Esta fue mi predicación de hoy, 25 de diciembre
de 2007,
Navidad, en la
Abadía Santa
Escolástica:
1. LOS PERROS LO PASAN
MAL DURANTE LA NOCHEBUENA, SE ASUSTAN CON LOS
RUIDOS... Anoche, cuando terminó la misa de Gallo celebrada
en la
Abadía, vimos con un fiel que un perro había
quedado escondido, con
mucho miedo, debajo de uno de los bancos de la nave central de la
Iglesia. Con paciencia y cuidado pudimos hacerle ver que no
corría
peligro, y logramos que saliera afuera del templo, antes de cerrarlo...
Se sabe que los perros son muy sensibles a los ruidos, y seguramente
por eso se asustan con los estruendos que se desatan a las 0 horas del
25 de diciembre y del primero de enero. Me imagino que sería
aún mayor
su horror si pudieran darse cuenta que en la Nochebuena, con esos
ruidos de pólvora, cañas voladoras y otros
cuantos inventos semejantes,
se pretende celebrar al Príncipe de la Paz con los ruidos de
la guerra.
De todos modos, me parece que no son los únicos que quedan
aturdidos en
la Nochebuena. A todos nos puede pasar, y seguramente a muchos les
pasa, que los ruidos de esa Noche Santa no lo ayudan a celebrarla "como
Dios manda", sino todo lo contrario. Es una noche peligrosa para
circular con el auto, es una noche donde las fiestas que suceden a la
entrega de los regalos y a los intercambios de afecto con los familiares
pueden prolongarse hasta la madrugada, sin que Jesús, el
motivo de la
fiesta, aparezca en ellas...
Por eso es bueno
recordar que en Navidad es necesario permanecer cerca del Pesebre. Y no
sólo eso, ya que se puede estar cerca y no mirar y descubrir
lo que nos
trae el Pesebre. Además, no se trata sólo de ver.
Ya que Jesús es la
Palabra de Dios que se hace hombre para vivir entre nosotros,
también
hace falta oír. A veces la edad nos va quitando sensibilidad
y nos hace
más difícil oír a los
demás. Pero esa no es la mayor dificultad. Porque
"no hay peor sordo que el que no quiere oír"...
Dios desde siempre hizo oír su Palabra a los hombres, y
nosotros muchas
veces nos hemos mostrado sordos o distraídos, sin hacerle
caso. Pasó
desde antiguo, y puede seguir pasando en nuestro tiempo. Todas las
cosas fueron hechas por la Palabra de Dios, por eso todas nos hablan de
Dios y nos dicen algo de Él, aunque a veces parezcamos
sordos. Pero
Dios no pierde la paciencia. Él, que con su Palabra hizo
todas las
cosas y que habló por los profetas, insiste con paciencia,
para que lo
oigamos. Y para que podamos entenderlo con claridad, la Palabra de
Dios, se hizo carne y habitó entre nosotros...
2. LA
PALABRA DE DIOS SE HIZO OÍR EN BELÉN, CON
PACIENCIA Y AMOR... De esto
nos habla el sencillo Pesebre de Belén. Jesús,
siendo Dios, nació
hombre entre los hombres, y allí comenzó su
camino, siendo primero
apenas un llanto de recién nacido, que terminó
todo lo que tenía para
decirnos cuando murió en la Cruz y resucitó...
Es una Palabra sencilla y contundente. Dios se hizo Hombre, para
pronunciar humanamente su Palabra. Para que Jesús dijera una
Palabra
que es verdaderamente de Dios, que pudiéramos entender y
acoger todos
los hombres. Es además una Palabra eficaz, porque no son
sólo sonidos,
sino especialmente hechos. Es una Palabra que asume toda nuestra
miseria y nuestra debilidad humana, que no encuentra más que
un Pesebre
donde recostarse, que de allí, siguiendo el camino que lo
llevó a
desplegar con inmensa paciencia la misericordia de su Amor,
llegó a la
Cruz, para entregarlo todo. Y que, resucitando, nos abrió
para siempre
las Puertas del Cielo...
La Palabra de Dios se
hizo carne y habitó entre nosotros para que todos
pudiéramos recibir su
Vida, esa que no se acaba con la muerte, y para que su Luz brillara
entre nosotros, disipando todas nuestra tinieblas, desde aquella oscura
noche de Belén, en la que los brazos de María y
los cuidados de José lo
recibieron. El tiene y trae la Paz que todos buscamos y necesitamos...
Esta Palabra de Dios nos habla a medida de cada uno y de las
circunstancias por las que pasamos a lo largo de la vida. Lo hace desde
la ternura del Pesebre, cuando la marcha se nos ha hecho demasiado
dura. Lo hace desde la firmeza inclaudicable de la Cruz, cuando nos
parece que el mundo nos pertenece o somos su centro. Lo hace desde el
Sepulcro vacío del Señor resucitado, cuando todo
parece doblegarnos y
se asoma en el horizonte la tentación de perder la
esperanza, es decir,
la tentación de no mirar los brazos tendidos de Dios, que
siempre nos
sostiene y siempre nos espera. Y lo hace desde todas las
páginas del
Evangelio, dándonos la Luz que necesitamos y
ayudándonos a comunicar al
mundo la Paz que Él nos trajo...
3. LA
PAZ DE TODO EL MUNDO NACE EN EL PESEBRE Y COMIENZA EN CADA
CORAZÓN...
Con su mensaje de Paz, la Navidad muchas veces es ocasión,
aún para los
que
no comparten nuestra fe, para expresar el deseo incontenible de este
don que todos necesitamos, en nuestras familias, en nuestra patria, en
el
mundo entero. De todos modos nosotros sabemos, habiendo conocido a
Jesús, que esa
Paz no se construye de cualquier manera, y no se logra de cualquier
modo. Requiere un compromiso que nos envuelve a todos, reclama algo
de cada uno de nosotros. Por eso nos decía Benedicto XVI en
su
Homilía
de esta Nochebuena: «En el establo de
Belén el cielo y la tierra se
tocan», y nos invitaba a ponernos «en camino, en
esta Noche santa,
hacia el Niño en el establo»...
«
Dios
busca a personas que sean portadoras de su paz y la comuniquen»,
decía ya Benedicto XVI celebrando su primera Misa de
Nochebuena (2005).
Pero para ser portadores de esa Paz, primero es necesario recibirla.
Por eso es que nos hace falta acercarnos al Pesebre, para
oír todo lo
que desde allí tiene para decirnos Jesús. Hace
falta acercarnos al
Pesebre y callar, ya que en sólo haciendo silencio se puede
oír lo que
Dios tiene para decirnos en cada momento, desde el Pesebre, desde la
Cruz y desde su lugar a la derecha del Padre, una vez resucitado
(así
como aquí mismo, haciendo silencio, podemos llegar a
percibir el sonido
de la cascada del Pesebre que en esta iglesia nos recuerda el de
Belén,
así también en nuestro corazón,
haciendo silencio en nuestro corazón
podemos oír a Dios que nos habla, para sembrar en nosotros
su Paz)...
Para todas las situaciones en las que sabemos que falta la Paz, para
todas las familias divididas, para todos los hombres que viven
desencontrados o enfrentados, ya sea por diferencias de raza, o de
religión, o por las injusticias que tantas veces privan a
muchos de lo
que a otros les sobra, en fin, para todos los hombres en todo los
rincones de la tierra, la Paz nacerá siempre del Pesebre, al
que
siempre podemos acercarnos para recibirla. Y esa misma Paz, si nos
encuentra dispuestos, inundará nuestros corazones...
¡FELIZ NAVIDAD, CON JOSÉ, MARÍA Y LOS
PASTORES, JUNTO AL PESEBRE!