Esta fue mi predicación de hoy, 15 de junio de
2008,
Domingo
XI del Tiempo Ordinario del Ciclo Litúrgico A (día del padre
en
Argentina), en la Abadía Santa
Escolástica y en el Hogar
Marín:
1. YA CASI NO QUEDAN
COSAS GRATIS; A TODO SE
LE PONE PRECIO... Así sucede en una sociedad que se construye a partir
del consumo. Miremos, por ejemplo, los autos de carrera. Cada
centímetro de su carrocería tiene un precio porque puede utilizarse, y
de hecho se utiliza, para poner propaganda...
Es más, sucede lo
mismo con el
mameluco de los pilotos, también tiene precio cada uno de los
centímetros cuadrados de su superficie, porque también allí puede
ponerse propaganda. Y lo mismo podría decirse de la ropa de cualquier
deportista de un deporte profesional, tanto la que utilizan cuando
practican el deporte como la que se ponen después de terminado el
juego, para las conferencias de prensa y los encuentros con los
periodistas...
Recuerdo un episodio,
hace unos
años atrás, que resultó realmente cómico. Se jugaba un partido de
rugby. En determinado momento un jugador quedó en el piso y fue
rodeado por varios otros, además del árbitro y los asistentes médicos.
Enseguida se vio que empezaban a cubrirlo con algunas
cintas adhesivas. Podía pensarse que tenía alguna lastimadura grande,
ya que era atendido en el campo de juego, rodeado por varias personas,
que impedían ver bien qué es lo que estaba pasando. Pero finalmente se
pudo ver que no era nada grave: simplemente estaban cubriéndole con
tiras adhesivas una propaganda que llevaba sobre su casco protector.
Seguramente ese anunciante no había contratado ese servicio para ese
partido, y por lo tanto no correspondía que la llevara...
Pero hay cosas que no tienen precio, que no se pueden evaluar
porque su valor es literalmente incalculable. A ellas hay que prestar
atención preferentemente, porque suelen ser las más valiosas. ¿Cuánto
vale, por ejemplo, el don de la vida, que todos hemos recibido de Dios?
Lo mismo podríamos decir de todos los demás dones de Dios que la
acompañan
y que hacen posible que crezca y que alcance su meta: la
salud, los alimentos, el amor fraterno, la fe que nos permite caminar
hacia Él para alcanzar la Vida eterna. Dios, que nos colma de dones
gratuitos, que no tienen precio, y que llegan a nosotros a
través de sus instrumentos...
2. DIOS DISTRIBUYE
GRATIS TODOS SUS DONES, A
TRAVÉS DE SUS INSTRUMENTOS... De Dios hemos recibido el don de la vida.
Y en su misericordia, Dios ha querido que sus dones lleguen a nosotros
a través de los instrumentos que ha elegido para cada ocasión...
El don de la vida, por ejemplo, todos lo hemos recibido a través de los
padres, con quienes han colaborado todos los que a lo largo de todos
nuestros días han ayudado a cuidarla. Hoy celebramos por ello de manera
especial a los Padres en su día [las madres no tienen que ponerse
celosas, dentro de cuatro meses, el tercer domingo de octubre, es el
día reservado para ellas[. Es verdad que hoy los cuidados
médicos, muchas veces necesarios para cuidar el don de la vida, tienen
un precio elevado, y eso hace que muchos no puedan contar con ellos.
Pero también es cierto que hay un cuidado de la vida que va más allá de
lo que se puede pagar, que consiste en el amor, y que muchas veces
puede más que la mejor de las medicinas...
El Hogar
Marín es un ejemplo continuo de
los dones que Dios nos da a través de sus instrumentos. Los voluntarios
que nos ayudan aquí a resolver los "problemas de la vida", los que nos
ayudan a caminar, a mantener todo limpio, a vivir con esperanza y
alegría...
Las
personas que trabajan en el
Hogar, que aportan no sólo lo que corresponde estrictamente al
intercambio de bienes que se justifica con su sueldo, sino también
aquello que no se puede valorar y que los hace instrumentos de los
dones de Dios. Los bienhechores a través de los cuales se manifiesta la
providencia de Dios, que con la participación de sus bienes hacen
posible que se pueda contar con todos los alimentos para que siempre
haya sobre nuestra mesa lo que nos hace falta para la subsistencia.
Todos ellos son los instrumentos a través de los cuales Dios nos hace
llegar sus dones, gratuitamente...
También la fe nos ha llegado de la misma manera. Dios, que podría haber
prescindido de otros, ha querido ser consecuente con su elección, y
siempre elige los instrumentos. Llamó a los apóstoles, los hizo
distribuidores de muchos de sus dones. La Palabra de Dios, el
Evangelio, y los signos más eficaces de su amor, que son los
Sacramentos, los puso en sus manos, haciéndolos pastores y enviándolos
a sembrar y recoger los frutos de sus dones, a través de su
ministerio.. Es claro que de parte de Dios todo es don, que nace del
amor. Ha
querido dar su vida, morir por nosotros, cuando todavía éramos
pecadores (nos recuerda hoy San Pablo), y de la misma manera ahora
somos salvados por su vida, la de Jesús resucitado. Pero además, es
claro, por lo que han significado nuestros padres en la vida y nuestros
padres en la fe (aquellos que nos la dieron y alimentaron desde el
inicio, con sus palabras, sus gestos y sus ejemplos), que Dios nos ha
entregado sus dones a través de los instrumentos que Él mismo elige. Se
puede pagar con dinero lo que tiene precio. Pero el Amor, sólo
con amor
se paga. Por eso, tanto don recibido, la vida, la fe y todo lo
que a
partir de ella se ha multiplicado en nuestra vida, tiene su propia
moneda de cambio...
3. LA
GRATITUD DEL CORAZÓN NOS
LLEVA A COMPARTIR TODO LO QUE RECIBIMOS... La gratitud, que es la
virtud de los corazones grandes, nos hace tomar conciencia de la
necesidad de devolver, germinadas en sus frutos, al menos un poco de
todas las semillas que Dios ha puesto en nosotros con sus dones...
Todo lo
que hemos recibido
gratuitamente de Dios es, al mismo tiempo que un don, una tarea y una
responsabilidad, como una semilla a la que nos toca hacer germinar,
para compartir sus frutos...
Por una
parte, así como no hay
mejor medio de agradecer a nuestros padres el don de la vida que
hacerlos participar de los frutos que en ella damos, así también
nuestra gratitud con Dios se expresa del mejor modo cuando hacemos a
todos los demás partícipes de los frutos que de Él hemos recibido.
Cuando nuestra vida resulta útil a los demás, cuando nos ponemos al
servicio de ellos en la medida de nuestras posibilidades y con los
dones que de Dios hemos recibido, las semillas que de Dios hemos
recibido germinan dando frutos para el bien de todos...
Y así como los Apóstoles fueron elegidos, con nombre y apellido, para
dar testimonio, a través de su tarea apostólica, del don de la fe que
habían recibido, también nosotros hemos sido llamados a hacer crecer en
nosotros ese don gratuito de Dios que es la fe, siendo sus testigos.
Así como nos alimentamos gratuitamente de su Palabra y de su presencia
en la Eucaristía, así también, gratuitamente, nos toca compartir este
don de Dios con todos los que nos rodean. Todos somos testigos del amor
de Dios, y es la gratitud la que debe movernos a compartir lo que hemos
recibido...