Esta fue mi predicación de hoy, 4 de septiembre de
2011,
Domingo XXIII del Ciclo Litúrgico A, en la Abadía Santa
Escolástica y en el Hogar Marín:
I.- Vídeo,
en
Youtube y
en Facebook
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Misa
1.
PUEDE SER UNA GRAN TENTACIÓN VIVIR AISLADOS, LEJOS
DE TODOS LOS DEMÁS... Cuando las cosas no andan bien, no sólo nos
ponemos tristes, sino que también podemos tener la tentación de
escapar de los demás y aislarnos. Y si no podemos aislarnos
literalmente yéndonos a vivir solos en una isla, por lo menos
intentamos quedarnos encerrados en un cuarto, sin salir de casa.
Aunque no sea igual, es más o menos lo mismo...
Tenemos esta tentación de aislarnos del mundo no
sólo
cuando las cosas personales andan mal sino también cuando las
cosas del mundo que nos rodean no funcionan. En esos momentos
quisiéramos aislarnos de la familia, de los amigos y del
mundo
entero para que nos dejen en paz, imaginándonos que si
estuviéramos solos todo sería mejor o más fácil. Pero en realidad
sabemos que esto no es posible, de ninguna manera. Aunque a veces
tengamos la tendencia a aislarnos, todos dependemos, en mayor o en
menor medida, de los demás. Ninguno de nosotros puede bastarse a
sí mismo, no podemos bastarnos solos. Para tener la ropa y los
alimentos que necesitamos, para cuidar nuestra salud, no sólo
física, sino también mental, dependemos de los demás. Pertenece a
nuestra más íntima naturaleza la necesidad de vivir en contacto y
en comunión con otros...
Necesitamos unos de otros para desarrollarnos
humanamente. Y aunque a veces nos pese el contacto con los demás,
no nos podemos aislar. Vivimos y crecemos en una mutua
interdependencia. Desde pequeños, nuestros brazos aprenden a
tenderse hacia los demás, de quienes esperamos ayuda y sostén.
Puede ser que hoy se hayan acortado las distancias debido a los
múltiples instrumentos que facilitan la comunicación y los
desplazamientos, pero desde siempre todos dependemos de todos.
Ahora, si dependemos unos de otros, si no podemos vivir aislados,
viene bien que nos preguntemos qué tenemos que ver cada uno de
nosotros con lo que hacen los demás. Cuando nos encontramos ante
tantas cosas que no nos gustan, tanto desastre que probablemente
sería evitable, y tanto dolor que nos puede parecer innecesario,
no podemos quedarnos encerrados tratando de sacarnos las culpas de
encima, y preocupándonos sólo de que no nos arrastre la ola que va
tirando todo y a todos, sin parar...
2. TODOS SOMOS RESPONSABLES:
LLAMADOS A RESPONDER
TAMBIÉN POR LOS DEMÁS... Jesús nos muestra hoy que se da entre
todos nosotros lo que el Beato Juan Pablo II llamaba una
misteriosa
solidaridad
humana, por la que el pecado de cada uno repercute en cierta
manera en todos los demás. No sólo estamos unidos, entonces, en la
gracia y el amor de Dios, sino también en el pecado. Por eso Jesús
nos llama a hacernos cargo del mal que hacen los otros,
invitándonos a la corrección fraterna en la comunidad de la que
somos parte, en la familia, en la Iglesia y en el mundo entero. Ya
el profeta Ezequiel recibía esta advertencia de Dios: los demás
pueden morir por las culpas de sus pecados, pero a él le pedirá
cuenta de su sangre, si no fue capaz de advertirlos a tiempo para
que pudieran cambiar...
Responsable
es el que está habilitado para dar una
respuesta, el que tiene la obligación de responder por otros. Y
eso nos pasa a todos: somos responsables, tenemos que responder
ante Dios no sólo por nosotros mismos sino también por los demás.
Por supuesto, cada uno es responsable ante Dios por sus propias
acciones u omisiones. Pero todos tenemos también una misteriosa
solidaridad que nos hace en alguna medida responsables de lo que
hacen o dejar de hacer los demás. Sobre todo si no hemos hecho
nada para ayudarles a corregir sus malas conductas, si por
comodidad o por indiferencia hemos convivido con la mentira y con
la falsedad, como si no tuviéramos nada que ver con lo que hacen y
dicen los demás, como si pudiéramos aislarnos y dejar a cada uno
encerrado en su pecado y que se arregle solo...
A propósito, en esos momentos en que casi como
con un
contagio masivo en una reunión social todos tenemos razones para
quejarnos de lo que hacen nuestros políticos, deberíamos
acostumbrarnos a agregar un capítulo inicial dedicado a criticar
lo que depende más directamente de nosotros, es decir, lo que
nosotros hemos hecho o hemos dejado de hacer para que los
políticos que hoy tenemos sean los que son y no otros. Porque, que
yo sepa, ninguno de ellos ha llegado a nosotros como parte de una
misión extraterrestre, sino que todos han aparecido de entre
nosotros, son parte de nuestro pueblo y de nuestras familias.
Podría decirse que cada pueblo tiene el gobierno que quiere
tolerar, sobre todo si no hace nada para corregirlo y cambiarle el
rumbo, con la fuerza de las urnas y de la crítica constructiva, en
el marco de la ley...
Esta responsabilidad de unos por otros tiene su raíz más profunda
en nuestro origen. Todos los que hemos nacido en este mundo hemos
venido del amor de Dios, y hemos sido hechos sus hijos por el amor
de Jesús, que se ha manifestado para todos en la Cruz y en la
resurrección...
3. NACIDOS DEL AMOR DE DIOS, NUESTRA
DEUDA ES EL AMOR MUTUO... San Pablo nos habla hoy de la única
deuda que no podemos desatender nunca. Cuando escribió la
Carta a
los Romanos, no existía todavía el Fondo Monetario Internacional
(FMI), pero si hubiera existido, San Pablo hubiera dicho lo mismo.
Puede ser que algún momento resulte posible o conveniente pagar o
postergar el pago de una deuda, como la que tuvimos y tenemos con
el FMI, asumiendo las consecuencias que se siguen. Puede ser
también que de un día para otro pretendamos pagar la deuda con el
"Club de París", o con cualquier otro conjunto de acreedores que
nos acechen. Pero la deuda del amor mutuo con los que nos rodean
más cercanamente, sobretodo cuando se trata de un amor que nos
llama a acudir en auxilio de nuestros hermanos que luchan por la
más elemental subsistencia, será siempre la única deuda que no se
puede desatender...
En los últimos años, con un
trabajo paciente y perseverante, el
Observatorio
de
la Deuda Social Argentina, de la Universidad Católica
Argentina ha ido preparando lo que se ha dado en llamar un
Barómetro
de la Deuda Social Argentina. Es un estudio que pretende
"elaborar de manera sistemática elementos de información y
análisis destinados a servir a las nuevas y cruciales demandas que
se plantean en la sociedad, y a participar activamente en la
definición y resolución de los principales temas de la agenda
social". El fruto de ese trabajo nos muestra en cada momento una
deuda de nuestra sociedad que nos reclama silenciosa pero
constantemente. Todos tenemos una mano que sumar, que al reunirse
con otras puede pagar algo de esa deuda de amor mutuo que tenemos
entre todos. A cada paso se nos cruza la oportunidad de ofrecerle
a alguien nuestras manos para ayudarlo a llevar su Cruz. Llamados
a hacernos responsables de los demás también en el pecado, cuánto
más tendremos que serlo en el amor. Y ese amor nos hará crecer...