Testigos del amor y la alegría...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 11 de mayo de 2008, Solemnidad de Pentecostés del Ciclo Litúrgico A, en la Abadía Santa Escolástica y en el Hogar Marín:

Arrugas1. EL PASO DEL TIEMPO DEJA SUS HUELLAS: LAS ARRUGAS NO SE PUEDEN EVITAR... Las huellas que va dejando sobre nosotros el paso del tiempo son inevitables. Las más visibles, que comienzan a gestarse desde los primeros días, al ritmo de nuestros movimientos y gestos habituales, y que se ponen en evidencia cuando ya han pasado los años, son las arrugas. Ellas dicen algo sobre nuestro modo de reír, o de llorar, sobre nuestras expresiones más frecuentes, ya sean de amargura o de alegría. Ellas nos indican también, más allá de las predisposiciones características de cada tipo de piel, por dónde hemos transitado a lo largo de la vida...

AmarguraDe todos modos las arrugas de la piel no nos deberían preocupar. Si ellas fueran las únicas hasta podríamos entretenernos considerándolas como premios que se nos dan por el tiempo vivido. Son las huellas de todos los caminos que hemos andado, de nuestras veladas y nuestros desvelos. Las arrugas bien llevadas pueden ser los signos de nuestra experiencia y madurez, de nuestra responsabilidad y venerabilidad. Es muy probable, que si no lo hacían antes, a partir de nuestras arrugas comiencen a decirnos "señor", o "señora"...

Sin embargo, hay otras arrugas que sí deberían preocuparnos si aparecen, y son las del corazón. Aunque por su naturaleza sean invisibles (es propio de todo lo espiritual), también se hacen ver. La amargura, la sensación de fracaso, el mal humor como estado de ánimo prevalente, no tarda en manifestarse en nuestros párpados caídos, nuestras cejas arqueadas hacia abajo y muchas otras huellas que aparecen en el rostro. Las "arrugas del corazón" se hacen ver, poniendo en evidencia lo que no ha andado bien en nuestra vida. Podríamos quedarnos simplemente resignados, pero también podemos preguntarnos si esas arrugas tienen remedio. La respuesta de Jesús no tardará, y la encontramos hoy en la celebración de la culminación del tiempo pascual con la Solemnidad de Pentecostés: para continuar realizando su obra de salvación entre nosotros, Jesús nos envía el Espíritu Santo...

Espíritu Santo2. EL ESPÍRITU SANTO NOS DA LA VIDA, EL AMOR Y LA ALEGRÍA QUE VIENEN DE DIOS... Estos dones, que vienen de Dios y que nos da el Espíritu Santo, es lo que estamos celebrando en la Solemnidad de Pentecostés, cincuenta días después de haber celebrado en la Pascua la Resurrección de Jesús. Esta Resurrección no es sólo para Él. Por eso, como fruto de la misma, Jesús nos deja su Espíritu, para hacernos parte de su triunfo sobre el pecado y la muerte, sobre la tristeza y la amargura...

TrabajadorCon el Espíritu Santo Jesús nos da la Vida de Dios. Por la Resurrección de Jesús sabemos que la Vida de Dios puede más que nuestra muerte. Jesús también nos da, con su Espíritu, el Amor de Dios. Y conociendo a Jesús, y lo que ha hecho y hace por nosotros, sabemos que el Amor de Dios puede más que todas nuestras debilidades. Y la Cruz de Jesús, donde se hace visible la misericordia de Dios, nos muestra que el Amor de Dios puede más que todos nuestros pecados...

El Espíritu Santo, que recibimos por primera vez en el Bautismo, nos hace verdaderamente nuevos. El temor, la tristeza y la desorientación en la que nos puede sumir la certeza de nuestra muerte, se disipan con Jesús resucitado, que nos entrega su Espíritu, y nos da con Él la seguridad, la alegría y la firmeza en la fe. Todos los sufrimientos, grandes o pequeños, de nuestra vida, adquieren con esta luz un nuevo valor. Con el Espíritu de Dios, el amor se expresa cotidianamente en nosotros, asumiendo el trabajo que cada uno tiene por delante, desde la escoba hasta la computadora, desde la cocina hasta el laboratorio, y da frutos que sirven a los demás, frutos que se acumulan para la Vida eterna...

FiestaCuando una vez resucitado se aparece a los Apóstoles, Jesús expresamente les entrega el don de la paz, e inmediatamente ellos se llenaron de alegría. Ambos dones provienen de Dios, y Jesús se los comparte dándoles el Espíritu Santo, que es Dios junto con el Padre y el Hijo (de eso nos hablará la celebración del próximo Domingo)...

Por eso las Hermanitas de los Pobres, que cuidan de este Hogar como de muchos otros Hogares de ancianos en el mundo entero, aprendieron muy bien de su Fundadora, la Beata Juana Jugan, la importancia de la Fiesta en la vida cotidiana. Fiesta que no dejan de celebrar cada vez que se presenta una ocasión adecuada, y que encuentra su fundamento, cualquiera sea el motivo que la despierte, en la alegría que Dios siembra en nosotros a través del Espíritu Santo, que nos hace participar en los dones de la salvación que Jesús, en la Cruz y con su Resurrección, ha alcanzado para todos los que quieran recibirlos. El Espíritu Santo, con el don de alegría, nos garantiza que Dios está siempre buscando nuestra salvación, se pone siempre "de nuestro lado"...

Espiritu Santo3. HEMOS RECIBIDO EL ESPÍRITU SANTO PARA SER TESTIGOS DEL AMOR Y LA ALEGRÍA DE DIOS...Todo don de Dios trae consigo una misión y una tarea. Jesús les da el Espíritu Santo a los Apóstoles para que lleven la paz y el perdón a todos los rincones del mundo, es decir, les encarga la inmensa tarea de reconciliar el mundo y todos sus habitantes con Dios, a través del don del Espíritu Santo...

Y Dios nos hace participar a todos nosotros de esa misma tarea. Dios, que puede hacer todo por su cuenta, quiere hacerlo con nosotros. Para eso no da el Espíritu de Jesús, el que animó a los Apóstoles, el que nos hace participar de la Vida de Jesús ganada en la Resurrección y regalada a cada uno de nosotros en el Bautismo. El Espíritu Santo nos anima a todos y a cada uno para hacer lo que nos toca, en la Iglesia y en el mundo, de manera que podamos aportar al bien común. Esto también sucede en nuestra familia, en nuestro lugar de trabajo, en todos los ambientes en los que nos movemos...

FlorQuiere decir que Dios pone su parte, para que, entre todas las cosas que urgen, cada uno pueda hacer bien lo que le toca. No hace falta, es más, no podemos quedarnos esperando que "las cosas cambien", por arte de magia o por lo que el Espíritu de Dios suscite en el corazón de grandes héroes de nuestro tiempo. Simplemente, como decía Santa Teresa del Niño Jesús (Santa Teresita), tenemos que hacer extraordinariamente bien las cosas simples y ordinarias propias de cada uno. Y para eso nos ayuda el don del Espíritu Santo. Con ese entrenamiento, también sabremos hacer bien las tareas y las misiones más complejas...

Los Apóstoles llevaron adelante su misión hasta sus últimas consecuencias, fueron testigos del Amor y la Alegría de Dios hasta dar su sangre por Jesús, siendo fieles al Espíritu Santo que los animaba. De allí el color rojo que se utiliza en los ornamentos de la celebración de Pentecostés, y en todas las Misas del Espíritu Santo (como también en las del Sacramento de la Confirmación y en las de las fiestas de los mártires). Ya que nosotros hemos sido bendecidos por la efusión del mismo Espíritu, nuestros corazones, animados por el Espíritu Santo, deberían encenderse también con ese color y florecer con actos de amor, que nos hagan cada día mejores y más fieles testigos ante todos los hombres de todos los dones con los que Dios nos ha regalado. De esta manera podríamos llevar sobre nosotros no sólo las huellas amargas de la vida, sino sobretodo las del amor y la alegría que siembra en nosotros el Espíritu Santo...


Lecturas bíblicas de la Solemnidad de Pentecostés del Ciclo "A":

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Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge:
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