Esta fue mi predicación de hoy, 3 de abril de 2011,
Domingo IV
de Cuaresma del Ciclo Litúrgico A, en la Abadía Santa Escolástica
y en el Hogar Marín:
I.-
Vídeo,
en Youtube (predicación en el Hogar Marín)
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Misa
1. HAY
MUCHOS
MODOS DE VER, Y MUCHOS MODOS DE ESTAR CIEGO... Hay quienes desde
su nacimiento han estado privados del sentido de la vista. A
quienes no nos ha sucedido esto nos resulta muy difícil
imaginarnos como sería para nosotros el mundo si no pudiéramos ver
las formas y los colores. Sin embargo quienes han nacido sin el
sentido de la vista han desarrollado mucho más que nosotros los
otros cuatro (el oído, el olfato, el gusto y el tacto), de modo
que pueden percibir con su propia claridad el mismo mundo en el
que nosotros estamos...
Hay otros que por
una enfermedad o por un accidente han perdido en parte o
totalmente la vista, o la vamos perdiendo con el paso del tiempo.
Con un esfuerzo mayor o menor, según el caso, en ese caso se hace
necesario aprender a prescindir de un sentido que antes se tenía,
y a reemplazarlo con el desarrollo de los otros, para poder
moverse en este mundo que antes se podía ver y que ahora sólo se
puede percibir sólo con los otros sentidos...
A otros, finalmente, aunque tengamos en suficiente buen estado la
vista, nos puede suceder más de una vez que tengamos alrededor de
nosotros cosas que son para todos evidentes, y que sin embargo
nosotros no alcanzamos a ver.
En mi tarea de profesor y de
Juez yo tengo que escribir mucho, así como también corregir lo que
escriben otros. Es notable cómo, especialmente desde que se
utiliza para esto la computadora, con la que es muy fácil volver
hacia atrás y cambiar lo que se ha escrito, se van amontonando una
cantidad de errores que el ojo del que escribe no es capaz de ver:
frases incompletas, palabras que se repiten, artículos que no
conjugan con los sustantivos, y cosas semejantes. Las vemos con
facilidad en lo que escriben otros, pero no en lo que escribimos
nosotros (por eso yo siempre aconsejo que cuando hemos terminado
de escribir algo importante se lo pasemos a otro que lo lea y lo
corrija, es muy seguro que encontrará errores que nosotros no
supimos o no pudimos ver)...
Pero además, no sólo con la vista se ve. También con el corazón y
con la inteligencia se pueden ver muchas cosas que escapan al
sentido de la vista, o se las puede dejar de ver. Por eso es que
existe ese refrán tan cargado de sabiduría popular, que nos dice
que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Por eso también
hoy Jesús quiere abrirnos, no sólo los ojos, sino también el
corazón, para que queramos y podamos ver, a la luz de la fe...
2. LA FE NOS
ABRE LOS OJOS, PARA QUE VEAMOS LO QUE DE OTRO MODO NO SE PUEDE
VER... Nosotros nacemos de nuevo, para la Vida que viene de Dios,
en el Bautismo. Y cuando somos bautizados, recibimos el don de la
fe. Esto no da una nuevo horizonte, ya que a partir del Bautismo
nuestra vida tiene un destino de eternidad. Con los ojos de la fe,
recibida en el Bautismo, podemos ver mucho más allá de aquello que
podemos captar con los sentidos. Con los ojos de la fe nos abrimos
al sentido profundo de la vida y lo que en ella nos toca hacer
para alcanzar la meta de Vida eterna a la que Dios nos ha llamado,
el Cielo. La fe nos permite mirar las cosas de otro modo,
concentrándonos en lo que es verdaderamente importante, sin caer
en distracciones o discusiones estériles, como las de los
fariseos, que se pelean entre ellos y discuten porque Jesús curó
al ciego de nacimiento en un día sábado, en el que no se podía
trabajar, en vez reconocer que hizo lo que ellos no eran capaces
de hacer...
Muchos nos han dejado el
testimonio de su propia vida iluminada por la fe. Recordemos a San
Agustín, en sus
Confesiones,
a Santa Teresa de Jesús, con su
Libro
de
la Vida, a Santa Teresita del Niño Jesús, con sus
manuscritos autobiográficos reunidos en
Historia
de
un alma, así como también a Juan Pablo II (para
cuya
beatificación
faltan sólo cuatro semanas), en su último libro testimonial,
Memoria
e identidad, publicado a fines de enero de 2005,
pocos
meses antes de su muerte, ocurrida el 2 de abril. Todos ellos nos
muestran en sus escritos cómo la fe los ayudaba a ver en medio de
la oscuridad...
El mal se hace ver con insistencia, y a veces deja en la sombra
todo el bien que hay a nuestro alrededor. Sin embargo, como nos
recordaba Juan Pablo II en el libro recién mencionado, el mal está
derrotado para siempre, porque en la Cruz Jesús le dio una enorme
paliza de la que no se puede recuperar, porque ha sido vencido
para siempre, haciendo del dolor un camino hacia la salvación y de
la muerte un camino hacia la Vida. Si todavía el mal tiene alguna
presencia, es sólo porque Dios lo permite, para que su presencia
nos incentive para hacer el bien, hay un «límite impuesto al mal
por el bien divino», y es la misericordia (
Memoria e identidad,
pág. 29 y siguientes). Los ojos de la fe nos permiten percibir el
triunfo definitivo, que nos muestra Jesús desde la Cruz, del bien
sobre el mal, y nos permiten también sumarnos a él. De manera
silenciosa, como Jesús en la Cruz, sin levantar la voz, y haciendo
siempre el bien...
3. RENOVANDO NUESTRO
BAUTISMO, PODEMOS VIVIR A LA LUZ DE LA FE... Como el ciego al que
Jesús le abrió los ojos, también nosotros podemos ponernos en sus
manos, para que nos abra cada día los ojos de la fe, a través de
su Palabra y sus Sacramentos. De hecho, eso es lo que intentamos
hacer de una manera especialmente intensa en este tiempo de
Cuaresma preparándonos para celebrar la Pascua, en la que
renovaremos nuestro compromiso bautismal, ya que la Vida que
recibimos en este Sacramento llega a nosotros por la muerte y la
Resurrección redentora de Jesús. Poniéndonos en las manos de
Jesús, dejándonos purificar por Él con la mirada de la fe,
encontraremos todo el bien que cada uno de nosotros podemos hacer
desde el lugar y en la ocupación que nos toca en la vida...
Desde
el día de nuestro
Bautismo, con el que fuimos llamados a alcanzar la Vida eterna,
Jesús llena de luz nuestra vida y nuestro camino por medio de la
fe. De esta manera, cada vez que renovamos lo que en nosotros hizo
el Bautismo, se llena de luz el camino de nuestra vida, y se nos
hace posible encontrar lo que en ella tenemos que hacer para
alcanzar la meta a la que hemos sido llamados...
En el trato cotidiano, en la tarea de cada día, con el vecino
y
con el hermano,en todas las circunstancias y situaciones de
nuestra vida, la luz de la fe nos ayuda a saber lo que nos toca
hacer. Con el que está cerca y con el que nos resulta lejano,
con
el amigo y con el adversario, con el que piensa igual y con el que
disentimos en todo, con todos ellos podemos intentar, movidos
por
la fe, ser más buenos, más justos y más veraces, ya
que, como nos
ha dicho hoy San Pablo, estos son los frutos de la luz con la que
Jesús nos señala el camino, aún en medio de las tinieblas que nos
rodean en este mundo oscuro en el que vivimos. Preparándonos a
renovar nuestro Bautismo en la celebración de la Pascua,
necesitamos aprender cada día de nuevo a hacer todo a la luz de la
fe...