Esta fue mi predicación de hoy, 28 de agosto de
2011, Domingo
XXII del Ciclo Litúrgico A, en la Abadía Santa Escolástica y en el
Hogar Marín:
I.- Vídeo,
en
Youtube y
en
Facebook
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Misa
1.
LA CRUZ ES UN SIGNO CLARO
DE TODOS LOS SUFRIMIENTOS DE LA VIDA... Cuando hablamos de la Cruz
estamos refiriéndonos con una sola palabra a todos los dolores que
de múltiples formas aparecen en la vida, a modo de anticipos, como
en cuentagotas de lo que en algún momento, más temprano o más
tarde, llegará como un límite inevitable. Puede ser que no
tengamos apuro en recibirla, pero no podemos olvidarnos que
llegará...
Una de esas manifestaciones de la Cruz la encontramos en la
enfermedad. La pérdida de la firmeza de la salud (eso son las
enfermedades), aparecen a lo largo de la vida mostrándonos de
manera contundente, y a veces con sufrimientos no sólo físicos
sino también espirituales, realmente intensos, que nuestra vida no
está del todo en nuestras manos y que sus límites rondan siempre
cerca...
Pero no sólo en las
enfermedades y en todo lo demás que puede golpear nuestro cuerpo
se manifiesta la Cruz. Todos conocemos, por experiencia propia, el
peso de los propios pecados, que también son una fuente de
sufrimiento. Porque aunque puedan presentarse como una fugaz y
engañosa fuente de placer, los pecados, de cualquier tipo, siempre
terminan haciéndonos sufrir. Estos sufrimientos cargan sobre
nuestros hombros porque, aunque es cierto que con nuestros pecados
podemos hacer sufrir mucho y causar mucho daño a los demás,
también debe tenerse en cuenta que los primeros que cargamos con
las consecuencias de nuestros pecados somos nosotros mismos.
Además, como si no bastara con el peso y el sufrimiento que
nuestros pecados cargan hoy sobre nuestros hombros, si su gravedad
alcanza para eso y si no nos arrepentimos a tiempo, los propios
pecados son los que pueden llevarnos, por nuestra propia decisión
y elección, a la frustración y al dolor eterno...
De todos modos,
ni siquiera sumando los propios pecados a las enfermedades,
tenemos la lista completa de las fuentes de nuestros sufrimientos.
Porque no sólo nos toca llevar el peso de los propios pecados.
También los pecados de los demás son fuente de nuestros
sufrimientos...
Esto sucede a veces de manera dramática. Muchos son los que hoy
sufren hambre y carecen de las más elementales condiciones para
poder desarrollar dignamente su vida. Y muchas veces esa situación
no es un fatalidad, sino la consecuencia del egoísmo, la
indiferencia o la superficialidad de muchos otros. Pero el pecado
no lo puede todo, porque Jesús le puso una límite, derrotándolo en
la Cruz. Por eso hoy quiere exhortarnos a vencer todo pecado y
todo sufrimiento, cargando también nosotros con la propia...
2. LA CRUZ VIENE
DEL PECADO. EL MODO DE VENCERLO ES ACEPTÁNDOLA CON JESÚS... En
realidad, la causa última de todo sufrimiento está en el pecado.
Hasta la enfermedad y la muerte tienen su última explicación en el
pecado, ya que a causa de él han entrado en el mundo. Pero Jesús
asumió nuestra condición humana, y vino a derrotar al demonio.
Allí donde se presentó la batalla, le dio el golpe maestro. En la
Cruz el demonio quiso derrotar a Dios llevándolo a la muerte, pero
justamente a partir de ella resucitó, abriéndonos las puertas del
Cielo...
La aceptación
silenciosa de la muerte que Jesús asumió en la Cruz fue, entonces,
el comienzo de la salvación para todos nosotros. El Buen Ladrón
estaba a su lado, sufriendo las consecuencias de sus propios
pecados. Pero Jesús, asumiendo silenciosamente las consecuencias
de todos los pecados, incluyendo los nuestros, nos abrió el camino
de la salvación. A nosotros también, entonces, nos toca asumir las
consecuencias del pecado, no sólo de los propios, sino también los
de los demás, porque en esa aceptación de la Cruz que provoca el
pecado, se construye, con Jesús, nuestra salvación...
Las cruces no se
eligen, sino que son las que, según la misteriosa providencia de
Dios, nos llegan en cada momento. Podrán elegirse según gustos y
presupuestos de cada uno las cruces que queremos regalar como
recuerdo de algún acontecimiento importante y se venden en las
santerías o en las joyerías. Esas cruces servirán como símbolos o
como adornos. Pero las cruces reales de la vida son las que llegan
en cada momento, y son las que estamos llamados a asumir a cada
paso...
El diablo tiene poca imaginación, y actúa siempre de la misma
manera. Su especialidad es sembrar confusión y generar división,
también en este caso, y querrá distraernos haciéndonos escapar de
las cruces salvadoras en cada oportunidad u ocasión en que se nos
presenten. Nosotros no podemos dejarnos confundir de esa manera.
Como se dice con frase muy certera, familia que reza unida,
permanece unida. Y como hijos de Dios somos todos miembros de su
familia, que debemos ayudarnos a identificar y sobrellevar las
cruces de cada día...
3.
PARA SEGUIR A JESÚS HAY
QUE CARGAR LA CRUZ Y AYUDAR A OTROS A HACERLO... Dios nos ha
salvado como familia. Estamos unos unidos a otros en este camino
de la salvación. Jesús hace siempre las cosas al modo de Dios, y
nos enseña a hacerlas de esa misma manera. Por eso nos invita a
cargar con la Cruz. La de los sufrimientos que nos causan la
enfermedad y la muerte, y también la del peso de nuestros propios
pecados y de los pecados de los demás...
Seguramente
en algunos
momentos a los demás les toca cargar con el peso grande de la
Cruz, mientras que nosotros sólo podemos "colgarnos" de ella. Esos
son los momentos en los que los demás tienen que cargar con el
peso y el sufrimiento que les provocamos con nuestros propios
pecados. Cada uno de nosotros seguramente podría recordar una
lista, más o menos larga, de ocasiones del pasado o del presente
en las que le debemos gratitud a los demás por la paciencia con la
que han sabido cargar sobre sus hombros los sufrimientos que les
hemos provocado con nuestras propias miserias y pecados...
En
otros momentos a nosotros
nos toca el mayor peso de la Cruz. Es el momento, entonces, de
cargar con esa Cruz, sabiéndonos llamados como familia de Dios a
participar de una fiesta en el Cielo, a la que se llega por un
camino lleno de sufrimientos que fructifican en la aceptación y en
el amor...
La Cruz salva, porque consiste simplemente en confiar siempre en
el Amor de Dios, que todo lo puede. No hace falta ocultar el mal y
el daño que produce. Hay que asumirlo y sufrirlo, confiados en que
Jesús venció en la Cruz y hoy, resucitado, sigue invitándonos al
Cielo. Pedro se resistía a la Cruz de Jesús, porque le
parecía
indigna de Aquel a quien había reconocido como Dios. Pero tuvo que
asumirla, porque fue el camino que Jesús eligió para salvarnos.
También a nosotros nos toca hoy, y cada día, asumir el camino de
la Cruz, confiados en que Dios siempre vence en ella. Realmente,
vale la pena perder incluso el mundo entero por hacer las cosas
como las hace Jesús, porque de esa manera ganaremos la vida, la
que Jesús nos ofrece, que es la Vida eterna, que vale
verdaderamente la pena...