Esta fue mi predicación de hoy, 31 de agosto de
2008,
Domingo
XXII del Ciclo Litúrgico A, en la Abadía Santa
Escolástica y en el Hogar
Marín:
1. LA
CRUZ SE MANIFIESTA EN LA
VIDA DE MUCHAS MANERAS DISTINTAS... Cuando hablamos de la Cruz estamos
refiriéndonos con una sola palabra a todos los dolores que de múltiples
formas aparecen en la vida, a modo de anticipos, como en cuentagotas de
lo que se nos aparece en un horizonte más o menos lejano como un límite
inevitable: la muerte, que tarde o temprano llegará. Puede ser que no
tengamos apuro en recibirla, pero no podemos olvidarnos que llegará...
Una de esas manifestaciones de la Cruz la encontramos en la enfermedad.
Desde las más livianas, como una gripe, hasta las más complicadas y
dolorosas, las enfermedades aparecen a lo largo de la vida mostrándonos
de manera contundente, y a veces con sufrimientos no sólo físicos sino
también espirituales, realmente intensos, que nuestra vida no está del
todo en nuestras manos y que sus límites rondan siempre cerca...
Pero no sólo en las
enfermedades y en todo lo
demás que puede golpear nuestro cuerpo se manifiesta la Cruz. Todos
conocemos, por experiencia propia, el peso de los propios pecados, que
también son una fuente de sufrimiento. Porque aunque puedan presentarse
como una fugaz y engañosa fuente de placer, los pecados, de cualquier
tipo, siempre terminan haciéndonos sufrir. Estos sufrimientos cargan
sobre nuestros hombros porque, aunque es cierto que con nuestros
pecados podemos hacer sufrir mucho y causar mucho daño a los demás,
también debe tenerse en cuenta que los primeros que cargamos con las
consecuencias de nuestros pecados somos nosotros mismos. Además, como
si no bastara con el peso y el sufrimiento que nuestros pecados cargan
hoy sobre nuestros hombros, si su gravedad alcanza para eso y si no nos
arrepentimos a tiempo, los propios pecados son los que pueden
llevarnos, por nuestra propia decisión y elección, a la frustración y
al dolor eterno...
De todos
modos, ni siquiera sumando los
propios pecados a las enfermedades, tenemos la lista completa de las
fuentes de nuestros sufrimientos. Porque no sólo nos toca llevar el
peso de los propios pecados. También los pecados de los demás son
fuente de nuestros sufrimientos...
Esto sucede a veces de manera dramática. Muchos son los que hoy sufren
hambre y carecen de las más elementales condiciones para poder
desarrollar dignamente su vida. Y muchas veces esa situación no es un
fatalidad, sino la consecuencia del egoísmo, la indiferencia o la
superficialidad de muchos otros. Pero el pecado no lo puede todo,
porque Jesús le puso una límite, derrotándolo en la Cruz. Por eso hoy
quiere exhortarnos a vencer todo pecado y todo sufrimiento, cargando
también nosotros con la propia...
2. LA
CRUZ VIENE DEL PECADO. EL
MODO DE VENCERLO ES ACEPTÁNDOLA CON JESÚS... En realidad, la causa
última de todo sufrimiento está en el pecado. Hasta la enfermedad y la
muerte tienen su última explicación en el pecado, ya que a causa de él
han entrado en el mundo. Pero Jesús asumió nuestra condición humana, y
vino a derrotar al demonio. Allí donde se presentó la batalla, le dio
el golpe maestro. En la Cruz el demonio quiso derrotar a Dios
llevándolo a la muerte, pero justamente a partir de ella resucitó,
abriéndonos las puertas del Cielo...
La
aceptación silenciosa de la muerte que
Jesús asumió en la Cruz fue, entonces, el comienzo de la salvación para
todos nosotros. El Buen Ladrón estaba a su lado, sufriendo las
consecuencias de sus propios pecados. Pero Jesús, asumiendo
silenciosamente las consecuencias de todos los pecados, incluyendo los
nuestros, nos abrió el camino de la salvación. A nosotros también,
entonces, nos toca asumir las consecuencias del pecado, no sólo de los
propios, sino también los de los demás, porque en esa aceptación de la
Cruz que provoca el pecado, se construye, con Jesús, nuestra
salvación...
Las
cruces no se eligen, sino
que son las que, según la misteriosa providencia de Dios, nos llegan en
cada momento. Podrán elegirse según gustos y presupuestos de cada uno
las cruces que queremos regalar como recuerdo de algún acontecimiento
importante y se venden en las santerías o en las joyerías. Esas cruces
servirán como símbolos o como adornos. Pero las cruces reales de la
vida son las que llegan en
cada momento, y son las que estamos llamados a asumir a cada paso...
El diablo tiene poca imaginación, y actúa siempre de la misma
manera. Su especialidad es sembrar confusión y generar división,
también en este caso, y querrá distraernos haciéndonos escapar de las
cruces salvadoras en cada oportunidad u ocasión en que se nos
presenten. Nosotros no podemos dejarnos confundir de esa
manera. Como se dice desde hace tiempo con frase muy certera, familia
que reza unida, permanece unida. Y como hijos de Dios somos todos
miembros de su familia, que debemos ayudarnos a identificar y
sobrellevar las cruces de cada día...
3.
PARA
SEGUIR A JESÚS HAY QUE CARGAR LA CRUZ Y AYUDAR A OTROS A HACERLO...
Dios nos ha salvado como
familia. Estamos unos unidos a otros en este camino de la salvación.
Jesús hace siempre las cosas al modo de Dios, y nos enseña a hacerlas
de esa misma manera. Por eso nos invita a cargar con la Cruz. La de los
sufrimientos que nos causan la enfermedad y la muerte, y también la del
peso de nuestros propios pecados y de los pecados de los demás...
Seguramente
en algunos momentos a los demás
les toca cargar con el peso grande de la Cruz, mientras que nosotros
sólo podemos "colgarnos" de ella. Esos son los momentos en los que los
demás tienen que cargar con el peso y el sufrimiento que les provocamos
con nuestros propios pecados. Cada uno de nosotros seguramente podría
recordar una lista, más o menos larga, de ocasiones del pasado o del
presente en las que le debemos gratitud a los demás por la paciencia
con la que han sabido cargar sobre sus hombros los sufrimientos que les
hemos provocado con nuestras propias miserias y pecados...
En
otros
momentos a nosotros nos toca el
mayor peso de la Cruz. Es el momento,
entonces, de cargar con esa Cruz, sabiéndonos llamados como familia de
Dios a participar de una fiesta en el Cielo, a la que se llega por un
camino lleno de sufrimientos que fructifican en la aceptación y en el
amor...
La Cruz salva, porque consiste simplemente en confiar siempre en el
Amor de Dios, que todo lo puede. No hace falta ocultar el mal y el daño
que produce. Hay que asumirlo y sufrirlo, confiados en que Jesús venció
en la Cruz y hoy, resucitado, sigue invitándonos al Cielo. Pedro se
resistía a la Cruz de Jesús, porque le parecía indigna de
Aquel a
quien había reconocido como Dios. Pero tuvo que asumirla, porque fue el
camino que Jesús eligió para salvarnos. También a nosotros nos toca
hoy, y cada día, asumir el camino de la Cruz, confiados en que Dios
siempre vence en ella. Realmente, vale la pena perder incluso el mundo
entero por hacer las cosas como las hace Jesús, porque de esa manera
ganaremos la vida, la que Jesús nos ofrece, que es la Vida eterna, que
vale verdaderamente la pena...