Esta fue mi predicación de hoy, 24 de julio de
2011, Domingo
XVII del Ciclo Litúrgico A, en el Hogar Marín:
I.- Vídeo,
en
Youtube y
en
Facebook
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Misa
1. NO SE PUEDE TENER TODO.
HAY QUE SABER ELEGIR LO QUE VALE LA PENA... No se puede tener todo
al mismo tiempo, y por eso muchas veces es necesario saber elegir
lo que vale la pena para cada momento, o al menos aceptar lo que
en cada momento llega. Es muy posible que a todos nos guste que
todos los días, o al menos los domingos y los demás días de
descanso, sen soleados, ya que el sol nos despierta siempre una
sonrisa y nos pone de buen humor. Pero, si sólo hubiera días de
sol, ¿cómo llegarían a nosotros las lluvias, que hacen que las
semillas sembradas den muchos y buenos frutos, y la tierra nos dé
los alimentos que necesitamos? Por eso, además del sol, hace falta
que también sepamos alegrarnos con los días nublados y con la
lluvia...
Seguro que a
todos nos gusta tener buena salud. Pero al mismo tiempo nos gustan
las comidas cargadas de grasa (por ejemplo, un buen asado bien
jugoso, precedido por un buen copetín lleno de ricos embutidos), y
los postres bien dulces y llenos de delicias. Ahora bien, llega un
momento en que hay que elegir. Porque si la sal, o las grasas, o
los dulces, no resultan adecuados para nuestra particular salud,
tendremos que aprender a prescindir de estas cosas, o aguantarnos
que nuestra salud se resienta, no podremos conservar el hábito de
comer lo que se nos dé la gana sin asumir las inevitables
consecuencias...
Puede ser que alguno haya
hecho o esté haciendo planes para ser un gran triunfador en su
profesión, o en el deporte que le gusta, o en la ciencia en la que
encuentra mayor gusto. Es un plan muy loable, y si tiene la
capacidad suficiente seguramente podrá lograrlo. Pero eso tendrá
su precio. Deberá dedicarle tiempo, atención, dedicación y
esfuerzo a su plan, ya que las metas elevadas no se alcanzan de un
día para otro sino que requieren tiempo y constancia...
No se puede
pretender llegar a una meta elevada si en vez del esfuerzo que se
necesita para alcanzarla sólo se es capaz de un esfuerzo sostenido
a la hora de plantarse frente a la televisión para convertirse en
un "experto del zaping", teniendo constancia sólo para descansar o
perder el tiempo, con el control remoto en la mano, pasándose
horas enteras viajando de una pantalla a otra, sin frenar nunca en
algo que valga la pena...
Realmente hay cosas que son muy importantes por las que vale la
pena dejar todo lo demás, incluso el control remoto del televisor.
Eso es exactamente lo que sucede cuando Jesús aparece en nuestra
vida y nos ofrece participar de su Reino, el Reino de Dios, que se
realiza plenamente en el Cielo pero que comienza ya aquí en la
tierra. Hoy Jesús quiere ayudarnos a medir qué estamos dispuestos
a hacer cuando Él aparece en nuestra vida con esta propuesta...
2. PARA ENTRAR
EN EL REINO DE DIOS, HAY QUE ESTAR DISPUESTOS A DEJARLO TODO...
Dios no puede estar en un segundo lugar. O lo es todo en nuestra
vida, o se nos queda afuera. Por eso, cuando aparece, hay que
estar dispuestos a dejar todo lo demás...
A veces Dios aparece
de sorpresa en nuestra vida, en
el momento y del modo que menos lo esperamos. Como le sucede al
hombre de la primera parábola que hoy nos presenta Jesús. Sin
buscarlo, se encuentra con un tesoro enterrado en un campo. A
veces Dios también parece de sorpresa en nuestra vida, a través de
una palabra, un gesto fraterno, de un reclamo o de una necesidad
con la que alguien que se cruza en nuestro camino nos llama a la
puerta. Y bien, ese es el momento en que tenemos que "dejarlo
todo" para atenderlo a Dios, y de esa manera entrar en su Reino,
o, dicho de otro modo, dejar que su Reino entre en nosotros, dejar
que Dios reine en nosotros con toda contundencia...
Otras veces Dios aparece en
nuestra vida después que lo hemos estado buscando con insistencia
y perseverancia. Así le sucede también al negociante que se
dedicaba a buscar perlas finas, hasta que finalmente encontró la
que siempre había esperado encontrar. Muchas veces a nosotros nos
pasa lo mismo con Dios. Nos hemos pasado mucho tiempo buscándolo,
de una y otra manera, con impaciencia e incluso a veces hasta con
quejas, cuando nos ha parecido que se escondía y nos rehuía, sin
responder a nuestros reclamos y a nuestra oración...
En todo caso, sea de una manera o de otra, Dios aparece en nuestra
vida, y cuando lo hace reclama todo nuestro amor. Hace falta
"venderlo todo", hay que desprenderse de todo para atesorar el
Reino de Dios, para llenarse de su presencia. En realidad, Dios
aparece en nuestra vida todos los días, está siempre "a la vuelta
de la esquina". Por eso, es necesario estar siempre dispuestos a
desprendernos de todo para quedarnos siempre con Dios, y encontrar
la verdadera alegría. Salomón nos muestra cómo supo responder a
Dios. Cuando se le presentó ofreciéndole pedirle lo que quisiera,
no puso entre sus preferencias una larga vida, ni riqueza, ni que
destruyera a sus enemigos, sino simplemente la sabiduría de un
corazón comprensivo, para discernir entre el bien y el mal...
3. CONFIEMOS EN EL AMOR DE
DIOS Y, PUESTOS EN SUS MANOS, VIVAMOS CON ESPERANZA... Si
confiamos en el amor de Dios, pondremos para siempre nuestra
ancla en Él. Y si Dios se convierte en nuestro punto firme, si
ponemos en Él el ancla, si Él se convierte realmente en el único
fundamento al que estamos dispuestos a no renunciar nunca,
entonces podremos vivir animados siempre con una esperanza
cierta....
Si la miramos bien, nos daremos cuenta que el ancla que nos afirma
en Dios siempre tendrá la forma de la Cruz, ya que es allí donde
Jesús convirtió la muerte en un camino hacia la Vida, y donde
cambió la desobediencia de los hombres en fidelidad a Dios.
Precisamente por eso la Cruz está hecha a la medida humana y nos
orienta hacia el Cielo, donde nuestra condición humana puede
desplegarse en toda su grandeza...
Anclados en
Dios, nos ponemos del todo en sus manos. ¿Y en qué mejores manos
nos podremos poner? Nos dice San Pablo que Dios dispone todas las
cosas para el bien de los que lo aman. Puestos en sus manos,
estamos en manos muy seguras, como familia, como Iglesia, y
también como nación. Tendremos salud o enfermedad, ganarán unos u
otros las elecciones, habrá paz o corrupción y violencia, pero en
todo podremos encontrar caminos de salvación, si estamos
dispuestos a elegirlo a Dios por encima de todo, y nos ponemos
confiados en sus manos...
De esta manera será posible que cada uno de nosotros ponga en cada
momento lo mejor de sí mismo, para ayudar a construir también un
futuro mejor, que se va haciendo de a poco, y que en definitiva no
es ni más ni menos que el Reino de Dios. Es a través de nuestra
conversión cotidiana que se irá manifestando cada día más en este
mundo el Reino de Dios, mientras caminamos hacia la Vida eterna,
donde podrá manifestarse con toda su plenitud...