Lo que hacemos y decimos...

Queridos amigos:

Esta fue mi predicación de hoy, 6 de febrero de 2005, V Domingo del Tiempo Ordinario del Ciclo Litúrgico A, en el Hogar Marín. Me basé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:

 
Sacerdote pirata1. SÓLO APARECEMOS EN LOS MEDIOS SI HAY ALGÚN ESCÁNDALO, O SI SE PUEDE MORIR EL PAPA... Los católicos, y los creyentes en general, no aparecemos con frecuencia en los periódicos, ni ocupamos habitualmente mucho lugar en los medios de comunicación social. Sólo si algún clérigo provoca algún escándalo, sobretodo si es de naturaleza sexual o económica, pasamos a tener una mayor presencia, más motivada por las ganas o la necesidad de aprovechar las ventas que eso produce, que por verdadero interés de ocuparse por lo que sucede...

El Papa, internadoTambién si el Papa se puede morir, resultamos una noticia que es capaz de ocupar muchas primeras planas, y llenar horas de radio. Precisamente la semana pasada me llamaron desde un programa radial a las siete y cuarto de la mañana, porque les interesaba que explicara al aire cómo era el procedimiento para la elección de un nuevo Papa, y si había candidatos argentinos o latinoamericanos que tuvieran posibilidades de ser elegidos. Yo les insistía en que el Papa parecía estar superando su gripe, y además que los Cardenales que participarán en un futuro cónclave para la elección de un nuevo Papa no se preocupaban hoy tanto de conversar sobre quién será el próximo, sino de ayudar al actual, del que hoy son estrechos colaboradores, aunque parece que eso no era una noticia tan interesante (esta foto del Papa, dando esta mañana la bendición desde su habitación en el Hospital Gemelli, mientras decía "también en este hospital, en medio de otras personas enfermas, a quienes envío mis reflexiones afectuosas, puedo seguir sirviendo a la Iglesia y a la humanidad entera", seguramente ocupará mañana su lugar en las primeras planas de los periódicos)...

EscondidoEs que, me parece, hace tiempo que el mundo no es lo que era cuando nacimos los cincuentones de hoy, cuando la cultura de occidente todavía podía llamarse cristiana. Vivimos en un mundo que progresivamente se ha vuelto cada día más pagano, en el que se corre detrás de muchos ídolos que siembran tristeza y frustración. No sólo se han ido quitando los crucifijos de las salas de los jueces, y de las escuelas, supuestamente para no ofender a nadie que no sea cristiano, sino que además se lo ha ido retirando a Dios, cualquiera sea el nombre con el que se lo llame, de cualquier expresión de la vida pública. Y los cristianos, como otros creyentes,  nos hemos ido acostumbrando a vivir escondidos, sin darnos mucho a conocer ni distinguirnos demasiado, ni en lo que hacemos ni en lo que decimos, de los que no están movidos por nuestra misma fe. Es como si,de algún modo, tuviéramos vergüenza o pudor de mostrarnos...

Hoy, sin embargo, Jesús nos exhorta a hacernos ver, ya que la fe puede, y por lo tanto debe, cambiarnos tanto la vida que ya no podamos pasar desapercibidos, como si nada tuviéramos de distintos, y como si a la cultura pagana que se nos propone de todas maneras no nos quedara más que amoldarnos...
 
El Niño de la Luz2. LA LUZ QUE RECIBIMOS DE JESÚS SE REFLEJA EN LO QUE HACEMOS Y DECIMOS... Jesús nació en Belén, en los confines del imperio romano, el imperio de ese momento. Belén estaba en el borde oriental, casi afuera del imperio. Era una pequeña ciudad, en un país empobrecido en el que abunda el desierto, lleno de peleas domésticas y mezquinas entre los políticos y los poderosos de ese tiempo, que colmaban la paciencia de los emperadores romanos. ¡Cualquier similitud con nuestra Argentina de hoy, ubicada también en los confines de un imperio, empobrecida en buena parte por las mezquindades de quienes tendrían que trabajar para hacerla crecer, no es pura casualidad, sino reflejo fiel de la realidad!

Jesús, nacido pobremente en Belén, fue capaz de llenar de luz el mundo entero. También para nosotros, dos milenios después de los acontecimientos de Belén, Jesús es nuestra fuente de luz y sabiduría. Este Jesús que no se llena la boca con palabras vanas (vacías), que no tiene discursos grandilocuentes, que no se maneja con la sabiduría de los hombres, según nos muestra hoy San Pablo, que aprendió de Jesús a predicar su Palabra. Jesús, que va a los hechos, y produce a cada paso actos de amor. Jesús que, fiel a Dios Padre, va a la Cruz por amor y con amor, y allí nos gana la Vida. No nos olvidemos que la Cruz es la sabiduría de Dios, y el amor es la luz con la que Dios nos ilumina...

Jesús nos dice que nosotros somos la sal y la luz del mundo. Nuestra misión, entonces, es dar sabor e iluminar. Sabor suena cercano a la Sabiduría, que es el gusto por las cosas de Dios. Se trata de dar sabor, entonces, con la sabiduría de Dios, que brota de la Cruz: una entrega fiel y perseverante, trabajando para hacer lo que resulta bueno para los otros, es decir, siendo solidarios. Se trata de iluminar con la luz que viene de Dios: compartir el pan con el hambriento, albergar a los pobres sin techo, cubrir al que vemos desnudo, saciar al que vive en la penuria, eliminar los gestos amenazadores y las palabras malignas, en fin, hacer todo aquello que nos sugiere un amor perseverante. Como nos dice hoy el Profeta Isaías, haciendo así despuntará nuestra luz como la aurora, nuestra luz se alzará en las tinieblas y nuestra oscuridad será como el mediodía...

Espejo, tristezaEspejo, alegríaPor supuesto, no hay que olvidarse que todo esto funcionará con el principio del espejo: sólo reflejará lo que le pongamos delante. Si a nosotros la fe no nos alegra la vida, si la Palabra de Dios nos deja con las cejar arqueadas y la tristeza dibujándonos el rostro, ¿cómo podrán ver, los que nos miran, que nuestra fe es algo valioso?...

Sólo si encontramos en nuestra fe el motor de nuestra vida, sólo si encontramos que vale la pena que la fe sea la que nos lleve a elegir o descartar lo que elegimos o descartamos en nuestra vida, será posible que los cristianos seamos lo que estamos llamados a ser, sal que da sabor y luz que ilumina, nuestra vida y la de quienes nos miran...

Dicho de otra manera, sólo podremos ser sal que da sabor y luz que ilumina en este mundo, si nos tomamos en serio nuestra fe, de modo tal que nos provoque legítima y profunda alegría. Este es el testimonio que hoy puede esperarse de quienes decimos que hemos encontrado en Jesús la salvación y la Vida...

SalBeata Teresa de Calcuta3. SOMOS SAL Y LUZ, PARA DAR SABOR E ILUMINAR CON LA SABIDURÍA Y EL AMOR DE DIOS... Los que hemos tenido la dicha de conocer en detalle la vida de la Beata Juana Jugan, tenemos un testimonio claro de lo que significa darle sabor, con la sabiduría de Dios, a las cosas de la vida. Ella encontró un camino especial de llevar a la práctica la exhortación que nos hacía hoy el Señor a través del profeta Isaías, y supo marcar el rumbo que hoy siguen las Hermanitas de los Pobres, dedicando con inmensa felicidad toda su vida a atender a Jesús en el cuidado de los ancianos pobres, recibiéndolos en sus Hogares y alegrarles los últimos años de su vida, mientras se preparan para el encuentro definitivo con el Señor, en el paso a la eterna alegría...

Y todos los hombres de este tiempo hemos podido conocer el testimonio de la Beata Teresa de Calcuta. Esta mujer, en esa ciudad, más pobre que la más pobre de las nuestras, nos nos regaló su luz, que brillaba en las tinieblas. Estos testimonios de fe vivida nos indican con claridad qué nos quiere decir Jesús, cuando nos llama a ser sal de la tierra y luz del mundo, y encontrar en la fe la alegría...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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