Lo que hacemos y decimos...
Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de hoy, 6 de febrero de 2005,
V Domingo del Tiempo Ordinario del Ciclo Litúrgico A, en el Hogar
Marín. Me basé en las
siguientes frases de
las lecturas bíblicas de la Misa del día:
- Así habla el Señor: Si compartes compartir tu pan con el
hambriento y albergas a los
pobres sin techo, si cubres al que ves desnudo y no te despreocupas de
tu propia carne, entonces despuntará tu luz como la aurora y tu llaga
no tardará en cicatrizar; delante de ti avanzará tu justicia y detrás
de ti irá la gloria del Señor. Entonces llamarás y el Señor responderá;
pedirás auxilio, y él te dirá: "¡Aquí estoy!". Si eliminas de ti todos
los yugos, el gesto amenazador y
la palabra maligna; si ofreces tu pan al hambriento y sacias al que
vive en la penuria, tu luz se alzará en las tinieblas y tu oscuridad
será como al mediodía (Isaías 58, 7-10).
- Hermanos, cuando los visité para anunciarles el misterio de Dios,
no llegué con el prestigio de la elocuencia o de la sabiduría. Al
contrario, no quise saber nada, fuera de Jesucristo, y Jesucristo
crucificado. Por eso, me presenté ante ustedes débil, temeroso y
vacilante. Mi palabra y mi predicación no tenían nada de la
argumentación persuasiva de la sabiduría humana, sino que eran
demostración del poder del Espíritu, para que ustedes no basaran su fe
en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios (1 Corintios
2, 1-5).
- Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes son la sal de la tierra.
Pero si la sal pierde su sabor,
¿con qué se la volverá a salar? qué se la volverá a salar? Ya no sirve
para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres. Ustedes son
la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de
una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un
cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos
los que están en la casa. Así debe brillar ante los ojos de los hombres
la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y
glorifiquen al
Padre que está en el cielo (Mateo 5, 13-16).
1. SÓLO APARECEMOS EN LOS MEDIOS SI HAY ALGÚN
ESCÁNDALO, O SI SE PUEDE MORIR EL PAPA... Los católicos, y los
creyentes en general, no aparecemos con frecuencia en los periódicos,
ni ocupamos habitualmente mucho lugar en los medios de comunicación
social. Sólo si algún clérigo provoca algún escándalo, sobretodo si es
de naturaleza sexual o económica, pasamos a tener una mayor presencia,
más motivada por las ganas o la necesidad de aprovechar las ventas que
eso produce, que por verdadero interés de ocuparse por lo que sucede...
También si el Papa se puede morir, resultamos
una noticia que es capaz de ocupar muchas primeras planas, y llenar
horas de radio. Precisamente la semana pasada me llamaron desde un
programa radial a las siete y cuarto de la mañana, porque les
interesaba que explicara al aire cómo era el procedimiento para la
elección de un nuevo Papa, y si había candidatos argentinos o
latinoamericanos que tuvieran posibilidades de ser elegidos. Yo les
insistía en que el Papa parecía estar superando su gripe, y además que
los Cardenales que participarán en un futuro cónclave para la elección
de un nuevo Papa no se preocupaban hoy tanto de conversar sobre quién
será el próximo, sino de ayudar al actual, del que hoy son estrechos
colaboradores, aunque parece que eso no era una noticia tan interesante
(esta foto del Papa, dando esta mañana la bendición desde su habitación
en el Hospital Gemelli, mientras decía "también en este hospital, en
medio de otras personas enfermas, a quienes envío mis reflexiones
afectuosas, puedo seguir sirviendo a la Iglesia y a la humanidad
entera", seguramente ocupará mañana su lugar en las primeras planas de
los periódicos)...
Es que, me parece, hace tiempo
que el mundo no es lo que era cuando nacimos los cincuentones de hoy,
cuando la cultura de occidente todavía podía llamarse cristiana.
Vivimos en un mundo que progresivamente se ha vuelto cada día más
pagano, en el que se corre detrás de muchos ídolos que siembran
tristeza y frustración. No sólo se han ido quitando los crucifijos de
las salas de los jueces, y de las escuelas, supuestamente para no
ofender a nadie que no sea cristiano, sino que además se lo ha ido
retirando a Dios, cualquiera sea el nombre con el que se lo llame, de
cualquier expresión de la vida pública. Y los cristianos, como otros
creyentes, nos hemos ido acostumbrando a vivir escondidos, sin darnos
mucho a conocer ni distinguirnos demasiado, ni en lo que hacemos ni en
lo que decimos, de los que no están movidos por nuestra misma fe. Es
como si,de algún modo, tuviéramos vergüenza o pudor de mostrarnos...
Hoy, sin embargo, Jesús nos exhorta a hacernos ver, ya que la fe puede,
y por lo tanto debe, cambiarnos tanto la vida que ya no podamos pasar
desapercibidos, como si nada tuviéramos de distintos, y como si a la
cultura pagana que se nos propone de todas maneras no nos quedara más
que amoldarnos...
2. LA LUZ QUE RECIBIMOS DE JESÚS
SE REFLEJA EN LO QUE HACEMOS Y DECIMOS... Jesús nació en Belén,
en los confines del
imperio romano, el imperio de ese momento. Belén estaba en el borde
oriental, casi afuera del imperio. Era una pequeña ciudad, en un
país empobrecido en el que abunda el desierto, lleno de peleas
domésticas y mezquinas entre los políticos y
los poderosos de ese tiempo, que colmaban la paciencia de los
emperadores romanos.
¡Cualquier similitud con nuestra Argentina de hoy, ubicada también en
los confines de un imperio, empobrecida en buena parte por las
mezquindades de quienes tendrían que trabajar para hacerla crecer, no
es pura casualidad, sino reflejo fiel de la realidad!
Jesús, nacido pobremente en Belén, fue capaz de llenar de luz el mundo
entero. También para nosotros, dos milenios después de los
acontecimientos de Belén, Jesús es nuestra fuente de luz y sabiduría.
Este Jesús que no se llena la
boca con palabras vanas (vacías), que no tiene discursos
grandilocuentes, que no
se maneja con la sabiduría de los hombres, según nos muestra hoy San
Pablo, que aprendió de Jesús a predicar su Palabra. Jesús, que va a los
hechos, y produce a cada paso actos de amor. Jesús que, fiel a Dios
Padre, va a la Cruz
por amor y con amor, y allí nos gana la Vida. No nos olvidemos que la
Cruz es la sabiduría
de Dios, y el amor es la luz con la que Dios nos ilumina...
Jesús nos dice que nosotros somos la sal y la luz del mundo.
Nuestra misión, entonces, es dar sabor e iluminar. Sabor suena cercano
a la Sabiduría, que es el gusto por las cosas de Dios. Se trata de dar
sabor, entonces, con la sabiduría de Dios, que brota de la Cruz: una
entrega fiel y perseverante, trabajando para hacer lo que resulta bueno
para los otros, es decir, siendo solidarios. Se trata de iluminar con
la luz que viene de Dios: compartir el pan con el hambriento, albergar
a los pobres sin techo, cubrir al que vemos desnudo, saciar al que vive
en la penuria, eliminar los gestos amenazadores y las palabras
malignas, en fin, hacer todo aquello que nos sugiere un amor
perseverante. Como nos dice hoy el Profeta Isaías, haciendo así
despuntará nuestra luz como la aurora, nuestra luz se alzará en las
tinieblas y nuestra oscuridad
será como el mediodía...
Por supuesto, no hay que olvidarse que todo
esto funcionará con el principio del espejo: sólo reflejará lo que le
pongamos delante. Si a nosotros la fe no nos alegra la vida, si la
Palabra de Dios nos deja con las cejar arqueadas y la tristeza
dibujándonos el rostro, ¿cómo podrán ver, los que nos miran, que
nuestra fe es algo valioso?...
Sólo si encontramos en nuestra fe el motor de nuestra vida, sólo si
encontramos que vale la pena que la fe sea la que nos lleve a elegir o
descartar lo que elegimos o descartamos en nuestra vida, será posible
que los cristianos seamos lo que estamos llamados a ser, sal que da
sabor y luz que ilumina, nuestra vida y la de quienes nos miran...
Dicho de otra manera, sólo podremos ser sal que da sabor y luz que
ilumina en este mundo, si nos tomamos en serio nuestra fe, de modo tal
que nos provoque legítima y profunda alegría. Este es el testimonio que
hoy puede esperarse de quienes decimos que hemos encontrado en Jesús la
salvación y la Vida...
3. SOMOS SAL Y LUZ, PARA DAR SABOR E ILUMINAR
CON LA SABIDURÍA Y EL
AMOR DE DIOS... Los que hemos tenido la dicha de conocer en detalle la
vida de la Beata Juana Jugan, tenemos un testimonio claro de lo que
significa darle sabor, con la sabiduría de Dios, a las cosas de la
vida. Ella encontró un camino especial de llevar a la práctica la
exhortación que nos hacía hoy el Señor a través del profeta Isaías, y
supo marcar el rumbo que hoy siguen las Hermanitas de los Pobres,
dedicando con inmensa felicidad toda su vida a atender a Jesús en el
cuidado de los ancianos pobres, recibiéndolos en sus Hogares y
alegrarles los últimos años de su vida, mientras se preparan para el
encuentro definitivo con el Señor, en el paso a la eterna alegría...
Y todos los hombres de este tiempo hemos podido conocer el testimonio
de la Beata Teresa de Calcuta. Esta mujer, en esa ciudad, más pobre que
la más
pobre de las nuestras, nos nos regaló su luz, que brillaba en las
tinieblas. Estos testimonios de fe vivida nos indican con claridad qué
nos quiere decir Jesús, cuando nos llama a ser sal de la tierra y luz
del mundo, y encontrar en la fe la alegría...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: