Esta fue mi predicación de hoy, 20 de noviembre de
2011,
Solemnidad de Crsito Rey del Ciclo Litúrgico A, en la Abadía Santa
Escolástica y en el Hogar Marín:
I.- Vídeo,
en
Youtube y
en
Facebook
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Misa
1. SI MARCAMOS
LA VIDA CON CICLOS, PREPARAR LAS CELEBRACIONES SIRVE PARA PONERNOS
AL DÍA... Todos siempre parcamos nuestras vidas con ciclos. Y de
esa manera encontramos mas profundamente el sentido de nuestra
vida, dejamos que el calendario la vaya marcando. Celebramos, y a
veces de manera muy especial porque las cifras son redondas,
nuestros cumpleaños, las religiosas su profesiones religiosas y
los sacerdotes nuestras ordenaciones...
La preparación
de las celebraciones nos pone ante grandes oportunidades, porque
son ocasiones que siempre nos llaman a parar un poco la marcha y
levantar la mirada, para descubrir las tareas que nos han quedado
pendientes. Mirar el camino recorrido ayuda a tener en cuenta lo
que todavía nos hace falta hacer...
Pero así como
cada uno tiene sus propias celebraciones, también están las que
celebramos todos juntos, como la de hoy, la Solemnidad de Cristo
Rey, la culminación del año litúrgico. Ya el próximo domingo
comenzaremos a recorrer un nuevo año litúrgico con el tiempo de
Adviento que nos prepara para la Navidad, ya que aunque la
historia es lineal y no puede repetirse ya que siempre avanza
hacia adelante si que pueda volverse hacia atrás o repetirse, una
nueva celebración de todo el año litúrgico nos puede permitir
alimentarnos más vivamente de este misterio haciendo nuestra la
salvación que Jesús vuelve a ofrecernos. Mientras tanto, la
celebración de Cristo Rey nos permite hoy resumir todo el
significado del misterio de Jesús, presente entre nosotros para
acercarnos a Dios. Y la proclamación del Evangelio hoy nos pone
ante los ojos el modo con el que Él se presenta ante nosotros...
2. JESÚS
SIEMPRE NOS ESPERA EN LOS MÁS
PEQUEÑOS DE NUESTROS HERMANOS... Jesús nos llama a través de las
necesidades de cada uno de nuestros hermanos para que vayamos a su
encuentro, para que vayamos a atenderlo con nuestra buena voluntad
y
nuestro amor...
Todos nosotros sabemos y no necesitamos para eso que la televisión
y la radio nos lo digan
y nos lo muestren, como lo hacen a veces. Tendríamos derecho,
incluso, a
desconfiar de las olas de imágenes que nos inundan cuando la
pobreza se
convierte en noticia, ya que también el hambre puede utilizarse
vilmente para hacer campañas políticas. El hambre y la pobreza, la
falta de trabajo y de
la voluntad de educar están presentes también cuando no salen en
los
medios masivos de comunicación. Hay muchas situaciones de pobreza
que
no aparecen en los
medios y son un lacerante realidad, a las que responde Cristo Rey
a
través del amor de aquellos que lo dejan reinar en sus
corazones...
Allí nos espera
Jesús,
en cada uno de los más
pequeños de nuestros hermanos, que claman desde sus necesidades, y
nos
muestran el rostro de Cristo que se acerca a nosotros, esperando
el
amor como el fruto preciado de nuestra fe. Dios nos hizo a su
semejanza, y en lo que más nos parecemos es precisamente en
nuestra
capacidad de amar, es decir, de ocuparnos de las necesidades de
nuestros hermanos, sin más interés que su propio bien. Un amor,
entonces, que no es sólo un sentimiento más o menos duradero, sino
una
decisión perseverante de ocuparnos del bien de nuestros hermanos,
haciendo por ello todo lo que está en nuestras manos...
Tengamos en cuenta que, a la hora del balance final, cuando
lleguemos a las puertas del Cielo, Jesús no nos preguntará cuántas
veces nos hemos confesado, cuántas veces hemos ido a Misa, o
cuántas
veces o cuántos Rosarios hemos rezado. Todas estas prácticas de
piedad
nos ayudarán a alimentar y expresar nuestro amor a Dios, y a
fortalecernos para vivir perseverantemente comprometidos en el
amor,
sobretodo cuando recibamos como pago la ingratitud o la
indiferencia.
Pero a la hora del balance final Jesús simplemente nos pondrá a
prueba,
con el filtro del amor, que pondrá en evidencia si lo hemos
atendido en
nuestros hermanos pequeños...
3. HAY
QUE PREPARARSE CON AMOR
PARA LA FIESTA DEL REINO DE DIOS, EL CIELO... Como hemos dicho ya
en el
Domingo
pasado, el Cielo, que es la fiesta completa y total
del amor
de Dios, no se improvisa. Por esta razón, sólo con amor el corazón
se
enancha de una manera tal que se hace capaz de disfrutar el
Cielo...
Hay
que
tener en cuenta, sin
embargo, que en el medio del amor está la Cruz. Porque se trata de
una
amor capaz de construir paciente y perseverantemente el bien de
nuestros hermanos. Son los gestos de amor de cada día, grandes o
pequeños, con los que acudimos en auxilio del que tiene hambre o
sed,
del que está sin techo o sin ropa, del que está enfermo o en la
cárcel,
los que nos preparan para la fiesta del Amor de Dios...
Las necesidades de los que en nombre de Dios golpean a nuestra
puerta
podrán ser las que Jesús menciona en la parábola de hoy, u otras
semejantes. Pero seguirán siendo siempre estos "embajadores de
Jesús",
con quienes Él se identifica, hasta el punto de decirnos que
cuando los
atendemos a ellos es a Él a quien atendemos y cuando los dejamos
sin
respuestas es a Él a quien hemos dejado de atender, los que vengan
a
golpear nuestra puerta. De la misma manera, seguirá siendo sólo la
respuesta del amor la que nos vaya preparando para la fiesta del
Cielo.
Hoy celebramos a Jesús como Rey, culminando el año litúrgico en el
que
hemos ido recorriendo todo su misterio, desde que comenzamos a
preparar
la Navidad pasada. Es momento para tener en cuenta que el Reino de
Dios, que se manifestará plenamente en el Cielo, es el Reino del
amor.
Y es con el amor con el que se anticipa y se prepara el Cielo. Se
trata de ponernos al día para servir en el amor de Dios de una
manera más intensa cada día...