Esta fue mi predicación de hoy, 19 de octubre de
2008,
Domingo XXIX del Tiempo Ordinario del
Ciclo Litúrgico A,
en la Abadía Santa
Escolástica y en el Hogar
Marín:
1.
VIVIMOS EN LA TIERRA Y
VAMOS HACIA EL CIELO. ¿QUIEN MANDA EN EL CAMINO?... Todos hemos
recibido de Dios el don de
la vida, a través de nuestros padres (hoy celebramos en
Argentina el día de la madre, así que vaya para todas ellas un especial
recuerdo de gratitud). Este don de la vida se desarrolla aquí en la
tierra, durante el tiempo que se nos ha concedido para caminar hacia el
Cielo. Mientras vamos de camino, estamos sometidos a una cantidad de
necesidades que tienen que ver con nuestra condición corporal. En
primer lugar, el alimento. Todos los días necesitamos algo con qué
alimentarnos. Pero también necesitamos abrigo, y un techo, y todo lo
que ayuda al cuidado de nuestra salud, y muchas cosas más, sin las
cuales no nos sería posible subsistir...
Todas estas cosas,
tanto las que se relacionan con nuestras necesidades
personales como las que tienen que ver con el provecho de muchos,
cuestan dinero, y a veces mucho dinero, que no siempre tenemos a mano.
Aquí en el Hogar Marín, donde somos tantos (los ochenta ancianos
residentes, además de las diez Hermanitas y el capellán, sin olvidar a
los empleados y empleadas), sostenido enteramente por la caridad,
contamos con la invalorable ayuda de los bienhechores, confiados en la
providencia, que los pone en nuestro camino...
Ante las
necesidades materiales puede ser grande la tentación de rendirse
fácilmente ante cualquiera
que ofrezca una limosna grande (aunque, como dice el refrán, cuando la
limosna es grande, hasta el santo desconfía). En el mundo se utilizan a
veces modos para obtener bienes que se oponen a la justicia y a la
caridad. Y eso lo hacen no sólo "los piratas", sino también otras
personas que aparecen con más y mejor fama, pero no con mejores
costumbres. Alguno puede incluso pensar que a la hora de obtener bienes
valen los criterios menos santos del mundo, mientras que después, a la
hora de usarlos, se utilicen los criterios de Dios...
Por eso hoy Jesús quiere recordarnos que "los criterios de Dios" deben
aplicarse también cuando nos ocuparnos de las cosas del mundo (nuestra
sustentación personal, los
medios
que
necesitamos para sostener las necesidades materiales de la Iglesia,
etcétera). Lo que hagamos en la tierra, nos acerca o nos
aleja del Cielo. Y la Cruz es el camino que Jesús nos ha mostrado como
el más seguro, el que nos lleva a la meta a la que fuimos invitados, el
Cielo...
2. TODAS
LAS COSAS DE ESTE MUNDO TIENEN QUE
VER CON DIOS, QUE ES EL ÚNICO SEÑOR... A veces se ha querido entender la
frase
con la que Jesús responde a los que le preguntan si hay que pagar o no
los impuestos, como si hubiera dos criterios distintos, uno para
aplicarse a las cosas del mundo y otro para las cosas de Dios. Sin
embargo, es exactamente al revés. «Al César lo que es del César, y a
Dios, lo que es de Dios» significa que hay que respetar a las
autoridades del mundo, en aquello en lo que tienen autoridad para
mandar, pero al mismo tiempo hay que tener siempre en cuenta a Dios,
porque todo en nuestra vida tiene que ver con Él...
Es en la
cosa que hacemos cada día donde se está jugando nuestro destino eterno.
No hay un tiempo para ocuparse de "las cosas de Dios", siendo piadosos
y buenos, y otro tiempo para ocuparse de las cosas del mundo, y en este
momento "a cara de perro" ante todos, como si todo valiera. Cada cosa
que hacemos es un paso adelante o un paso atrás en nuestro camino hacia
el Cielo, nada es indiferente a esta marcha, en la que se juega nuestro
destino...
Sólo ante Dios es posible ponerse de rodillas, ante Dios que
reina
desde la
Cruz. Y así tanto el que hace donaciones con sus bienes, como el que
los obtiene como una donación para aplicarlos a buenos fines, tiene que
tener en cuenta que todo lo que hacemos tiene que ver con Dios. Todo lo
que hacemos,
entonces, debe mirar en primer lugar a Dios. Y mientras cumplimos
nuestras obligaciones terrenas, dando "al César lo que es el César",
tenemos que cuidar que todo lo que hagamos sirva para acercarnos a
Dios, hacia quien caminamos a lo largo de toda nuestra vida. Dios es el
único Señor, el único ante quien podemos arrodillarnos, y por eso en
todo lo que hacemos tenemos que "darle a Dios, lo que es de Dios", y
dejar que sea siempre Él quien manda en nuestro camino...
3. A DIOS, TODOS TODO.
TAMBIÉN LA OBEDIENCIA
DE LOS QUE EJERCEN AUTORIDAD... Todo le pertenece a Dios, y todos
estamos bajo su autoridad. Por esa razón, todos tenemos que darle todo
a Dios. Tenemos ejemplos que nos muestran claramente cómo podemos
hacerlo...
A la
hora de rezar resulta claro que Dios es el Señor, el único Dios, y el
centro de nuestra vida, y por eso hacemos bien, en la medida en que
nuestras fuerzas lo permiten, en rezar de rodillas. Pero también cuando
estamos "en el mundo" ocupados en nuestras ocupaciones cotidianas, Dios
sigue siendo el Señor y el centro de nuestra vida. Por eso también en
nuestra convivencia cotidiana, cuando descansamos, cuando estamos
trabajando, o cuando estudiamos, para vivir con justicia es necesario
darle a cada uno lo suyo,
y eso significa que hay que darle todo a Dios, que es uno solo, y no
hay otro. Esto, como decía, vale para todos, y también para los que
ejercen la autoridad, en el mundo y en la Iglesia...
De todos modos, tengamos en cuenta que no sirve sólo ocuparnos de
tomarles examen a los demás en este tema, sobre todo para denostarlos
cuando obran mal. Todos nosotros vamos camino al Cielo, y ante
Dios el
examen que más vale la pena es el que cada uno de nosotros haga de su
conciencia, para que perdamos el rumbo, y demos siempre todo a Dios...