmente en este misterio, ahora
inmediatamente, después de la adoración de la Cruz, traeremos a
Jesús
resucitado, hecho alimento en su Cuerpo que nos ha dejado en el
Sacramento de la Eucaristía. Así, alimentados con Jesús, nos
retiraremos en silencio de esta celebración, preparándonos para
la
Vigilia Pascual, en la que todo convergerá hacia el centro de
nuestra
fe, Jesús que puede sobre la muerte y el pecado, y con su
Resurrección
nos ofrece la Vida...