Esta fue mi predicación de hoy, 23 de noviembre de
2008,
Solemnidad de Cristo Rey del Ciclo
Litúrgico A, en la
Abadía Santa
Escolástica y en el Hogar
Marín:
1.
CUANDO ALGO NO ANDA BIEN, LO PRIMERO
QUE PENSAMOS ES QUE LA CULPA LA TIENE "OTRO"... La primera reacción
cuando
surge un problema suele ser buscar las excusas, que nos libren del peso
de la responsabilidad. Hubiera sido seguramente un éxito de la pantalla
televisiva si se hubiera podido transmitir en directo desde la
intimidad del equipo argentino que disputaba la Copa Davis de Tenis
todo lo que sucedía el sábado a la noche, después de la derrota del
tercer punto, en el partido de dobles, que dejó al equipo en la cuerda
floja ante su intento de ganar la competencia. Quizás abundaban
reproches, y no con dedos que apuntaban al propio pecho sino al de
otros...
Por eso creo que es
muy importante que en el
Mensaje
de la Conferencia Episcopal Argentina que los
Obispos
argentinos nos entregaron hace nueve días para ayudarnos a preparar la
celebración del bicentenario de nuestra patria, aún teniendo en cuenta
todo lo que puede disgustarnos de la marcha de la gestión de la cosa
pública, no hayan levantado mirando hacia los demás el siempre listo
"dedo acusador", sino que hicieron un recuento de nuestras realidades,
con sus fortalezas y debilidades, y con una mirada hacia el pasado para
aprender de nuestra historia, proponen en un tono de diálogo abierto un
conjunto de metas a alcanzar a la luz de la celebración que se avecina
(cf.
Mensaje...,
números 31-40). A propósito del
Mensaje...,
a mi gusto resulta ya aleccionador que los Obispos se propongan la
celebración del bicentenario no como una fecha sino como un período
para una tarea. Siguen con a los próceres de nuestra patria, que desde
el primer grito de libertad dado el 25 de mayo de 1810 trabajaron con
constancia para conquistarla, ante de la declaración formal de la
independencia el 9 de julio de 1816. Nos dicen con esto, me parece, que
los hechos deben acompañar y sostener las palabras, y de esa manera la
celebración del bicentenario no puede ser sólo la recordación de una
fecha (la de 1810 o la de 1816), sino un período para ponernos al día
con la gran deuda de los argentinos, que es la "deuda social", es
decir, lo que le debemos a la sociedad de la que nos servimos quizás
más de lo que le damos (cf.
Mensaje...,
número 5)...
De esta
manera se supera la tentación de pensar que la culpa de lo que nos pasa
es "de los otros", como parecen hacer los que en la parábola
de hoy Jesús pone a su izquierda, acusándolos de su falta de piedad,
porque tuvo hambre y no le dieron de comer, tuvo sed y no le dieron de
beber, estaba de paso y no lo alojaron, desnudo y no lo vistieron,
enfermo y preso y no lo visitaron. Ellos buscan sus excusas, diciendo
que nunca se lo encontraron a Jesús en esas situaciones, pero esas
excusas no los disculparán, ya que cada vez que no lo hicieron con el
más pequeño de sus hermanos, les dice Jesús, es decir, de nuestros
propios hermanos, es con Él que no lo han hecho...
Ante los niños que en las grandes ciudades de nuestra patria piden por
la calle los bienes más elementales que no tienen para subsistir, ante
la creciente pérdida de la cultura del trabajo que va siendo
reemplazada por la dádiva, ante la falta
de educación, que retrasa por muchos años la posibilidad del
resurgimiento de generaciones enteras que quedan sumidas en la mayor
pobreza, que no es precisamente la económica, ¿quién puede lavarse las
manos, distrayéndose con acusaciones a otros, como si no tuviera nada
que ver, y hubiera recién aterrizado en estas tierras, proveniente de
no sé qué galáctica de supuestos e inocentes salvadores de la patria?...
2. JESÚS
SIEMPRE NOS ESPERA EN LOS MÁS
PEQUEÑOS DE NUESTROS HERMANOS... Jesús nos llama a través de las
necesidades de cada uno de nuestros hermanos para que vayamos a su
encuentro, para que vayamos a atenderlo con nuestra buena voluntad y
nuestro amor...
Todos nosotros sabemos y lo
saben los Obispos, que conocen y alientan el trabajo de
Caritas
y de otras instituciones de hombres de buena voluntad, que hace ya
mucho tiempo vienen dando a niños y a adultos, en muchos lugares, todo
lo que tienen para comer y para atender a sus necesidades más básicas.
No necesitamos, para saberlo, que la televisión y la radio nos lo digan
y nos lo muestren, como lo hacían unos años atrás, en los momentos más
críticos de las crisis que hemos pasado. Tendríamos derecho, incluso, a
desconfiar de las olas de imágenes que nos inundan cuando la pobreza se
convierte en noticia, ya que también el hambre puede utilizarse
vilmente para hacer campañas políticas. El hambre y la pobreza, la
falta de trabajo y de
la voluntad de educar están presentes también cuando no salen en los
medios masivos de comunicación. Hay muchas situaciones de pobreza que
no aparecen en los
medios y son un lacerante realidad, a las que responde Cristo Rey a
través del amor de aquellos que lo dejan reinar en sus corazones...
Allí nos espera Jesús,
en cada uno de los más
pequeños de nuestros hermanos, que claman desde sus necesidades, y nos
muestran el rostro de Cristo que se acerca a nosotros, esperando el
amor como el fruto preciado de nuestra fe. Dios nos hizo a su
semejanza, y en lo que más nos parecemos es precisamente en nuestra
capacidad de amar, es decir, de ocuparnos de las necesidades de
nuestros hermanos, sin más interés que su propio bien. Un amor,
entonces, que no es sólo un sentimiento más o menos duradero, sino una
decisión perseverante de ocuparnos del bien de nuestros hermanos,
haciendo por ello todo lo que está en nuestras manos...
Tengamos en cuenta que, a la hora del balance final, cuando
lleguemos a las puertas del Cielo, Jesús no nos preguntará cuántas
veces nos hemos confesado, cuántas veces hemos ido a Misa, o cuántas
veces o cuántos Rosarios hemos rezado. Todas estas prácticas de piedad
nos ayudarán a alimentar y expresar nuestro amor a Dios, y a
fortalecernos para vivir perseverantemente comprometidos en el amor,
sobretodo cuando recibamos como pago la ingratitud o la indiferencia.
Pero a la hora del balance final Jesús simplemente nos pondrá a prueba,
con el filtro del amor, que pondrá en evidencia si lo hemos atendido en
nuestros hermanos pequeños...
3. HAY
QUE PREPARARSE CON AMOR
PARA LA FIESTA DEL REINO DE DIOS, EL CIELO... Como hemos dicho ya en el
Domingo
pasado, el Cielo, que es la fiesta completa y total
del amor
de Dios, no se improvisa. Por esta razón, sólo con amor el corazón se
enancha de una manera tal que se hace capaz de disfrutar el Cielo...
Hay que
tener en cuenta, sin
embargo, que en el medio del amor está la Cruz. Porque se trata de una
amor capaz de construir paciente y perseverantemente el bien de
nuestros hermanos. Son los gestos de amor de cada día, grandes o
pequeños, con los que acudimos en auxilio del que tiene hambre o sed,
del que está sin techo o sin ropa, del que está enfermo o en la cárcel,
los que nos preparan para la fiesta del Amor de Dios...
Las necesidades de los que en nombre de Dios golpean a nuestra puerta
podrán ser las que Jesús menciona en la parábola de hoy, u otras
semejantes. Pero seguirán siendo siempre estos "embajadores de Jesús",
con quienes Él se identifica, hasta el punto de decirnos que cuando los
atendemos a ellos es a Él a quien atendemos y cuando los dejamos sin
respuestas es a Él a quien hemos dejado de atender, los que vengan a
golpear nuestra puerta. De la misma manera, seguirá siendo sólo la
respuesta del amor la que nos vaya preparando para la fiesta del Cielo.
Hoy celebramos a Jesús como Rey, culminando el año litúrgico en el que
hemos ido recorriendo todo su misterio, desde que comenzamos a preparar
la Navidad pasada. Es momento para tener en cuenta que el Reino de
Dios, que se manifestará plenamente en el Cielo, es el Reino del amor.
Y es con el amor con el que se anticipa y se prepara el Cielo...