Esta fue mi predicación de hoy, 26 de junio de
2011, Solemnidad
del Cuerpo y la Sangre de Jesús del Ciclo Litúrgico A, en la
Abadía Santa Escolástica y en el Hogar Marín:
I.- Vídeo:
en Youtube -
en Facebook
II.- Versión escrita
III.- Lecturas bíblicas de la Misa
1.
EL FRÍO, EL
HAMBRE Y EL SENTIDO DE LA VIDA NOS DICEN QUE SOMOS NECESITADOS...
Cuando llegan estos días de frío nos hace falta una bufanda si
queremos salir fuera de casa. Necesitamos el abrigo cuando llega
el frío. Si salimos de casa sin abrigarnos, es seguro que nos
vamos a resfriar. Si en casa tenemos calefacción en nuestra casa
estamos mejor, porque siempre necesitamos algo que nos dé calor
cuando llega el frío del invierno....
También
necesitamos algo para comer, cada día. Y aún estando en un lugar
tan lindo como el Ponte Vecchio en la Ciudad de Florencia, en
Italia, si no se tiene algo para comer se hará necesario mendigar,
para tenerlo. "Por el amor de Dios", pediremos que llegue a
nosotros el alimento, que necesitamos de manera tal que sin él no
subsistimos...
Pero
esto no es todo, además del abrigo y del alimento, necesitamos un
sentido para la vida. Necesitamos tener hacia dónde mirar y hacia
dónde caminar. Todo esto nos muestra que, como personas humanas,
hechas a semejanza de Dios (pero sin ser "dioses"), estamos
siempre necesitados. Siempre estamos necesitando algo porque
siempre nos falta algo, mientras no lleguemos a la plenitud para
la que Dios nos ha hecho, el destino para el que nos ha hecho
capaces de caminar...
Por eso cuando Jesús nos habla del pan nos está hablando en
realidad de todo lo que nos hace falta: el abrigo, el alimento,
como muchas otras cosas, pero fundamentalmente de un sentido para
nuestra vida, que Él mismo nos da. Y por eso cuando celebramos en
la Solemnidad de hoy, el cuerpo y la Sangre de Jesús, lo
celebramos a Él mismo, que nos abrió las puertas del Cielo con su
Resurrección ha querido quedarse con nosotros para ser el alimento
que nos fortalece y nos renueva en el camino, mientras se llena de
sentido nuestra vida...
2. ALIMENTADOS POR JESÚS, ÉL
NOS SOSTIENE CON LA EUCARISTÍA Y CON SU PALABRA... Celebramos de
manera solemne esta presencia de Jesús porque en el Sacramento de
la Eucaristía no sólo contamos con sus mayores dones, sino que Él
mismo se hace presente, para ser nuestro sostén y nuestro apoyo en
nuestro camino hacia la Vida eterna. Teniéndolo a Jesús, podemos
estar seguros que nada nos faltará, ya que Él es verdaderamente la
salvación para todos los hombres y mujeres de todos los tiempos, y
con Él Dios nos da verdaderamente todo lo que nos hace falta...
La Eucaristía es una
celebración que nos pone ante Jesús ofreciéndose por la salvación
de todos en el sacrificio de la Cruz, entregando su Cuerpo y
derramando su Sangre por el bien de todos, y poniéndose a
disposición de todos como alimento...
Jesús nos alimenta en el Altar con una doble Mesa,
con dos
platos fuertes: su Palabra, y el Sacramento de la Eucaristía. Con
este alimento tenemos todo lo que nos hace falta. La Palabra que
nos instruye, nos guía, nos corrige, nos consuela y nos orienta. Y
la Eucaristía que nos nutre y nos hace participar en la Vida de
Dios, y que reservamos en el Sagrario de las Iglesias, no sólo
para poder llevarla a los enfermos, sino también para que, puestos
a sus pies en humilde adoración, podamos experimentar casi
sensiblemente la presencia consoladora de Jesús, que nos acompaña
en nuestro camino al Cielo...
Como
Él mismo nos
dice, Jesús es el alimento verdadero que puede llenar nuestras
necesidades. El es la Vida eterna que Dios nos ha ofrecido.
Jesús que es alimento en su Eucaristía y en su Palabra, con la
que nos da a conocer su Voluntad. Alimentarse de Jesús es
también, entonces, alimentarse de la Voluntad de Dios, para
hacer de nuestra vida lo que Él quiere, para vivir como Dios
quiere que vivamos, y encontrar así en Él el sentido de
nuestra vida...
3. FORMAMOS UN
SOLO CUERPO: UNIDOS EN EL AMOR PARA PODER SOSTENER A LOS OTROS...
Jesús eligió el pan como signo sacramental de su entrega. El pan,
hecho de muchos granos de trigo, que se parte entre todos los que
se sientan a una misma mesa. Su Cuerpo y su Sangre se hacen para
nosotros alimento, y nos permiten vivir unidos a Jesús y fieles a
su Palabra. Pero el pan también nos representa de una manera muy
fuerte lo que sucede cuando nos unimos a Jesús. Si san Pablo nos
dice que alimentándonos de un mismo Pan somos un solo cuerpo, no
nos habla sólo de un signo sino de una realidad...
Somos el Cuerpo
de Cristo, porque nos hemos unido a él. Así como diversos granos
de trigo se funden en la harina con la que se hace un mismo pan,
así también nosotros, unidos a Jesús, nos hacemos en Él un solo
Cuerpo, en el que, a la vez que somos sostenidos por Jesús, y como
consecuencia de ellos, nos sostenemos unos a otros y somos
sostenidos por el amor fraterno...
Cada uno de nosotros somos pan que se parte en la mesa que Dios
tiende a nuestros hermanos, y que ellos pueden compartir, si
nosotros no se lo impedimos. Sabemos que Jesús acude en auxilio de
todos los que lo necesitan para sostenerlos en todas sus
necesidades y en sus aspiraciones de trascendencia, pero también
que para ello cuenta con nosotros. ¡Es Voluntad de Dios que los
demás se alimenten de nosotros, que se sirvan de nosotros! Es la
Voluntad de Dios, que nos prepara como cada día la Mesa del altar,
el banquete celestial en su casa, en la Vida que nos ha regalado y
nos ha ofrecido...