Les envío esta vez la predicación que preparé, sin necesidad
de
pronunciarla hoy, 18 de septiembre de 2011, Domingo XXV del Tiempo
Ordinario del Ciclo Litúrgico A, en la Misa que concelebré en
Varsovia:
I.- Vídeo,
en
Youtube y
en
Facebook
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Misa
1.
ALGUNOS ESTÁN SIEMPRE BIEN DISPUESTOS PARA
TRABAJAR, OTROS SÓLO EN EL ÚLTIMO MOMENTO... Pasa en las mejores
familias. Cuando llega la hora del trabajo (cocinar, poner la
mesa,
limpiar los platos, cortar el pasto), hay algunos que siempre
están
preparados, "con las manos en el rastrillo", bien dispuestos y
prontos
para lo que haya que hacer. Esto también sucede cuando se realiza
un
Congreso,
como en el que hoy he acabado de participar, en Varsovia,
dedicado a los aspectos administrativos del derecho canónico. Hizo
falta una cantidad enorme de personas dispuestas y preparadas para
atender a los más mínimos detalles, para que los casi doscientos
participantes pudiéramos concentrarnos en lo que nos tocaba
exponer u oír, según el caso y los momentos de cada uno...
Otros en
cambio, esperan la última llamada, porque están ocupados en otras
cosas. O están siempre de fiesta, o tienen cosas más
importantes
en las que concentrarse, o simplemente porque muy ocupados o
preocupados por el descanso antes que por el trabajo...
Lo mismo pasa en las familias
y hasta en el Hogar Marín, como en todo
grupo humano, como en el país, y hasta en la Iglesia. Algunos
están siempre dispuestos a hacer lo que hace falta, poniendo el
hombro
apenas se hace necesario. Y otros escapan mientras pueden y a todo
lo que pueden, hasta el
último momento, suponiendo que son los demás los que tienen que
cargar
con el esfuerzo de llevar las cosas a su término, de poner las
manos en
la carretilla o tirar del carro para llevarlos hacia adelante...
Sin embargo, hay cosas que no se pueden postergar sin graves
consecuencias, porque hacerlo equivale a dejarlas de lado para
siempre.
Las oportunidades tienen su tiempo, y se las puede aprovechar
cuando se
presentan, porque si se las deja pasar, ya no vuelven. Así pasa
con el
llamado de Dios...
2. DIOS LLAMA EN TODO
MOMENTO, HAY QUE ESTAR SIEMPRE BIEN DISPUESTOS... Todo el tiempo
resuena para cada uno de nosotros un llamado de Dios, al que
podemos
responder o dejarlo pasar en silencio. Jesús, Dios hecho hombre
por
Amor, para salvarnos con la fuerza de su Amor, está siempre
esperando
una respuesta de amor a su llamado. Dios no nos hace llegar su
llamado
por telegramas. Yo, al menos, no he recibido ninguno. Pero las
personas
que nos rodean son como cajas de resonancia en las que resuena el
llamado de Dios, que nos llega desde ellas como un eco. Cada vez
que
alguien tiene derecho a esperar algo de nosotros, sea que nos lo
reclame o que guarde silencio, estamos ante un llamado de Jesús,
que
espera una respuesta de amor. Y esa respuesta no puede
postergarse,
porque hacerlo sería lo mismo que negarla. Aunque Dios
habitualmente no
mande telegramas, su voz es inconfundible...
Para todos resuena una
llamada de Dios, a
toda hora, desde la primera hora del día hasta que éste se
termina.
Nadie debe hacerse el distraído, pensando que el llamado
es para otros. En la familia, por supuesto, en el Hogar Marín
y en toda la Iglesia, resuena la llamada de Dios para cada uno
de
nosotros, a la espera de que ocupemos activamente nuestro
puesto.
Pero también en esa familia grande, la casa de todos, la
tierra de
nuestros padres, la patria, nos reclama, y nadie puede pensar
que el
que tiene que responder es el otro...
Al
contrario, hace falta que
estemos siempre bien dispuestos, "con las herramientas en la
mano" para
responder sin demora, cada vez que Dios reclama de nosotros una
respuesta de amor, en las mil y una circunstancias en las que
nuestros
hermanos, con sus palabras o sus silencios, nos hacen ver lo que
pueden
esperar de nosotros...
Es posible que, si siempre hemos puesto el hombro cuando las
circunstancias nos hicieron ver el llamado de Dios, en algún
momento
podamos sentir cansancio. Puede suceder incluso que lleguemos a
tener
la tentación de pensar que es injusto que siempre seamos los
mismos los
que estamos dispuestos a responder bien, mientras que otros se
aprovechan de nuestra buena voluntad. Jesús nos muestra en la
parábola
que hoy nos presenta, que los que han respondido siempre bien
desde la
primera hora tienen (¿tenemos?) la tentación de pensar que es
injusto
que a todos les corresponda la misma paga, cuando no ha sido
igualmente
parejo el esfuerzo. ¿Para qué esforzarse, entonces, trabajando
todo el
día y todos los días, y soportar el peso de hacer el bien a lo
largo de
toda la vida, si quizás bastaría, conforme a la parábola que Jesús
nos
entrega hoy, una buena respuesta dada en el último momento? Nos
puede
ayudar a encontrar la respuesta a esta inquietud tener en cuenta
que
Dios no nos paga nuestro amor, como si fuéramos jornaleros que
estamos
prestando un servicio que nos da frente a Él determinados
derechos, que
le podemos exigir...
3. DIOS
NOS LLAMA PORQUE ÉL ES
BUENO, Y YA SU LLAMADA ES UN GRAN PREMIO... Dios no nos llama en
razón
de nuestros méritos, ni nos paga por nuestros servicios, como si
nos
debiera algo equivalente a un precio por lo que hemos hecho. Dios
nos
llama simplemente porque Él es bueno...
El sólo hecho de haber
sido
llamados a formar parte de su familia, a estar con Él en esta
barca,
que es la Iglesia, a la que nos subimos por la Fe, en la que vamos
navegando unidos a todos los que se han subido respondiendo a la
misma
invitación que les ha dirigido Jesús, desde el punto de partida
(el
Bautismo) hasta la meta, es (que es el Cielo) es ya un gran
premio...
¿Qué sería de nosotros, si en vez de encontrarnos donde nos
encontramos, tuviéramos que cargar con el peso de una vida llena
de
incertidumbres, por no conocer el llamado de Dios, si tuviéramos
que
recorrer el camino de la vida sin conocer el llamado de Dios, que
nos
ha hecho para el Cielo? Estas son algunas de las cosas que
atraerán mi reflexión y mi oración en estos días que pasaré en el
Santuario
de la Divina Misericordia,
en
Cracovia,
bendecido
por el Beato Juan Pablo II en 2002, antes de tomar el avión
que me regrese a casa. Somos todos fruto de la Misericordia de
Dios, ¿cómo podemos quedarnos esperando para "responder después",
si
no lo hacemos en todo momento?...
Demos gracias a Dios, entonces, que nos ha llamado, quizás desde
hace
ya mucho tiempo, y mientras nos alegramos de ser hijos de su
Misericordia,
dispongámonos a responder bien todo el tiempo. Estemos contentos
de
tener a mano el escobillón o cualquier otra herramienta que en
cada
momento haga falta. Disfrutemos del premio que significa estar ya
sumados a la alegría de saber que Dios nos ha llamado al Cielo, y
sigue
llamándonos todo el tiempo...