Esta fue mi predicación de hoy, 20 de marzo de
2011, Domingo II
de Cuaremsa del Ciclo Litúrgico A, en el Hogar Marín:
I.-
Vídeo, en
Youtube (predicación en el Hogar Marín)
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Misa
1. ES
MÁS FÁCIL
EMPRENDER LA MARCHA CUANDO SE VE CON CLARIDAD LA META... Mañana es
lunes, y muchos comenzarán su régimen de comidas, que suelen
iniciarse "los lunes" (a veces se abandonan ya el martes). Será
mucho más fácil emprenderlos, si se tiene clara la meta y ésta es
buena. No se trata sólo de una cuestión estética sino en un debido
cuidado de la salud. Si nos sube la presión, el médico seguramente
querrá que comamos sin sal (si nos suben los kilos, que comamos
sin grasas, y si nos sube la glucemia, que comamos sin azúcares y
con pocos hidratos de carbono). ¿De dónde sacamos fuerza para
hacerle caso al médico, si no nos convencemos de las ventajas que
tendremos alcanzando la meta de una mejor salud? Lo mismo pasa con
cualquier tratamiento médico. Para dejar de fumar hay que estar
convencidos de la ventaja de tener más limpios los pulmones...
A los
deportistas les sucede lo mismo. No necesariamente alcanzan los
mejores resultados los que tienen mayor capacidad natural para el
deporte sino los que con la atención fija en las metas que se
proponen, pueden poner más empeño en desarrollar sus capacidades
al máximo, y son capaces de esforzarse más en el entrenamiento y
la capacitación continua. Ya lo decía un director técnico que
alcanzó un título mundial con la selección argentina: el mejor
pateador sólo alcanzará su mejor rendimiento posible si todos los
días después de su entrenamiento habitual, se queda un buen rato
pateando, hasta lograr dirigir la pelota exactamente donde
quiere...
También vale esto para los jóvenes que emprenden una carrera
profesional. Si tienen clara la meta que quieren alcanzar,
podrán poner todos los medios y todos los esfuerzos que los
mantendrán en el camino y les permitirán llegar a lo que
buscan...
En realidad, esto mismo nos
sucede a todos nosotros con la vida, que es un camino. De manera
especial podemos asumir que en este caso se trata de un camino
en el que sin la más mínima duda lo más importante es la meta a
la que nos lleva (aunque a veces estamos tan entretenidos en la
marcha que nos olvidamos por completo de la meta). Y es más
fácil recorrerlo, si vemos con claridad y estamos convencidos de
la meta detrás de la cual vamos durante todo su recorrido...
Dios nos llama, como llamó a Abraham, a ponernos en marcha hacia
una tierra prometida. Somos peregrinos en esta tierra, como
decimos en una canción que se suele utilizar en la Liturgia al
comienzo de la Misa. Nuestra marcha es hacia la Casa paterna,
hacia el Cielo. Y, como nos dice San Pablo en la segunda lectura
de hoy, hace falta padecer sufrimientos si nos tomamos en serio
esta Buena Noticia en la que consiste esencialmente el
Evangelio. En ese sufrimiento nos sostiene la fortaleza de Dios,
que nos ayuda tener siempre presente la meta...
2. JESÚS TRANSFIGURADO NOS
MUESTRA LA META, PARA QUE NOS ANIMEMOS A ASUMIR LA CRUZ... Eso
fue lo que hizo con los Apóstoles Pedro Santiago y Juan,
inmediatamente después de haberles anunciado que su camino
pasaría por la Cruz. Y para animarlos, apareció ante ellos
transfigurado, con el rostro resplandeciente como el sol y las
vestiduras blancas como la luz, mostrándoles anticipadamente el
final que alcanzaría con la Resurrección. Nosotros también
estamos hechos para la gloria y para la resurrección. A su lado,
estaban Moisés y Elías, que representan la Ley y los Profetas,
es decir, toda la Palabra de Dios. Y Dios Padre les decía en ese
momento, refiriéndose a Jesús con autoridad y con vehemencia, y
nos dice ahora a nosotros: «¡Escúchenlo!»...
Jesús, la Palabra de Dios,
nos dice que, al ponernos en marcha tenemos que dejarlo todo,
como hizo Abraham. No se puede cargar nada de lo que juntamos o
acumulamos. Por la "aduana" de destino sólo puede pasar lo que
hayamos dado. Toda la Palabra de Dios es una Palabra de Amor que
nos exhorta a comprender que no hay otro camino que no sea el
amor, la generosidad, la solidaridad y la entrega. Ahora es el
tiempo, entonces, para dar, con generosidad. Y para saber cómo
hacerlo, basta con mirar alrededor, y hacer lo que necesita el
que tenemos sentado al lado. Así podremos asumir cada uno la
tarea que nos toca, sin importar si es grande o pequeña, ya que
lo que importará será que pongamos en ella. Por ejemplo, aquí en
el Hogar Marín para unos será lavar o secar los platos, para
otros poner o levantar la mesa, quizás para otros regar las
plantas o barrer las hojas, para alguno más será conversar un
poco con el que está más triste o más solo, también para alguno
será ayudar al que no puede caminar o desplazarse solo en la
silla de ruedas, quizás para alguno será hacer rosarios, y para
otro rezarlos. Y del mismo modo, en el resto del mundo cada uno
tendrá su tarea. Todas ellas se realizarán bien con pequeños o
grandes actos de amor, que nos hacen avanzar en nuestro
camino...
Esto no se hace sin sufrimiento. El amor nos lleva a entregar la
vida buscando el bien de nuestros hermanos. Esto requiere
esfuerzo, ánimo, constancia. Por eso, porque nos puede invadir
el desaliento o el cansancio, Jesús nos muestra la meta, como a
los Apóstoles. Mientras caminamos en esta Cuaresma por este
camino de fe que nos hace crecer en el amor, Jesús nos ayuda a
levantar la mirada, para que viéndolo a Él transfigurado, con el
rostro resplandeciente y las vestiduras blancas, tal como será
después de la Cruz gracias a su Resurrección, recordemos y
tengamos siempre presente, a la hora de la Cruz, que nuestra
meta es el Cielo...
3. PARA NO
TROPEZAR EN LAS PIEDRAS DEL CAMINO, HAY QUE TENER SIEMPRE A LA
VISTA LA META... El camino de la fe tiene sus piedras de
tropiezo. Ya vimos el Domingo pasado qué pasa cuando aparecen
bajo la forma de la tentación, cómo se hace para superarlas.
Pero no alcanza caminar sólo con la mirada fija en el piso,
mirando sólo las tentaciones, porque tarde o temprano caeremos
en ellas. Fijar la mirada en el piso puede servir para no
llevarse por delante los escalones o para no caerse en los
agujeros que a veces hay en las calles de Buenos Aires. Pero no
sirve para el camino de la vida, para el cual hace falta tener
siempre a la vista la meta...
Todos los
grandes santos tuvieron sus momentos de oscuridad. Nos lo cuentan
con detalle Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz y Santa
Teresita del Niño Jesús, entre otros. Y todos ellos nos muestran
que lo que siempre los sostuvo fue elevar la mirada, como los
Apóstoles ante Jesús transfigurado, para encontrar en el Cielo el
ánimo para afrontar los momentos de la Cruz...
En esos momentos de oscuridad hace falta buscarse el tiempo, por
ejemplo a través de momentos dedicados especialmente a la oración,
como estamos llamados a hacer con más intensidad en todo este
tiempo de Cuaresma, para recordar, con la mirada dirigida hacia le
Cielo, que allí está nuestra meta. Así podremos recobrar el
entusiasmo que necesitamos para poder cargar con alegría la Cruz y
asumir todos los sufrimientos que inevitablemente aparecen si
queremos ser fieles al Evangelio. Así es nuestra marcha hacia el
Cielo, hacia donde vamos...