Nada a escondidas...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 22 de junio de 2008, Domingo XII del Ciclo Litúrgico A, en la Abadía Santa Escolástica y en el Hogar Marín:

A escondidas1. TODOS NOS ESCONDEMOS CUANDO HACEMOS TRAVESURAS... Todos, chicos y grandes, nos escondemos cuando hacemos travesuras (recuerdo una anécdota de mis tiempos de Colegio; estábamos todos copiándonos, nada más y nada menos que en una prueba de religión, con el libro sobre las piernas y abajo del escritorio, mientras escribíamos, hasta que el Hermano Marista que nos cuidaba gritó: ¡el que se está copiando póngase de pie! Yo, muerto de susto, pegué inmediatamente un salto, saltó la tapa del escritorio, se me cayó el libro y quedó en evidencia mi conciencia de estar ocultándome). Cuando sabemos que está mal lo que hacemos, lo hacemos a escondidas. ¿Será por eso que todos los manejos del poder, que sabemos que se hacen en nuestra patria (y en otros lados), se hacen detrás de las cortinas? Todos conocemos las nefastas consecuencias de todos esos manejos a espaldas del pueblo. Se mueven muchos intereses inconfesables, hay muchas traiciones y engaños. Con razón exigimos a todos los que se mueven en el gobierno o aspiran al poder, lo mismo que a cualquiera que tiene una actuación pública y responsabilidades ante otros, que se muevan con transparencia y claridad...

AlegríaEn cambio, es imposible disimular, cuando estamos realmente contentos. La alegría, como el bien, tienden por sí mismos a difundirse entre los que nos rodean. Hasta la cara nos cambia cuando estamos contentos, nuestro rostro, y todos nuestros gestos, no pueden dejar de manifestarlo. Cuando tenemos algo que festejar, cualquiera sea el motivo o la ocasión, también nuestros gestos y nuestras expresiones nos delatan...

Trabajador contentoEn realidad, cada vez que logramos una meta tenemos motivos de alegría, que inmediatamente se manifiestan y se hacen ver en nuestro rostro. Pero si afinamos aun más nuestra puntería, podemos alcanzar el don de la alegría no sólo cuando logramos concretar las metas que nos proponemos, sino también por el sólo hecho de ponernos en camino hacia ellas. Es muy bueno alegrarse por el camino emprendido, y lograr estar contentos ya desde el momento en que comenzamos el trabajo que nos llevará a la meta pretendida...

Si esto es así para las cosas más cotidianas de la vida, con toda razón debe serlo también para las más trascendentes. Por lo tanto, mientras la fe nos encamina hacia la meta celestial, hacia la Vida eterna para la que Dios nos ha hecho, es bueno que ya ahora nos llene de manera tal de alegría, que todos puedan ver en nuestro rostro qué felices nos hace haber recibido este don, mientras nos esforzamos en vivirlo comprometidamente. No olvidemos el dicho popular: "Un santo triste es un triste santo"...

Tesoro2. EL DON DE LA FE ES UNA ALEGRÍA PARA SER COMPARTIDA; TODOS SOMOS TESTIGOS... Sin duda, la fe es un gran don, que puede llenarnos de alegría, si sabemos corresponder a él. La salvación es ofrecida por Dios a todos los hombres, y la fe es el camino que normalmente lleva a encontrarse con ella. La fe nos lleva a encontrar que la vida, cargada de dificultades y de desafíos, tiene un sentido y se encamina a una meta celestial que Dios nos ofrece...

AnunciadorLa fe nos ayuda a ver que el mismo dolor y la muerte, con todas sus expresiones más trágicas, no son un final inapelable, sino una puerta hacia la realización más plena de la vida. La fe, entonces, es un gran tesoro, el más valioso. Y que, cuando llena el corazón de quien lo recibe, lo compromete enteramente para compartirlo, poniéndolo al servicio de los demás. Por eso Jesús, que puso este don de la fe en manos de los Apóstoles, los comprometió a ser testigos del mismo ante todos los hombres, llevándolo por todas partes y a todos, a pesar de las dificultades que sabía que se les presentarían en la tarea...

Visto desde esta dimensión apostólica, el don de la fe, como todo don de Dios, es siempre al mismo tiempo el encargo de una tarea.  Por poco que miremos, enseguida nos vamos a dar cuenta que el mundo no parece funcionar hoy por los caminos del Evangelio. Y como consecuencia evidente, que está a la vista de todos, no parece que encuentre los caminos que lo lleven a un crecimiento de los valores humanos más elementales en la mayoría de su población. Por esta razón, es evidente que dar testimonio de la fe con claridad y valentía, a la vez que con creatividad y convicción, se convierte en un compromiso ineludible, cada vez más urgente, para quienes hemos recibido la luz que proviene de ella. Esta tarea no será fácil, pero tampoco es imposible...

Corazón del creyente3. VIVAMOS A FONDO NUESTRA FE: DEMOS TESTIMONIO DE ELLA CON ALEGRÍA... En definitiva, de la abundancia del corazón es de lo que habla la boca. Será un corazón lleno de fe, como es el corazón de un creyente comprometido, el que hará de nuestra vida un continuo y eficaz testimonio. Habrá que comenzar por allí, ya que no hay otro modo de transmitir la fe, que comenzando por vivirla con  una convicción firme y un esfuerzo constante...

JuramentoEs nuestra tarea, entonces, y el fruto normal de una fe que alimentemos cotidianamente, un testimonio explícito de aquello que creemos. ¿Cómo se enterarán los gobernantes, los jueces, los legisladores, a quienes nos gustaría ver inspirados en los principios evangélicos, de la luz que recibirían de ellos para la tarea que tienen por delante, si no cuentan con alguien que se los diga? No podemos confiarnos con que alcance el Catecismo que eventualmente recibieron en su infancia. Hace falta que en todos los ámbitos de la patria, desde los despachos oficiales hasta los vestuarios de los futbolistas, pasando por los estudios de la Televisión y las oficinas de los profesionales y de los empresarios, así como por las sedes de los sindicatos y los lugares de trabajo y de esparcimiento del mundo entero, sin olvidar los centros de salud, desde los más sencillos hasta los más complejos y especializados, en una palabra, en todos lados, resuenen las palabras del Evangelio, pronunciadas con fidelidad por los que hemos encontrado en ellas el sentido y la alegría de la vida...

SolidaridadPero esas palabras no serán escuchadas, si no van acompañadas de hechos que realmente muestren que creemos lo que nos anuncia nuestra fe, y lo asumimos con fidelidad...

Nosotros somos testigos de la Cruz, que nos lleva a la alegría. Somos testigos del amor de Dios, que nos quiere a todos como hijos, y nos hace hermanos. No podemos aceptar, entonces, pasivamente, que se siembre entre nosotros el rencor y el enfrentamiento, ni reaccionar frente a ello pagando con la misma moneda. Siendo testigos del amor, podemos y debemos demostrar con lo que hacemos y con lo que decimos que la fraternidad es el camino de la humanidad, hoy y siempre, y que para nosotros es una consecuencia de la fe, por la que es posible y vale la pena dar toda la vida. Cuanto más intensamente vivamos lo que creemos, más alegría llevaremos en el corazón. Y de esa manera, también con más firmeza y mansedumbre podremos dar testimonio de lo que creemos, con amor y con fidelidad. Jesús nos dice, como a los Apóstoles, que al que lo
reconozca abiertamente ante los hombres, Él lo reconocerá ante su Padre que está en el Cielo...


Lecturas bíblicas del Domingo XII del tiempo Ordinario del Ciclo "A":

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Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge:
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