Esta fue mi predicación de hoy, 19 de junio de
2011, Solemnidad
de la Santísima Trinidad del Ciclo Litúrgico A (y día del padre,
en la Argentina y otros países), en la Abadía Santa Escolástica y
en el Hogar Marín:
I.- Vídeo:
en Youtube -
en Facebook
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Misa
1. EL MUNDO ES UNA GRAN
FAMILIA, Y CADA FAMILIA ES UN MUNDO... El mundo entero es una gran
familia. Siempre fue así, pero parece más evidente desde que los
medios de comunicación nos permiten ver y oír instantáneamente lo
que sucede en cualquier lugar del mundo. Pero además estos días
nos han permitido comprobar qué pequeño es este mundo: las cenizas
que se desprendía a gran altura el volcán Puyehue (llegaron a los
10.000 metros), en el sur de Chile, fueron llevadas hacia el este
por los vientos, cubriendo muchas ciudades e impidiendo muchos
vuelos. Llegaron a Buenos Aires, cruzaron el atlántico, llegaron a
algunos lugares de Europa, de Asia y de Oceanía, y después de dar
toda la vuelta al mundo aparecieron de nuevo en Chile, esta vez
por el oeste, haciendo que hubiera que suspender ayer algunos
vuelos desde Santiago de Chile, por causa de las cenizas...
Pero también
puede decirse, con verdad, que "cada familia es un mundo". Por eso
no es fácil conocer "desde afuera" lo que sucede en una familia.
Sólo es posible conocer su intimidad "desde adentro", formando
parte de ella o compartiendo mucho tiempo con todos sus miembros.
Hay una cantidad de "códigos" internos, que son propios de cada
familia. A veces bastan miradas, gestos, palabras cortadas, o
simples silencios, para expresar cosas que significan algo
distinto en cada familia. Recién cuando pasamos "más allá de la
recepción", que es el lugar de la casa donde se admite a las
visitas o a los extraños, y entramos en la intimidad, nos
encontramos en ese ámbito íntimo donde cada uno se manifiesta
"como es", sin máscaras ni disfraces que ocultan su más profunda
realidad...
En la intimidad
de la familia, en la convivencia cotidiana, cada uno es como es, y
nadie se ataja detrás de barreras con las que se pueda esconder.
En la intimidad de la familia se descubre muy fácilmente cómo
algunos están de buen humor desde la mañana, otros recién al
mediodía logran alcanzar el buen humor, a otros recién se les
puede arrancar una sonrisa a la tarde o cuando cae la noche, y
otros ¡nunca llegan a estar de buen humor!, parecen estar siempre
buscando un motivo que justifique su enojo o su ceño fruncido. En
la convivencia cotidiana aprendemos que algunos son por naturaleza
tristes, otros están siempre alegres, otros tienden a estar
amargados. En la convivencia cotidiana, a través del encuentro
personal, se abren más fácilmente los corazones. Quizás por eso, a
la hora de salvarnos, Dios quiso hacerse conocer y no se quedó
lejos, sino que se acercó y asumiendo en Jesús nuestra condición
humana, conviviendo con nosotros, desplegó entre nosotros el
misterio de su intimidad...
2. DIOS QUISO CONVIVIR CON
NOSOTROS Y ASÍ NOS DIO A CONOCER EL MISTERIO DE SU INTIMIDAD...
Ciertamente, es difícil conocer a Dios. ¿Quién lo hubiera podido
conocer, si Él no se hubiera bajado hasta nuestra pequeña
estatura? Este es el misterio de la encarnación: Siendo Dios, se
hizo Hombre, y puso su morada entre nosotros. Nació de María, se
puso bajo el cuidado de San José mientras crecía, se sometió a
todas las vicisitudes de nuestra condición humana, incluso la
muerte, y muerte de Cruz, y a lo largo de todo su camino terreno
se nos dio a conocer...
Como
nos dice San Juan, "Dios
amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único". Y así, desde
Belén, supimos que Dios es Hijo. Pero después, cuando lo vimos
rezar a Jesús, con su enorme devoción filial, supimos también que
Dios es Padre. Jesús nos ayudó a conocer la mano paternal con la
que Dios nos sostiene, y a la hora de rezar nos enseñó a decirle
con verdad a Dios: Padre...
Finalmente, cuando Jesús
resucitado ascendió al Cielo y nos dejó su Espíritu de Amor, que
es el Amor del Padre y del Hijo, supimos que Dios es Espíritu
Santo. Al mismo tiempo, pudimos saber que siendo Padre, Hijo y
Espíritu Santo, sin embargo es un solo Dios. Como dijo Juan Pablo
II en su
Homilía
del
28 de enero de 1979 en Puebla, México, "Dios en su misterio
más intimo, no es una soledad, sino una familia"...
Este es el misterio que celebramos hoy, la Santísima Trinidad.
Misterio no porque no se pueda entender, sino porque es tan
grande, luminoso y maravilloso, que supera nuestra pequeñez.
Misterio que nos habla de la grandeza, y a la vez de la cercanía
de Dios. Dios, que es Amor, pero un Amor tan grande que no puede
quedarse encerrado en sí mismo. Por eso hizo todas las cosas, y
nos dio la vida, para hacernos participar de la riqueza de su
Amor. Y cuando estábamos perdidos, porque habíamos perdido el
rumbo, nos envió a su Hijo, no para juzgarnos, sino para
salvarnos. Para conocer a Dios, hay que vivir con Él. Jesús,
siendo Dios, vino a vivir con nosotros, y nos hizo conocer a Dios.
A nosotros nos toca ahora vivir con Él, y aprender a vivir como
vive Él, que no es un solitario, sino que es Familia. Y en la
grandeza de su bondad, nos hizo sus hijos y nos llamó a formar
parte de su familia...
3. DIOS NOS HIZO
FAMILIA SUYA, PARA QUE VIVAMOS COMO HERMANOS... Por el Bautismo
Dios nos ha hechos sus hijos y por eso mismo parte de su familia.
Es el cambio más trascendente que nos ha ocurrido, porque nos ha
transformado en las raíces más profundas de nuestro ser,
elevándonos por encima de nuestra naturaleza humana y haciéndonos
participar por la gracia de lo que llamamos el orden
sobrenatural...
Somos familia de
Dios, formamos todos verdaderamente una sola familia. Por esta
razón no sólo es una urgencia sino una necesidad de nuestra propia
condición humana que aprendamos a vivir como hermanos con todos
los hombres. Y realmente podemos decir que conocemos a Dios, no
sólo por los libros, sino de verdad, cuando vivimos como hermanos.
"El que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha
conocido a Dios, porque Dios es Amor" (1 Juan 4, 7-8)...
Es una urgencia, sin la cual es pura ilusión pensar que hemos
conocido a Dios. el Amor de Dios nos hizo su familia, sin
fronteras, blancos, amarillos o negros, grandes o chicos,
gordos o
flacos, sanos o enfermos, buenos o malos. Hoy nos hace falta, como
ayer, crecer en este amor fraternal, para curar las heridas de
nuestras familias, y también de nuestra patria, que está llamada a
ser una patria de hermanos...