Esta fue mi predicación de hoy, 8 de mayo de 2011,
Domingo III
de Pascua del Ciclo Litúrgico A, en el Hogar Marín:
I.-
Vídeo, en
Youtube (predicación en el Hogar Marín)
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Misa
1. SIEMPRE HAY
MOTIVOS PARA LA TRISTEZA, LA AMARGURA Y LA DESILUSIÓN... El camino
de los discípulos de Emaús es el nuestro, es el camino de la vida.
Ellos iban conversando por el camino, y además estaban tristes.
Así vamos a veces nosotros caminando por el camino de la vida,
comentando con los que nos acompañan nuestras tristezas, amarguras
y desilusiones, que no nos faltan. Esos motivos de tristeza
existen siempre, es más, se van sumando con insistencia a medida
que avanzan los años...
Por mencionar sólo una de estas tristezas, amarguras o
desilusiones, podemos tener en cuenta que faltan menos de seis
meses para que lleguemos a una nueva elección presidencial en
Argentina, y sólo podamos ver entre los que están allí buscando un
lugar que discuten quién y dónde, pero a nadie parece tener alguna
idea sobre qué hará y cómo se propone hacerlo si gana la confianza
de los electores y obtiene el lugar pretendido, o al menos no nos
hablan de eso, que podría darnos quizás alguna alegría...
Esto
tiene también una contra parte muy dura y dramática, porque
mientras tanto, aunque nos parezca mentira, sigue adelante el
escándalo de la pobreza, en un país como el nuestro capaz de
generar alimentos para nosotros y para muchos más, todavía haya
niños que se mueren de hambre porque no tienen qué comer. Tenemos
derecho a preguntarnos hasta cuándo podemos quedarnos sólo
preguntándonos quién y cuándo, en vez de pasar a preguntarnos, y
sobre todo respondernos, qué y cómo se debe hacer para crecer más
y con mayor justicia...
A veces da la
impresión que no sólo los automóviles chocan en nuestras rutas,
que no parecen estar en muy buen estado. Parecería también que
nuestra misma República, que no logra afirmar sus sistema
democrático y no parece contar con grandes demócratas a la vista,
va destino a un choque, que tardará más o menos pero que llegará
algún día, postrándonos de una manera que hoy todavía no llegamos
a vislumbrar...
Sin embargo, vemos también signos de esperanza, como el
Congreso sobre Doctrina
Social de la Iglesia que los Obispos argentinos convocaron
desde el viernes y hasta hoy al mediodía en Rosario, al que
acudieron más de 1300 personas, entre ellas más de quinientos
jóvenes, dispuestas a escuchar lo que proviene de la Palabra de
Dios y pone luz y esperanza en nuestra vida. Esto nos ayuda a
tener en cuenta que es Jesús resucitado quien nos permite pasar de
las amarguras y las tristezas a la alegría. Para ello, de la misma
manera que lo hizo con los discípulos de Emaús, Jesús nos acompaña
en el camino de la vida y espera que le abramos el corazón para
que, una vez que hayamos volcado con sinceridad nuestras tristezas
y amarguras, pueda hacernos arder el corazón, explicándonos todo
lo que sobre Él, especialmente de su misterioso camino de Cruz que
lleva a la Resurrección, se dice en las Escrituras...
2. JESÚS SE QUEDA CON
NOSOTROS, Y NOS EXPLICA TODO DESDE LA EUCARISTÍA... En el
encuentro de los discípulos de Emaús con el Señor, ellos lo
reconocieron en la fracción del pan, es decir, en la celebración
de la Eucaristía. Pero antes, todavía de camino, Jesús les abrió
el corazón a la fe, explicándoles todo lo que se decía de Él en
las Escrituras, especialmente los padecimientos como camino hacia
la gloria. Eso es precisamente lo que sucede en la primera parte
de la Misa, en la que Jesús se hace alimento en un plato fuerte
que robustece nuestra fe, en cada Misa. La Misa es un misterio de
Luz, porque este plato fuerte de la Palabra de Dios, que se sirve
con abundancia en la Eucaristía, pone luz sobre todas las
circunstancias de nuestra vida...
Con
la mente iluminada por la
Palabra de Dios, y el corazón ardiente por la fe, podemos
responder a los que nos toca en el camino de la vida. Los ojos de
la fe, encendida en nuestros corazones por la Palabra de Dios, al
punto de hacerlos arder, nos permiten ver realmente presente a
Jesús en los signos del Pan y del Vino, que no sólo representan a
Jesús, sino que lo hacen verdaderamente presente entre nosotros.
Así fue como los discípulos de Emaús pudieron reconocer a Jesús en
la fracción del Pan. En ese momento Jesús ya no estuvo visible
ante ellos con su figura humana, porque ya no hacía falta que así
fuera. Una vez que lo reconocieron, les bastaba con su no menos
real presencia eucarística...
Por eso la Eucaristía no es
sólo un misterio de Luz que nos ilumina, sino también un misterio
de Presencia que nos anima. Con la Eucaristía Jesús responde a la
súplica de los discípulos de Emaús y a la de la Iglesia entera,
como así también a la nuestra: "Quédate con nosotros, Señor". Y Él
se queda, hasta el fin de los tiempos. Ya nunca más podemos estar
solos. Jesús estará siempre con nosotros, hasta el fin de los
tiempos. Y bastará que nos acerquemos a una Iglesia en la que
encontremos un Sagrario con su lucecita roja encendida, para saber
que allí está Jesús, presente para siempre en la Eucaristía...
El nombre mismo de la Misa nos dice la primera actitud que
despierta en nuestros corazones esta presencia de Jesús. Porque
Eucaristía, término de origen griego, significa acción de gracias.
Y
gratitud es lo que la Eucaristía debería inspirar siempre en
nosotros. Porque se trata de la presencia de Jesús ofreciéndose al
Padre en el altar de la Cruz, para obtener para todos los hombres
la apertura del Cielo. Los cristianos deberíamos esmerarnos
continuamente en dar testimonio ante todos de la presencia de Dios
en el mundo...
3. EL ENCUENTRO CON JESÚS NOS
LLENA DE ESPERANZA Y ENCIENDE NUESTRO AMOR... El encuentro con
Jesús en la Eucaristía, recibir su Luz y gozar de su Presencia, es
una fuente continua de esperanza. La Luz que Jesús nos da y su
Presencia que nos anima hacen surgir en nosotros las buenas ideas
sobre qué hacer con nuestra vida. Ante las circunstancias que a
cada uno de nosotros nos toca vivir siempre será posible la
esperanza, si la alimentamos en nuestro encuentro con Jesús, un
encuentro siempre personal, para el que disponemos todo el tiempo
que queramos, en realidad todo el tiempo que le dediquemos a la
oración. Así podremos recibir su Luz y gozar de su consuelo en la
Eucaristía...
Pero la alegría
que proviene de la fe, no puede conservarse si no es como se puede
conservar cualquier otra alegría, es decir, compartiéndola. Todos
los dones de Dios, y también la alegría que proviene de
encontrarse con Él, sólo se conservan teniendo las manos bien
abiertas para llevarlas a los demás. Por eso, el encuentro de Juan
Pablo II con Jesús en la Eucaristía era también el alimento y la
fuente de donde surgía su inmensa caridad y su espíritu misionero
que lo llevó por todos los rincones del mundo...
El encuentro con
Jesús nos llenará siempre de alegría, encenderá nuestros corazones
y nos hará sus testigos. En nuestra oración podremos hablarle a
Jesús de nuestras tristezas, amarguras y desilusiones, Él en
cambio nos hablará de la Vida y será así el motivo de nuestra
alegría. Por eso quien conoce a Jesús, quien se encuentra con Él,
encontrará motivos para abrir no sólo el corazón sino también las
manos, y ser así testigo del amor de Dios con ese amor sencillo y
concreto con el que estamos llamados a responderle cada uno de
nosotros cada día...