A la luz de la fe...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 2 de marzo de 2008, Domingo IV de Cuaresma del Ciclo Litúrgico A, en la Abadía Santa Escolástica y en el Hogar Marín:

Ciego1. HAY MUCHOS MODOS DE VER, Y MUCHOS MODOS DE ESTAR CIEGO... Hay quienes desde su nacimiento han estado privados del sentido de la vista. A quienes no nos ha sucedido esto nos resulta muy difícil imaginarnos como sería para nosotros el mundo si no pudiéramos ver las formas y los colores. Sin embargo quienes han nacido sin el sentido de la vista han desarrollado mucho más que nosotros los otros cuatro (el oído, el olfato, el gusto y el tacto), de modo que pueden percibir con su propia claridad el mismo mundo en el que nosotros estamos...

AnteojudoHay otros que por una enfermedad o por un accidente han perdido en parte o totalmente la vista, o la vamos perdiendo con el paso del tiempo. Con un esfuerzo mayor o menor, según el caso, en ese caso se hace necesario aprender a prescindir de un sentido que antes se tenía, y a reemplazarlo con el desarrollo de los otros, para poder moverse en este mundo que antes se podía ver y que ahora sólo se puede percibir sólo con los otros sentidos...

A otros, finalmente, aunque tengamos en suficiente buen estado la vista, nos puede suceder más de una vez que tengamos alrededor de nosotros cosas que son para todos evidentes, y que sin embargo nosotros no alcanzamos a ver. Corazón latienteYo recuerdo que, en los primeros tiempos de mi ministerio sacerdotal, reemplacé por un mes a al párroco de la parroquia Nuestra Señora del Carmen, en San Fernando, que se había tomado vacaciones. El último día de ese mes, cuando entré a la Iglesia para celebrar la Misa, le pregunté a unos fieles que estaban allí cuándo habían puesto una imagen del la Virgen del Carmen que por primera vez veía al lado del altar. Ellos me contestaron que siempre había estado allí, desde que se hizo esa Iglesia. Lo curioso es que yo, después de estar celebrando Misa allí todo un mes, recién el último día alcancé a darme cuenta de la presencia de esa imagen...

Pero además, no sólo con la vista se ve. También con el corazón y con la inteligencia se pueden ver muchas cosas que escapan al sentido de la vista, o se las puede dejar de ver. Por eso es que existe ese refrán tan cargado de sabiduría popular, que nos dice que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Por eso también hoy Jesús quiere abrirnos, no sólo los ojos, sino también el corazón, para que queramos y podamos ver, a la luz de la fe...

Bautismo2. LA FE NOS ABRE LOS OJOS, PARA QUE VEAMOS LO QUE DE OTRO MODO NO SE PUEDE VER... Nosotros nacemos de nuevo, para la Vida que viene de Dios, en el Bautismo. Y cuando somos bautizados, recibimos el don de la fe. Esto no da una nuevo horizonte, ya que a partir del Bautismo nuestra vida tiene un destino de eternidad. Con los ojos de la fe, recibida en el Bautismo, podemos ver mucho más allá de aquello que podemos captar con los sentidos. Con los ojos de la fe nos abrimos al sentido profundo de la vida y lo que en ella nos toca hacer para alcanzar la meta de Vida eterna a la que Dios nos ha llamado, el Cielo. La fe nos permite mirar las cosas de otro modo, concentrándonos en lo que es verdaderamente importante, sin caer en distracciones o discusiones estériles, como las de los fariseos, que se pelean entre ellos y discuten porque Jesús curó al ciego de nacimiento en un día sábado, en el que no se podía trabajar, en vez reconocer que hizo lo que ellos no eran capaces de hacer...

Cristo cura al ciegoMuchos nos han dejado el testimonio de su propia vida iluminada por la fe. Recordemos a San Agustín, en sus Confesiones, a Santa Teresa de Jesús, con su Libro de la Vida, a Santa Teresita del Niño Jesús, con sus manuscritos autobiográficos reunidos en Historia de un alma, así como también a Juan Pablo II en su último libro testimonial, publicado a fines de enero de 2005, Memoria e identidad. Todos ellos nos muestran en sus escritos cómo la fe los ayudaba a ver en medio de la oscuridad. Salvando las distancias, también Obispos de nuestro tiempo, cuando han crecido en edad y en experiencia, se ven impulsados a dejarnos el testimonio de su vida de fe en un libro (Jorge Card. Mejía, Historia de una identidad, Buenos Aires 2005, y Jorge Casaretto, Para mí la vida es Cristo, Buenos Aires 2007)...

El mal se hace ver con insistencia, y a veces deja en la sombra todo el bien que hay a nuestro alrededor. Sin embargo, como nos recordaba Juan Pablo II en el libro recién mencionado, el mal está derrotado para siempre, porque en la Cruz Jesús le dio una enorme paliza de la que no se puede recuperar, porque ha sido vencido para siempre, haciendo del dolor un camino hacia la salvación y de la muerte un camino hacia la Vida. Si todavía el mal tiene alguna presencia, es sólo porque Dios lo permite, para que su presencia nos incentive para hacer el bien, hay un «límite impuesto al mal por el bien divino», y es la misericordia (Memoria e identidad, pág. 29 y siguientes). Los ojos de la fe nos permiten percibir el triunfo definitivo, que nos muestra Jesús desde la Cruz, del bien sobre el mal, y nos permiten también sumarnos a él. De manera silenciosa, como Jesús en la Cruz, sin levantar la voz, y haciendo siempre el bien...

Jesus meditando3. RENOVANDO NUESTRO BAUTISMO, PODEMOS VIVIR A LA LUZ DE LA FE... Como el ciego al que Jesús le abrió los ojos, también nosotros podemos ponernos en sus manos, para que nos abra cada día los ojos de la fe, a través de su Palabra y sus Sacramentos. De hecho, eso es lo que intentamos hacer de una manera especialmente intensa en este tiempo de Cuaresma preparándonos para celebrar la Pascua, en la que renovaremos nuestro compromiso bautismal, ya que la Vida que recibimos en este Sacramento llega a nosotros por la muerte y la Resurrección redentora de Jesús. Poniéndonos en las manos de Jesús, dejándonos purificar por Él con la mirada de la fe, encontraremos todo el bien que cada uno de nosotros podemos hacer desde el lugar y en la ocupación que nos toca en la vida...

LuzDesde el día de nuestro Bautismo, con el que fuimos llamados a alcanzar la Vida eterna, Jesús llena de luz nuestra vida y nuestro camino por medio de la fe. De esta manera, cada vez que renovamos lo que en nosotros hizo el Bautismo, se llena de luz el camino de nuestra vida, y se nos hace posible encontrar lo que en ella tenemos que hacer para alcanzar la meta a la que hemos sido llamados...

En el trato cotidiano, en la tarea de cada día, con el vecino y con el hermano,en todas las circunstancias y situaciones de nuestra vida, la luz de la fe nos ayuda a saber lo que nos toca hacer. Con el que está cerca y con el que nos resulta lejano, con el amigo y con el adversario, con el que piensa igual y con el que disentimos en todo, con todos ellos podemos intentar, movidos por la fe, ser más buenos, más justos y más veraces, ya que, como nos ha dicho hoy San Pablo, estos son los frutos de la luz con la que Jesús nos señala el camino, aún en medio de las tinieblas que nos rodean en este mundo oscuro en el que vivimos. Preparándonos a renovar nuestro Bautismo en la celebración de la Pascua, necesitamos aprender cada día de nuevo a hacer todo a la luz de la fe...


Lecturas bíblicas del Domingo IV de Cuaresma del Ciclo "A":

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Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge:
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