El llamado y el camino...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 20 de enero de 2008, Domingo II del Tiempo Ordinario del Ciclo Litúrgico A, en el filo del Cerro Catedral, el Bariloche, donde me encontraba con un tres jóvenes con quienes salimos caminar por la montaña:

Misa en la Montaña1. NO TODOS LOS MOMENTOS DE LA VIDA SE VIVEN CON LA MISMA INTENSIDAD... Por ejemplo hoy, que hemos subido al filo del Cerro Catedral, hemos conocido algunos momentos especialmente intensos. Por un lado, el comienzo, cuando nos dispusimos a enfrentar el desafío, teníamos toda la carga de ansiedad y expectativas que hacen falta para emprender una aventura, sobretodo ustedes que pasarán unos cuantos días de refugio en refugio (yo, con un ritmo más apropiado a mi edad, bajaré hoy mismo, Dios mediante). Por otro lado estará el final, cuando después de todo el recorrido, se llegue a la meta, ustedes después de unos días que serán muy intensos, yo dentro de un rato, después de emprender el descenso por el mismo camino que nos trajo hasta aquí. Junto con todo el cansancio acumulado, en diversas medidas, viviremos el gozo de la meta alcanzada, con toda la perspectiva que nos dará el camino recorrido...

PeregrinoEn el medio, entre uno de estos momentos y el otro, es muy posible que nos surja más de una vez una pregunta que puede volverse insidiosa, y que aparece sin falta cada vez que emprendemos algo que vale la pena, pero requiere un esfuerzo: "¿y quién me mandó a mí a meterme en este camino, que parece no terminarse nunca, y que va acabando con todas mis fuerzas?". Así, caminar por la montaña se hace una vez más una escuela de la vida, en la que en unas pocas horas se condensa una experiencia similar a la de todo el camino de la vida...

Como decía Werner K. Heisenberg, el físico nuclear que descubrió el principio de indeterminación, con el que se abrieron inmensos campos de investigación y descubrimientos en la física cuántica, en el camino de la montaña sucede lo mismo que en el camino de la vida: al comenzar la marcha se ve con claridad el punto de arranque y la meta a la que se quiere llegar, y también se tiene una idea del camino que lleva de un lugar a otro. Cuando se llega al final, nuevamente se ve todo, y con una mayor claridad. En el medio del camino, en cambio, seguramente ya no se ve el punto desde el que hemos partido, y tampoco está a la vista la meta. Sin embargo, para alcanzarla, por tediosa que parezca la marcha, hay que seguirla con perseverancia, hasta el final...

Lo mismo nos enseña hoy la Palabra de Dios, mostrándonos a través de Jesús que nuestra vida es una vocación...

Escuchando el llamado2. LA VIDA ES UNA VOCACIÓN, ES DECIR, UN LLAMADO QUE NOS HACE DIOS... Por esta razón, de nuestra parte entonces la vida es siempre una respuesta a Dios, que nos ha llamado. Él es quien nos llama a la vida, y con el Bautismo hace de nuestra vida un llamado a la santidad y a la eternidad, tal como lo reconoce San Pablo para su propia vida, en el comienzo de la primera carta a los Corintios, que fue nuestra segunda lectura de hoy...

BivioLa vocación, el llamado de Dios, tiene algunos signos externos, no siempre fáciles de interpretar, pero que todos de algún modo pueden ver. Juan el Bautista descubre en Jesús los signos que lo muestran como el Hijo de Dios, el Cordero de Dios, que es capaz de vencer el pecado del mundo, y da testimonio de ello con valentía. Pero la vocación, el llamado de Dios, también tiene sus huellas en el interior de cada uno de nosotros. Y por eso cada uno de nosotros tiene que hacer el trabajo de reconocerlas, para poder responder con fidelidad a Dios. El mismo Jesús hubo de reconocer los signos con los que su Padre le señaló el camino, desde el Pesebre hasta la Cruz, por el que hubo de realizar nuestra salvación, a través de la Resurrección...

También a nosotros nos toca descubrir a cada paso el camino por el que Dios quiere llevarnos a la salvación, y esa es nuestra vocación. Hay momentos más intensos, en los que se toman las grandes decisiones, y otros más tediosos, que pueden hacernos sentir el cansancio (como en la montaña). El mismo profeta Isaías pasó por momentos de desazón, como nos mostraba la primera lectura, en los que pensaba que se había fatigado en vano y había gastado inútilmente sus fuerzas (también en la montaña a veces se puede tener esa sensación). Sin embargo, incluso en esos momentos supo reconocer que Dios lo había llamado desde el vientre materno, y desde allí era posible reconocer y seguir con fidelidad su vocación, anunciando la salvación que viene de Dios hasta los confines de la tierra...

Tomadas las grandes decisiones, no se acaba la necesidad de seguir renovando nuestra respuesta a Dios. Las circunstancias de la vida son siempre nuevas, cada día. Y para perseverar en nuestras decisiones y en nuestra respuesta a Dios, es necesario renovar nuestras intenciones y disponer nuestro sí nuevamente, ya que sólo de este modo, aunque cambie y a veces depare sorpresas el camino de la vida,  podremos seguir siempre sin dudar el camino por el que Dios nos ha llamado...

Sendero3. TODA LA VIDA ES EL ESPACIO DE NUESTRA RESPUESTA A DIOS... El nos ha llamado. Haber nacido, haber sido bautizados y haber caminado hasta hoy en el camino de la vida nos ha servido para ir descubriendo el camino por el que nos sigue llamando Dios...

Una vez más, la montaña se convierte en una muy buena escuela. Cuando se sube a la montaña, y más aún cuando se baja y uno está apurado para llegar, a veces es muy fuerte la tentación de tomar atajos que parecen más cortos y fáciles. El riesgo es muy grande, con demasiada frecuencia la experiencia ya nos ha enseñado que los atajos no suelen llevarnos a la meta que nos hemos trazado, tarde o temprano tenemos que volver atrás y retomar la buena senda. También en la vida es necesario seguir la buena huella, hay que reconocer las marcas del camino y avanzar sin apartarse del sendero trazado para poder llegar a la meta, es decir, al encuentro pleno y definitivo con Dios en su Casa, en el Cielo...


Lecturas bíblicas del Domingo II del Tiempo Ordinario del Ciclo "A":

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Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge:
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