Esta fue mi predicación de hoy, 28 de noviembre de
2010,
Domingo I de Adviento del Ciclo
Litúrgico A, en
Roma, en el Oratorio del Cardenal Mejía (
clic aquí
para
verla y oírla en Youtube):
1.
LAS FECHAS LLEGAN DE UNA MANERA INEXORABLE, AUNQUE NO LAS
PREPAREMOS... Para eso basta que las hojas del calendario vayan
avanzando, como de hecho lo hacen sin detenerse. Apenas "ayer"
comenzaba el año 2010, y ahora ya estamos casi llegando a su fin.
"Anteayer" comenzaba el nuevo milenio apenas concluida la
celebración del gran Jubileo del año 2000, y ahora ya nos
encontramos en el final de su primera década. Los días, las
semanas y los años se suceden sin interrupción, uno tras otro.
Dentro de cada año también se suceden con ritmo implacable las
estaciones, según su invariable sucesión: primavera, verano, otoño
e invierno. Y todo esto sucede sin necesidad de que nosotros
hagamos nada...
Ante esta secuencia
ininterrumpida que nos impone el tiempo, nosotros podríamos tener
una actitud resignada y pasiva que nos llevara a quedarnos
resignados mirando cómo pasa el tiempo y lamentándonos cada tanto
pensando que "todo tiempo pasado fue mejor" (es un refrán
engañoso, porque nuestra mirada sobre el pasado siempre nos lo
presenta coloreando sus alegrías y empequeñeciendo sus tristezas).
Sin embargo, no es bueno ni hace falta que nos quedemos "quietos"
esperando simplemente que el tiempo pase, como si se tratara de un
mal ante el que no tenemos remedio y frente al que nada podemos
hacer, como si sólo tuviéramos que esperar que el paso de los días
nos deposite en la muerte. El tiempo no sólo "sucede". Nosotros
estamos dentro del tiempo y somos parte de él, participamos
activamente en lo que sucede en el tiempo, ya que dentro de él
vamos construyendo cada uno de nosotros su propia historia...
Esto resulta especialmente importante hoy cuando en este primer
Domingo de Adviento comenzamos a preparar la Navidad. Esta es una
fiesta de familia, en la que festejamos que Jesús vino, niño y
pobre, a darnos la salvación, que nos trajo con sus Palabras de
Verdad y sus hechos de Amor, al precio de su propia vida, que
entregó gustoso en la Cruz para salvar la nuestra, condenada al
fracaso del dolor y de la muerte...
En este tiempo hay que estar
prevenidos y despiertos Hay muchas cosas que nos pueden distraer,
impidiendo que nos preparemos para esta fiesta. Si esto sucediera
podríamos perder la oportunidad de celebrarla bien, "como Dios
manda", y nos quedaríamos sólo en la cáscara, sin llegar a su
corazón. Quedarse en la cáscara sería dejarnos absorber por lo
secundario (los adornos de la casa, las tarjetas de saludo, las
comidas especiales, las despedidas de fin de año, los regalos),
sin dar trascendencia al Nacimiento de Jesús, que es el motivo de
esta fiesta grande. De hecho, las fiestas comienzan ya desde el
momento en que comenzamos a prepararlas, sobretodo cuando las
preparamos junto a otros, como sucede con las fiestas de familia,
como lo es por antonomasia la de Navidad. Pero también vale
decirlo de la fiesta del Cielo, la última y definitiva, que
comienza a vivirse desde el momento en que comienza a
preparársela. Por eso hoy Jesús quiere despertarnos, para que no
dejemos de prepararnos para la Navidad y para el Cielo. La Navidad
nos habla de la vida naciente, la de Jesús en Belén, la de
nosotros y la de todos los que están por nacer. Por eso la
Conferencia Episcopal Argentina nos pide que durante todo este
año, por todo lo que sucede en nuestras querida y doliente
Argentina, que abramos el corazón de todo nuestro pueblo ante la
vida naciente, porque habrá quienes, por las razones que sean, no
querrán dejarlos nacer...
2. VAMOS A RECIBIR A JESÚS,
QUE VINO EN BELÉN, VIENE CADA DÍA Y VENDRÁ EL ÚLTIMO DÍA... "La
salvación está ahora más cerca de nosotros que cuando abrazamos
la fe", nos dice San Pablo. Y él sabe que Jesús es nuestra
salvación. Si ahora está más cerca, es porque Jesús cada día viene
hacia nosotros...
Vino en Belén, donde nació débil, como todo niño, y pobre como hoy
le sucede a muchos niños. Pobres, incluso, porque no se encuentran
con una familia dispuestos a recibirlos, y a vece circunstancias
duras de la vida llevan a pensar a sus padres o a otros a pensar
que se puede prescindir de esa vida naciente que viene. Jesús
desde el pesebre avanzó implacable hasta la Cruz, desde donde
resucitó, para mostrarnos el camino de la salvación. La Navidad,
justamente, viene a recordarnos que Jesús vino de esa manera y nos
marcó ese camino. Por eso es clave que no nos dejemos distraer por
"los adornos" de la fiesta, y lleguemos a su corazón...
Lo que
celebramos nos marca cuáles son las cosas importantes, las que
no podemos olvidar a la hora de preparar la Navidad, para que
sea una fiesta de Paz. "No más peleas y envidias", nos dice San
Pablo, porque es la maneramás cotidiana con la que atentamos al
bien de la vida. Porque la paz, que es por antonomasia el nombre
de la Navidad, no caerá desde el Cielo, sólo porque nos
sentemos a esperarla. La paz requiere el esfuerzo de cada uno
de
nosotros para entendernos con nuestros parientes, con nuestros
vecinos, con nuestros amigos, con nuestros conciudadanos, con
nuestros enemigos, con los que nos visitan y con los que nos
olvidan, con los que nos cuidan y con los que nos maltratan, con
todos los hombres del mundo entero...
"Con sus espadas forjarán arados
y podaderas con sus lanzas",
nos dice Isaías. Eso pasa con quien recibe a Jesús. Esto nos
tiene que ayudar a comprender que las mismas cosas que hoy
enfrentan a las personas y a las naciones, a las familias y a
los hemisferios, son las que deberían unirlos. Los bienes
materiales, los más necesarios e imprescindibles para la vida, y
los que son simplemente útiles, que en nuestro tiempo vemos
acumularse progresivamente en cantidades cada vez mayores en
grupos más reducidos, son los que podrían convertirse en los
vehículos del encuentro, que surgiría fácilmente si nos
despertáramos para recorrer el camino del amor fraternal al que
Jesús nos ha llamado. Esa manzana que está sobre la mesa y
parece ser la más rica puede llevarnos a pelear para quedarnos
con ella, pero también puede acercarnos a los que están con
nosotros, si postergamos nuestro primer impulso y la ofrecemos a
los demás. Es así como podemos cada uno de nosotros, postergando
a veces algunas de nuestras necesidades que no son tan urgentes
como parecen, ponernos al servicio de la vida naciente...
Este camino
reclama de nosotros el esfuerzo para entendernos, el esfuerzo de
dar espacio a nuestros hermanos en nuestros corazones y de abrir
nuestros brazos para abrazarnos con ellos. Esta es la urgencia
de nuestra Argentina de hoy, una Argentina doliente, porque
nuestra fe no ha dado todavía lo suficiente para que la vida
naciente encuentre en ella un lugar suficientemente digno.
Mientras se acerca la Navidad, para recibir a Jesús que viene
cada día hacia nosotros, podríamos aplicar muchos esfuerzos para
que la vida naciente encuentre en nuestro país siempre y en
todos los casos su lugar, y preparar así de la mejor manera esta
Fiesta de familia que es la Navidad...
Pero además, Jesús, que vino en Belén y viene cada día hacia
nosotros, también vendrá al final de la historia. En ese momento
todo quedará puesto delante de la mirada de Dios, todas las
acciones de todos los hombres, desde el primero hasta el último.
Se podrá ver "de un solo golpe de vista" la historia de cada uno,
y se harán evidentes los frutos del modo en que hemos recibido a
Jesús cada día. El Papa Benedicto XVI nos habla de este tiempo
final en su encíclica
Spe
Salvi, recordándonos con palabras de San Pablo que
"en
la esperanza fuimos salvados" (Romanos 8, 24), porque tenemos la
certeza de que allí, al otro lado de la historia, Alguien nos
espera, con sus brazos abiertos para recibirnos en su Amor (es
curioso, de lo que más habla el Papa en esta encíclica es del
Cielo, y lo que resaltaron algunos periódicos en sus títulos fue
que en ella el Papa había reafirmado que existen el Purgatorio y
el Infierno)...
3.
NO HAY TIEMPO
QUE PERDER, HAY QUE ESTAR DESPIERTOS: JESÚS LLEGA ENSEGUIDA...
Viene Jesús, y no hay tiempo que perder, porque antes que nos
demos cuenta, en poco más de cuatro semanas, estaremos celebrando
la Navidad...
Pero esta vez no podemos dejar que Jesús se quede solo en un
pesebre. Sabiendo que nos trae la salvación, a nosotros nos toca
prepararle un lugar donde Él pueda desplegar a sus anchas todo lo
que tiene para darnos. Nuestro corazón, por lo tanto, tiene que
ser su Pesebre. Así el nuestro corazón será un lugar donde Jesús
siempre quiera estar, y nuestro amor se convertirá en un
compromiso con la vida naciente que este año entero, con toda la
Iglesia en Argentina, pretendemos defender...
Jesús llega en esta Navidad,
como llega también en cada día, y como vendrá también al final, a
la hora de la verdad, que será para cada uno de nosotros el último
día de nuestra vida. Sólo si abrimos siempre nuestro corazón a
Jesús y nos unimos a todos los que juntos podemos defender la vida
naciente podremos decir que hay Navidad, porque Jesús encontrará
en nostros su Pesebre. Nosotros lo adoraremos, y reciéndolo lo
entregaremos a los demás con el servicio de nuestro amor. La vida
naciente deberá ser hoy nuestro compromiso más serio, nuestro
compromiso con la vida que viene de Dios y el mismo Jesús hace
florecer. La vida que viene de Dios, como un regalo fruto de su
amor...
Sólo de esa manera la Navidad podrá ser verdaderamente una fiesta
de Paz, a pesar de todo lo que pueda atentar contra ella (todos
los modos con los que se manifiesta el dolor, y su resumen
culminante, que es la muerte), porque recibiendo a Jesús, se puede
vencer definitivamente el dolor y la muerte...