Una Iglesia dispuesta a la conversión...
Queridos amigos:
1.
SE ACERCA LA NAVIDAD, Y ALGUNO PUEDE PENSAR QUE NO TIENE POR QUÉ
ALEGRARSE... La
Navidad es una
fiesta no solamente solemne, sino además grande, de nuestra
fe. Y por
sus características propias, heredadas del comienzo de su
celebración
en Europa, es una fiesta familiar. A fines de diciembre
allí hace mucho frío, y todo invita a quedarse
dentro de las casas, al
calor del hogar...
Esto mismo hace que, a medida que vamos avanzando en la edad, alguno
pueda encontrarse ante esta fiesta sin ánimo para festejar.
Porque de
una manera más o menos cercana, a medida que crecemos, son
más los
seres queridos, parientes o amigos, que pueden faltar porque se han
muerto, desde la última Navidad, y esto hace
difícil, si no amargo, el
brindis y la felicidad...
Por otra
parte, en nuestra patria es fácil que
nos gane la incertidumbre con tantas noticias de ollas cuyas tapas
parecen levantarse y dejan aparecer olores sospechosos de
corrupción. Muchos
se preguntan, y seguramente tendrán razones para hacerlo, si
volverá
a repetirse otra vez más de lo mismo. Los problemas de fondo parecen
resistir gozando de buena salud, sin encontrar solución...
Volviendo de Roma,
como yo hace apenas unas horas, no pude dejar de mirar al Papa, con
su catequesis semanal de los miércoles, siempre dicha donde sea que
se encuentre. Y aún con la confortación que la fe le da al Papa no
dejan de verse las huellas del peso que le toca llevar. Tiene
grietas la Iglesia de la que él es no sólo el puente por
antonomasia, el Sumo Pontífice sino además el garante de la fe. La
Iglesia que le toca conducir está también ella marcada por el
pecado, que la marcan desde dentro de sí misma con su propia
debilidad. Estas huellas de su miserias son aún más amargas que las
que le vienen infligidas desde afuera de ella misma. La voz del Papa
no se calla, permanece incólume. Aunque haya en su propia tierra,
Alemania, quienes no pierden oportunidad para caerle encima con todo
lo que pueden. Y fuera de Alemania también están los que esperan
cualquier oportunidad que les permita "darle fuerte". Dentro mismo
de la Iglesia encuentra el Papa motivos de aflicción...
Por todo esto, más que nunca, hay que volver la mirada y el
corazón al
centro de la Navidad, para poder festejar. Hay que llegar a la
fuente
de la verdadera alegría, que es Jesús, y que
siempre, cualesquiera sean
los motivos de nuestras tristezas, amarguras y frustraciones, quiere
y
nos la puede dar...
2. ES SÓLO PARA
AUDACES PREPARAR EL CAMINO DE
UN NIÑO QUE ES DIOS Y TRAE LUZ... Para celebrar la Navidad
con profunda
y verdadera alegría basta con recibir a Jesús, el
único que la puede
dar en forma consistente y definitiva. Por eso San Juan Bautista,
llamado justamente el Precursor, porque abrió los caminos
para que
pudiéramos reconocer a Jesús, nos llama
también en este tiempo a
preparar el camino y allanar los senderos para que Jesús
llegue a
nosotros. Jesús que viene como la Luz que puede disipar
todas nuestras
tinieblas...
Jesús viene, Dios hecho Niño, para que, como dice
Isaías, "el lobo
habite con el cordero, el leopardo se recueste junto
al cabrito, el
ternero y el cachorro de león estén
juntos, la vaca y la osa vivan en
compañía, sus crías se recuesten
juntas, y el león coma paja lo mismo
que el buey" (ésta es su descripción de los
tiempos de la salvación que
viene de Dios). Podríamos imaginar que esta es
sólo una descripción
poética, y muy bien lograda, por cierto, de un tiempo de
paz, imposible
o muy difícil de alcanzar. Pero también
podríamos tomarnos en serio
esta descripción que hace Isaías, y asumirla como
la consecuencia que
es posible esperar si nuestros corazones se vuelven a Dios para
recibirlo en esta Navidad. Si buscáramos otras
imágenes, más propias de
nuestro tiempo, traduciríamos adecuadamente su pensamiento
diciendo que
Jesús viene para que se dé un encuentro fraterno
entre el obrero y el
patrón, el político y el que vota, el
que respeta las normas de
convivencia (¡la ley!) y el que hasta ahora pensaba que los
"vivos" no
tienen que sujetarse a ellas, y todo esto "conducidos por un
niño
pequeño", dice Isaías. Nosotros sabemos que este
Niño es Jesús, y
que es Dios. Al recibirlo, se abre el camino a la paz...
Preparar el camino para que venga este Niño, que es Dios y
trae Luz,
consiste simplemente en remover todos los obstáculos que
impiden que
llegue de verdad a nuestro corazón. Significa la
decisión de cambiar de
rumbo en todo aquello en lo que lo hayamos errado. Sin temor a la
Palabra de Dios, cuando se nos haga dura y nos resulte
difícil, y sin
la liviandad de pensar que Dios lo puede todo con su misericordia,
aunque nosotros no lleguemos a cambiar todo lo que
tendríamos que
cambiar. En una palabra, como nos dice San Juan el Bautista, para
preparar el camino a Jesús, que quiere venir a nosotros, y
allanar los
senderos que lo acercan, lo que nos hace falta es producir el fruto
de
una sincera conversión. Lo dice Benedicto XVI
con toda claridad en su nuevo libro Peter
Seewald,
Luz del mundo, Editorial Herder 2010), fruto de una
entrevista con un periodista creyente: No basta la Iglesia de ayer,
no basta ni siquiera la Iglesia construida en los últimos veinte
siglos, Dios viene cada vez de nuevo, la conversión nos llama a
recibir de nuevo a este Niño, y nuestro tiempo reclama una Iglesia
que esté dispuesta a la conversión. Sólo así se pasa de la oscuridad
a la luz y del pecado a la Vida...
3. CONFIADOS EN DIOS,
HAGAMOS UN PESEBRE EN
NUESTRO CORAZÓN... La paz que anhelamos, especialmente en
Navidad,
comienza con el cambio
del propio corazón, quitando todo lo malo que en
él está de más, y
dando espacio a lo bueno que en nosotros siembra Dios. De esta
manera,
el Reino de Dios, que está cerca, llega con la
alegría, a través de la
conversión. Sabemos que Dios es quien salva. Con la
constancia y el
consuelo que nos da, podemos mantener la esperanza, y vivir con la
audacia de confiar en Dios, sabiendo que su Palabra luminosa, rompe
las
tinieblas que parecen poder con todo, pero que se deshacen ante
Dios.
Habrá espacio para la alegría, siempre que le
demos a Dios su lugar...
Hay cosas que nunca faltan en la preparación. Los
adornos navideños, no sólo en las vidrieras
(aunque, es justo decirlo,
cada vez con menos referencia al sentido religioso de esta fiesta),
sino también en las propias casas, nos hablan de esta
fiesta. Pero
esto, que puede ayudar al clima que esta celebración
reclama, no es más
que la cáscara externa. En la imagen que empezamos a
presentar el
Domingo pasado, todas estas cosas pueden representar "el establo",
lo
de afuera. Además hay que poner "lo de adentro", el pesebre,
que hoy
agregamos, el lugar donde Jesús quiere estar, y ese pesebre
es nuestro
corazón. El pesebre de Jesús era de madera, como
también su Cruz.
Cuánto
daríamos si pudiéramos tener un trozo de la
madera del pesebre de Jesús
o de su Cruz. La madera tiene un particularidad. Es porosa y absorbe
todo lo que se apoya en ella. La madera del pesebre de Jesús
estuvo
llena de sus olores de salvación y santidad, como la madera
de su Cruz
estuvo impregnada de su sangre salvadora, que allí
derramó por
nosotros. Pues bien, hagamos de nuestro corazón un pesebre,
al que
Jesús venga en esta Navidad. Y hagamos que nuestro
corazón sea,
también, como la madera, capaz de absorber todo lo que
Jesús nos quiere
decir y nos quiere dar en esta Navidad, de modo que nada ni nadie
nos
lo pueda quitar...
Lecturas
bíblicas del
Domingo II de Adviento del Ciclo "A":
- Saldrá una rama del tronco de Jesé y
un retoño brotará de sus
raíces. Sobre él reposará el
espíritu del Señor espíritu de
sabiduría y
de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza,
espíritu de
ciencia y de temor del Señor -y lo inspirará el
temor del Señor-. El no
juzgará según las apariencias ni
decidirá por lo que oiga decir:
juzgará con justicia a los débiles y
decidirá con rectitud para los
pobres de país; herirá al violento con la vara de
su boca y con el
soplo de sus labios hará morir al malvado. La justicia
ceñirá su
cintura y la fidelidad ceñirá sus caderas. El
lobo habitará con el
cordero y el leopardo se recostará junto al cabrito; el
ternero y el
cachorro de león pacerán juntos, y un
niño pequeño los conducirá, la
vaca y la osa vivirán en compañía, sus
crías se recostarán juntas, y el
león comerá paja lo mismo que el buey. El
niño de pecho jugará sobre el
agujero de la cobra, y en la cueva de la víbora,
meterá la mano el niño
apenas destetado. No se hará daño ni estragos en
toda mi Montaña santa,
porque el conocimiento del Señor llenará la
tierra como las aguas
cubren el mar. Aquel día, la raíz de
Jesé se erigirá como emblema para
los pueblos: las naciones la buscarán y la gloria
será su morada
(Isaías 11, 1-10).
- Hermanos: todo lo que ha sido escrito en el pasado, ha sido
escrito para nuestra instrucción, a fin de que por la
constancia y el
consuelo que dan las Escrituras, mantengamos la esperanza. Que
el Dios
de la constancia y del consuelo les conceda tener los mismos
sentimientos unos hacia otros, a ejemplo de Cristo Jesús.
para que con
un solo corazón y una sola voz, glorifiquen a Dios, el Padre
de nuestro
Señor Jesucristo. Sean mutuamente acogedores, como Cristo
los acogió a
ustedes para la gloria de Dios. Porque les aseguro que Cristo se
hizo
servidor de los judíos para confirmar la fidelidad de Dios,
cumpliendo
las promesas que él había hecho a nuestros
padres, y para que los
paganos glorifiquen a Dios por su misericordia. Así lo
enseña la
Escritura cuando dice: "Yo te alabaré en medio de las
naciones, Señor,
y cantaré en honor de tu Nombre" (Romanos 15, 4-9).
- En aquellos días, se presentó Juan el
Bautista, proclamando en el
desierto de Judea: «Conviértanse, porque el Reino
de los Cielos está
cerca». A él se refería el profeta
Isaías cuando dijo: "Una voz grita
en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus
senderos".
Juan tenía una túnica de pelos de camello y un
cinturón de cuero, y se
alimentaba con langostas y miel silvestre. La gente de
Jerusalén, de
toda la Judea y de toda la región del Jordán iba
a su encuentro, y se
hacía bautizar por él en las aguas del
Jordán, confesando sus pecados.
Al ver que muchos fariseos y saduceos se acercaban a recibir su
bautismo, Juan les dijo: «Raza de víboras,
¿quién les enseñó a escapar
de la ira de Dios que se acerca? Produzcan el fruto de una
sincera
conversión, y no se contenten con decir: «Tenemos
por padre a Abraham».
Porque yo les digo que de estas piedras Dios puede hacer surgir
hijos
de Abraham. El hacha ya está puesta a la raíz de
los árboles: el árbol
que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego.
Yo los
bautizo con agua para que se conviertan; pero aquel que viene
detrás de
mí es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy
digno de quitarle las
sandalias. El los bautizará en el Espíritu Santo
y en el fuego. Tiene
en su mano la horquilla y limpiará su era:
recogerá su trigo en el
granero y quemará la paja en un fuego
inextinguible» (Mateo 3, 1-12).
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Predicaciones
del P. Alejandro W.
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