Esta fue mi predicación de hoy, 6 de
enero de 2008,
Solemnidad de
la Epifanía del Señor, en la
Abadía Santa
Escolástica y en el Hogar
Marín:
1. A
VECES BUSCAMOS COSAS SIN DARNOS CUENTA QUE LAS TENEMOS A LA
MANO... La Iglesia acostumbra aprovechar esta Solemnidad de la
Epifanía, más comúnmente conocida como
la Fiesta de Reyes, para
anunciar las fechas de las fiestas móviles del
año litúrgico. Son
estas: el próximo 6 de febrero será el
Miércoles de Ceniza, el 23 de
marzo será la Pascua, el 4 de mayo será la
Ascensión del Señor, el 11
de mayo Pentecostés, el 25 de mayo la Solemnidad del Cuerpo
y la Sangre
de Jesús (
Corpus Christi). Si
se nos olvidan estas fechas,
siempre podemos acudir al calendario, donde las encontraremos
marcadas...
De todos modos, no sólo las fechas se nos olvidan.
También nos pasa,
por ejemplo, con las llaves. Esto suele suceder en el momento en que
más las necesitamos. Bastará que estemos apurados
para salir, y nos
será difícil encontrar las llaves, hasta que nos
daremos cuenta que,
aunque no las hayamos visto, están donde siempre las
dejamos. Lo mismo
si se trata de las llaves de un lugar donde guardamos cosas que no
usamos con frecuencia...
Como las
llaves, también se nos suelen perder los anteojos, y esto
justo cuando
hace falta leer algo que está en letra chica, o hay poca
luz. En
realidad se han perdido antes, pero no nos damos cuenta que nos falta
hasta que los necesitamos. Suele suceder que los tenemos a mano, pero
no nos damos cuenta dónde. Lo primero que
tendríamos que verificar es si no los tenemos puestos, o no
los tenemos
colgando al cuello con la soguita que les hemos puesto precisamente
para tenerlos a mano, porque suelen estar allí...
También
nos sucede con las lapiceras. Siempre tenemos una menos cuando estamos
urgidos por anotar un número telefónico o apuntar
una dirección que nos
están dictando por teléfono. Tendremos que
prestar atención,
seguramente hay alguna mucho más cerca de lo que
imaginamos...
Teniendo en cuenta esto, las oscuridades y las tinieblas que
hoy nos
rodean, que son tantas y tan densas, no deberían impedirnos
encontrar
la luz, que a pesar de las oscuridades que nos muestra el mundo
está al
alcance de la mano. Nosotros sabemos que Jesús es la Luz que
ilumina al
mundo. Desde el
Pesebre, y hasta la Cruz, nos muestra el camino que lleva a la
Resurrección, a la Vida nueva, a la Vida verdadera, la que
vale la
pena. Esta Luz está, y como hace siempre la luz, se mete por
todos
lados cuando encuentra una rendija
por donde colarse. Lo que nos hace falta para que nos ilumine es que le
abramos una rendija cada vez más grande en nuestros
corazones. De todos modos, como sucede también con toda luz,
la de
Jesús no se deja
atrapar. Probemos un día luminoso como hoy tratar de atrapar
con las
manos la luz del sol. Apenas cerremos las manos, dentro de ellas
sólo
quedará oscuridad. La Luz que nos trae Jesús
también se escurre de las
manos de cualquiera que quiera
atraparla. Para recibirla lo que hace falta es ponerse en marcha,
caminar
hacia la Luz, como hicieron los Magos guiados por la Estrella...
2.
¿DÓNDE ESTÁ EL NIÑO, PARA
QUE VAYAMOS A ADORARLO? EN EL PESEBRE Y EN
EL SAGRARIO... Los Magos de Oriente siguieron la Estrella que los
llevó
a Belén, al Pesebre donde encontraron a Jesús.
Por eso en la
celebración que hacíamos ayer en el Hogar la
procesión de Reyes iba
precedida por la Estrella. También nosotros podremos
encontrar a Jesús
en el Pesebre...
El Pesebre es un símbolo, que nos viene muy bien porque nos
habla de la
ternura de Dios, que siendo grande se hace pequeño, siendo
fuerte se
hace débil, siendo rico se hace probre y siendo inmortal se
hace mortal
para salvarnos. De esta manera, aunque sabemos que la Cruz con la que
Jesús nos abrió el Cielo resucitando es
ineludible, nos servirá también
tener presente, en las horas duras en las que la vida nos pesa
más, la
ternura de Dios de la que nos habla el Pesebre...
El Pesebre, decía,
es
un símbolo. Pero tenemos también la posibilidad
de acudir a Jesús que
está al alcance de nuestra mano con toda su humanidad y
divinidad,
esperándonos en el Sagrario. No es sólo un
símbolo, es la presencia
real de Jesús en la Eucaristía, que guardamos en
el Sagrario para
tenerla siempre a mano cuando la necesitamos, y también para
adorarlo...
No es siempre fácil "verlo" a Jesús en el
Sagrario. Sólo los ojos de la
fe nos permiten hacerlo. Nos ayuda también exponer el
Santísimo
Sacramento para su adoración, como se hace en el Hogar
Marín desde el
final de la Misa hasta la oración de Vísperas del
primer Domingo de
cada mes, y como se hace en la Abadía Santa
Escolástica cada semana...
Jesús en la Eucaristía es Presencia, es
Sacrificio (entrega de Jesús al
Padre) y es Alimento. Porque es Sacrificio lo celebramos para
ofrecernos también nosotros con Él al Padre,
consagrando nuestra vida.
Porque es Alimento que nos fortalece tratamos de recibirlo con la mayor
frecuencia posible, y porque es Presencia de Jesús vamos
ante el
Sagrario para adorarlo, como lo hicieron los Magos de Oriente en el
Pesebre de Belén...
Todos los símbolos que nos hablan de Jesús nos
ayudan a encontrarlo y a
dejarnos iluminar por Él. Por eso en la Capilla privada que
el Obispo
me ha autorizado tener en mi casa me he permitido poner en torno al
Sagrario, donde Jesús está realmente presente,
varios símbolos de su
Presencia: la Cruz, un Pesebre, las Cenizas del Miércoles de
Cenizas,
un Cáliz con los símbolos del Pan y el Vino.
Sirve todo lo que nos
ayude a encontrarlo a Jesús y darnos cuenta que en esta
Navidad, como
en todas hace 2008 años, Jesús es el verdadero y
el
gran regalo que Dios nos ha dado...
3. NUESTRA RESPUESTA FIEL, AL ENCONTRAR A JESÚS,
ES DARLE NUESTROS
REGALOS... Cuando encontramos a Jesús, cuando su Luz nos
ilumina, no
nos podemos quedar sentados. Si nos encontramos con Él, como
los Magos
de Oriente, nos surge inmediatamente la urgencia de responder a su
llamado, presentándole nuestros propios regalos. Podemos
dejarnos guiar
por los Magos de Oriente para saber qué regalos le podemos
hacer a
Jesús...
Los
Magos le ofrecieron a Jesús oro, porque es lo que
corresponde a los
Reyes. Nosotros no tenemos mucho oro. Entonces, un regalo muy simple
que podemos hacerle para reconocerlo como Rey, es simplemente
hacerle
caso, en todo lo que nos dice, con su Palabra clara y
salvadora, que nos muestra qué hacer de nuestra vida para
vivir en paz
y encontrar descanso. Podemos contrastar con lo que nos dice
Jesús todo
lo que nos proponemos hacer, y en todo y sobretodo
hacerle
caso...
Los Magos
también le llevaron incienso, y así lo
reconocían también como Dios.
Nosotros usamos el incienso en la Liturgia, porque nos ayuda a
representar visiblemente nuestra oración. Así
como el humo del incienso
se eleva impregnando con su perfume todo lo que toca, así
también
nuestra oración se eleva hacia Dios impregnando toda nuestra
vida. En
casa no solemos tener incienso. Entonces, en vez de incienso, para
reconocerlo
verdaderamente como Dios bastará simplemente que nos
comprometamos a
adorarlo
sólo a Él, sin dejarnos
engañar por los ídolos que pretenden
suplantarlo...
Finalmente,
los Magos de Oriente le llevaron mirra a Jesús. En ese
tiempo y en ese
lugar se usaba la mirra para embalsamar los cadáveres.
Ofreciéndosela a
Jesús, podemos pensar que intuían que su camino
hacia la
Vida pasaba por muerte, y ésta no vendría para
Él con la ternura del
Pesebre sino con la crudeza de la Cruz. Aprendiendo de los
Magos, en
vez de mirra, que ya no
se usa, nosotros podemos ofrecerle a Jesús
acompañarlo
con un amor
crucificado, siguiéndolo en el camino de
la Cruz y de la muerte que
lleva a la Vida...
A lo largo de la vida nos toca a cada uno de nosotros encontrarnos con
esos momentos en los que todo se hace más pesado, esos
momentos en los
que el servicio a los demás que Jesús nos
enseña, nos pide algo más que
lo que hasta ahora hemos dado. Nuestros deberes de estado, las
circunstancias de nuestra salud y la de los que nos rodean, pueden
aparecer reclamándonos ese amor que Jesús nos
enseñó en la Cruz. Será
el momento de permanecer fieles a su Luz, que nos muestra el camino, y
es la única que no tiene ocaso...