Esta fue mi predicación de hoy, 17 de abril de
2011, Domingo de
Ramos del Ciclo Litúrgico A, en el Hogar Marín:
I.-
Vídeo, en
Youtube (predicación en el Hogar Marín)
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Misa
1.
NECESITAMOS
LA FIESTA Y LA ALEGRÍA, PERO HAY QUE VIVIRLA CON LOS PIES EN LA
TIERRA... Necesitamos la fiesta, porque es parte de la vida, y por
eso la celebramos, cada vez que es posible, con la mayor alegría.
A lo largo del año, vamos buscando las ocasiones que nos permiten
hacer fiesta, celebrando siempre de algún modo este don que los
incluye todos y que recibimos de Dios, que es el don de la vida...
Sin embargo,
aunque nos haga falta y nos haga bien celebrar y hacer fiesta con
cada motivo que se nos presenta a lo largo de la vida, también es
necesario tener en cuenta que no todo es fiesta, ya que no tenemos
garantizada, ni nos puede durar para siempre, por nuestra propia
decisión y con nuestras solas fuerzas el ámbito de la fiesta, que
es la vida. Por eso es necesario hacer fiesta, pero con los pies
en la tierra, teniendo en cuenta nuestras limitaciones y la
necesidad que tenemos de la salvación, es decir, de ser rescatados
por Dios, el único que puede darnos una Vida que no se termina...
La celebración de hoy es una fiesta celebrada con los pies en la
tierra. Recibimos festivamente a Jesús con los ramos y lo
saludamos cantando ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!,
pero no cerramos los ojos ante el camino que le espera, que es el
de la Cruz. Comenzamos la Semana Santa, una Semana grande en la
que el motivo de la fiesta es el acontecimiento más fuerte de
nuestra salvación, el misterio de la Pasión, la Muerte y la
Resurrección de Jesús, y a la alegría expresada durante la entrada
solemne al Templo le sigue la lectura de la Pasión, que si nos
toma desprevenidos puede caernos como un balde de agua fría...
2. CELEBRAMOS A
JESÚS CON LOS RAMOS, SIN OLVIDAR QUE SU CAMINO ES LA PASIÓN...
Comenzamos la fiesta con un clima triunfal. Imitamos a la multitud
que recibió a Jesús cuando entraba en Jerusalén para vivir la
Semana de la Pasión. Una vez bendecidos los Ramos, los agitamos
acompañando la entrada del sacerdote en el templo, como lo hacían
ante la entrada de Jesús en la Ciudad Santa, para recibirlo como a
un Mesías, del que esperaban la salvación esperada por siglos
enteros (hay que tener en cuenta que Jerusalén estaba rodeada por
una zona desértica, en que los Ramos eran algo valioso, con lo que
se expresaba verdaderamente algo singular; si Jesús hubiera
entrado en ese momento en un estadio de fútbol, seguramente la
multitud hubiera elegido celebrarlo agitando los banderines que se
venden en sus cercanías)...
Pero no nos quedamos en la
fiesta de los Ramos. Continuamos con la lectura de la Pasión, en
la que se nos hace evidente que Jesús, sin perder la calma pero
sin escapar al camino que nos lleva a la salvación, aún a costa
del propio dolor y la propia Vida, afronta con entereza la
incomprensión de los hombres, que lo llevará a la Cruz. Nunca
podemos olvidar que éste fue el camino de Jesús que nos llevó a la
salvación, y que siempre será el camino de la Iglesia, por la que
la salvación nos llega cada día...
Podríamos meditar en la
Pasión de Jesús imaginando que nuestras culpas personales y las de
todos los hombres de todos los tiempos el motivo de tanto
sufrimiento. Pero todas las culpas no alcanzarían para que
pudiéramos comprender esta Pasión. También podríamos imaginar la
Pasión como el paradigma del sufrimiento, un resumen de todos los
sufrimientos de la humanidad, que sólo alguien que sea Dios, como
Jesús, puede asumir sobre sus espaldas, dispuesto a sufrir sin
medida para alcanzar nuestra salvación. Pero tampoco esto nos
serviría para comprender del todo la Pasión de
Jesús. Podríamos
mirarla como el mayor acto de heroísmo que alguien puede hacer, el
ejemplo supremo de alguien que está dispuesto a todo para alcanzar
un resultado, en este caso nuestra salvación, por la que Jesús da
su vida en la Cruz. Pero tampoco esto alcanzaría para comprender
la Pasión de Jesús. Porque la Pasión de Jesús es todo eso pero no
es sólo eso, es mucho más. La Pasión de Jesús es el gran acto de
Amor de Dios, que nos salva. Y hace falta contemplar el Amor de
Dios para comprender y recibir todo lo que la Pasión nos puede
dar. Se trata de un Amor sin límites, un Amor a la medida de Dios,
que viene al encuentro de nuestra condición humana herida, para
salvarnos. Se trata de un Amor que no necesita el reproche para
quienes hemos causado la Pasión con nuestros pecados, porque
precisamente se acerca a nosotros para rescatarnos con su
misericordia...
Por eso comenzamos la Semana Santa con esta celebración del
Domingo de Ramos, en la que cabe todo el contenido de la misma:
desde la alegría de la multitud que recibe con palmas y con
cantos a Jesús, el Salvador, pasando por la dureza de la
lectura
de la Pasión, hasta llegar a la presencia consoladora de Jesús
resucitado en la Eucaristía. Ya la recorreremos por partes. El
Jueves Santo nos hablará de la presencia del Amor de Jesús, en
la Eucaristía. El Viernes Santo nos detendrá en el dolor. Y la
Vigilia Pascual nos traerá la fuerza de la Vida que surge de la
Resurrección...
3. HAY QUE RECIBIR EL AMOR DE
DIOS, QUE TRIUNFA EN LA PASIÓN PARA DARNOS LA VIDA... Cada año
celebramos la Semana Santa para que la Vida de Dios, que surge de
la Resurrección de Jesús, y que ya hemos recibido en el Bautismo,
pueda renovarse y crecer en nosotros, para que nosotros mismos
podamos llegar a la Resurrección...
Se trata de una Semana,
entonces, en la que con más intensidad que en otros días,
tendremos la oportunidad de alimentarnos del Amor de Dios, a
través de los dos platos fuertes que Él nos ofrece como alimento
cotidiano: su Palabra y la Eucaristía. Ese Amor de Dios, que se
hace visible en la Pasión, es con el que hay que alimentarse, para
tener en nosotros la Vida que Jesús nos ganó en la Resurrección.
No lo perdamos de vista, ni siquiera si la necesidad de un
descanso nos lleva a destinar a eso estos días no laborables en
los que celebramos la Semana Santa a hacer algún viaje. Tengamos
presente el sentido profundo de esta fiesta, y no perdamos la
oportunidad de celebrar y recibir en estos días la Vida que surge
del Amor de Dios...