Esta fue mi predicación de hoy, 25 de septiembre de
2011,
Domingo XXVI del Tiempo Ordinario del Ciclo Litúrgico A, en la
Abadía Santa Escolástica y en el Hogar Marín:
I.- Vídeo,
en
Youtube y
en
Facebook
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Misa
1. LA RAZÓN Y EL CORAZÓN NO SIEMPRE
SE LLEVAN
BIEN, NO SIEMPRE DE DAN LA MANO... A Jesús le basta mirar lo que
pasa en nuestra vida de todos los días para tomar de allí los
ejemplos que nos ayudan a comprender de una manera simple la
contundencia de sus palabras. Así sucede, por ejemplo, con la
parábola de los dos hijos que responden de manera distinta al
llamado de su padre...
Cuando nos llaman para hacer
algo, espontáneamente
nuestra primera respuesta sale del corazón, pero hay que estar
prevenidos, porque el corazón no siempre acierta, a veces se
equivoca. A veces las palabras surgen fácil y rápidamente del
corazón, para responder que sí a cualquier cosa que nos piden.
Pero después, cuando comenzamos a evaluar el alto costo que puede
tener nuestra respuesta, por más que hayamos dicho que sí nunca
terminamos de hacer lo que nos han pedido, y nuestras primeras
palabras quedan finalmente como palabras huecas...
Otras veces sucede al revés. Cuando nos piden
algo
nuestro corazón se opone e inmediatamente nos nace un no como
respuesta, e incluso hasta una protesta. Al poco tiempo lo
pensamos mejor y nos damos cuenta que nos hemos apresurado, que en
realidad si queremos hacer lo que corresponde no podemos negarnos
a lo que nos han pedido, y a pesar de haber comenzado con una
negativa, terminamos haciendo lo que nos han pedido...
En las dos ocasiones nuestra primera
respuesta fue la del corazón. En la primera de ellas el corazón
acertó respondiendo con amor, pero la reflexión después lo nubló y
las manos no nos acompañaron para convertir en hechos la
respuesta. En la segunda ocasión el corazón comenzó errando, pero
después la reflexión nos ayudó a encontrar la luz y a cambiar con
los hechos nuestra respuesta, las manos vinieron en nuestra ayuda
para dar en los hechos la respuesta correcta. Así también, cuando
Dios nos habla, no es sólo en el corazón, sino en los hechos donde
espera Él encontrar nuestra respuesta...
2. PARA SEGUIR A JESÚS NO ALCANZAN LAS
PALABRAS, HACEN FALTA LOS HECHOS... A Jesús, que nos llama a
seguirlo y espera pacientemente nuestra respuesta, no le alcanzan
nuestras palabras que salen del corazón. El mundo entero está hoy
especialmente cansado de las palabras, que cuando no van
acompañadas de hechos se quedan vacías de sentido. A Dios, hoy y
siempre, hay que responderle con hechos, más que con palabras,
para que se trate de una verdadera respuesta...
Será una respuesta al llamado de Jesús que se
concreta en hechos y no se queda en simples declamaciones de
fidelidad, lo que nos podrá llevar al Cielo. Jesús nos dice que
las prostitutas y los publicanos precederán a los creyentes en su
llegada a los Cielos. Sobre las prostitutas no hace falta
demasiada aclaración para saber en que ha consiste su dedicación.
Sobre los publicanos conviene tener en cuenta que se dedicaban a
recaudar fraudulentamente los impuestos para pagar a los romanos,
la potencia extranjera que dominaba a los israelitas en tiempos de
Jesús (cualquier semejanza con organismos internacionales de
nuestro tiempo, públicos o privados, es mera semejanza o pura
casualidad, o quizás no tanto)...
Jesús no nos dice a los creyentes que nuestra fe nos hará llegar
tarde al Cielo, simplemente nos advierte que eso sucederá si, a
pesar de decirle que sí a Jesús con las palabras cuando nos llama
a seguirlo, no somos coherentes en los hechos con esta respuesta.
Está claro, entonces, que no será por sus pecados que los
publicanos y las prostitutas podrán llegar antes al Reino de Dios
(en esto consiste el Cielo), sino por arrepentirse de ellos y
estar dispuestos a cambiar, para hacer las cosas bien. Es,
entonces, responder a Dios con hechos, más que con palabras,
hechos que manifiesten nuestra conversión, los que serán ante Dios
nuestra mejor respuesta a su llamado...
3. DIOS LLAMA A TODOS, Y SIEMPRE ESPERA
CON PACIENCIA LA RESPUESTA... Nosotros, que sufrimos con cierta
impotencia y quizás hasta con cierta bronca la decadencia en la
que nos encontramos, podríamos lamentarnos y despotricar hoy por
la corrupción y la mentira, por la exuberancia de palabras y la
ausencia de buenas obras que se dan en nuestros tiempos. Pero
también podríamos intentar pasar de las palabras a los hechos. Y
eso nos llevaría a asumir en nuestra vida cotidiana una
respuesta
a Dios comprometida, que no se queda en palabras sino que pasa a
los hechos...
No importa mucho lo que haya
sido de nosotros hasta
hoy, esto sólo representa el punto de partida desde el que hoy
queremos rehacer nuestra respuesta a Dios. No importa tampoco
demasiado si somos todavía jóvenes (en todo caso, es un defecto
que se corrige con el tiempo) o si ya son muchos los años que
cargamos sobre nuestras espaldas (la ancianidad es una virtud que
sólo puede llegar con los años)...
Lo que importa, ciertamente, es que
nuestro corazón y nuestra razón apunten hacia Dios, y nuestra
decisión nos ponga en camino, con hechos y no sólo con palabras,
hacia esa meta. Si el corazón arrancó bien, aceptando la
invitación de Jesús a responderle con amor, que la razón lo
sostenga. Si el corazón se resiste a tomar la buena marcha, que la
razón lo dé vuelta. En definitiva, ya sea el corazón o la razón el
que emprende primero el buen camino, que arrastre al otro, para
que por una decisión que se confirma en los hechos, no haya sólo
palabras en nuestra respuesta...
En nuestro tiempo es posible quejarnos de la sociedad entera,
porque la convivencia se ha convertido en una despiadada lucha de
todos contra todos. Pero también es posible no quedarse sólo en
palabras, sino pasar a los hechos. En todos los lugares donde nos
movemos podemos promover la reconciliación, el diálogo y el
servicio a los demás, que aprendemos de Jesús. En todo caso, lo
que sucede en nuestra familia y en todos los ambientes en los que
nos movemos es el resultado de lo que hacemos entre todos. Para
que las cosas sean mejores hay una parte que está en nuestras
manos. Como creyentes, nosotros sabemos que a Dios se responde
más
con hechos que con palabras, y que Él siempre está esperando
nuestra respuesta...