Hay que hacerlos producir...
Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de hoy, 13 de noviembre de 2005, XXXIII
Domingo del Tiempo Ordinario del Ciclo Litúrgico A, en el Hogar
Marín. Me basé en las
lecturas bíblicas de la Misa del día:
- Una buena ama de casa, ¿quién la encontrará? Es mucho más valiosa
que las perlas. El corazón de su marido confía en ella y no le faltará
compensación. Ella le hace el bien, y nunca el mal, todos los días de
su vida. Se procura la lana y el lino, y trabaja de buena gana con sus
manos. Aplica sus manos a la rueca y sus dedos manejan el huso. Abre su
mano al desvalido y tiende sus brazos al indigente. Engañoso es el
encanto y vana la hermosura: la mujer que teme al Señor merece ser
alabada. Entréguenle el fruto de sus manos y que sus obras la alaben
públicamente (Sabiduría 31, 10-13. 19-20. 30-31).
- Hermanos, en cuanto al tiempo y al momento, no es necesario que
les escriba. Ustedes saben perfectamente que el Día del Señor vendrá
como un ladrón en plena noche. Cuando la gente afirme que hay paz y
seguridad, la destrucción caerá sobre ellos repentinamente, como los
dolores de parto sobre una mujer embarazada, y nadie podrá escapar.
Pero ustedes, hermanos, no viven en las tinieblas para que ese Día los
sorprenda como un ladrón: todos ustedes son hijos de la luz, hijos del
día. Nosotros no pertenecemos a la noche ni a las tinieblas. No nos
durmamos, entonces, como hacen los otros: permanezcamos despiertos y
seamos sobrios (1 Tesalonicenses 5, 1-6).
- Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: El reino de los Cielos
es también como un hombre que, al salir de viaje, llamó a sus
servidores y les confió sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro
dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y después
partió. Después de un largo tiempo, llegó el señor y arregló las
cuentas con sus servidores. El que había recibido los cinco talentos se
adelantó y le presentó otros cinco. "Señor, le dijo, me has confiado
cinco talentos: aquí están los otros cinco que he ganado". "Está bien,
servidor bueno y fiel, le dijo su señor, ya que respondiste fielmente
en lo poco, te encargaré de mucho más: entra a participar del gozo de
tu señor" (Mateo 25, 14-15 y 19-21).
1. TODOS HEMOS RECIBIDO ALGUNOS
TALENTOS PARA SERVIR A LOS DEMÁS... Todos sabemos hacer algo que puede
ser útil a los demás, y eso se debe a las capacidades o talentos que
hemos recibido. Pero vale la pena tener en cuenta esto con ejemplos
concretos de lo que sabemos y podemos hacer...
Lo vemos bien fácilmente aquí en el Hogar
Marín, en el que residen 90 ancianos, al cuidado de las Hermanitas de
los Pobres, los voluntarios y algunos empleados, que con mucho cariño y
dedicación se hacen cargo de sus necesidades. Porque los mismos
residentes toman a su cargo con entusiasmo las tareas que saben y
pueden hacer. Sirvan aquí sólo algunas referencias a la tarea de los
residentes del Hogar. Por ejemplo, cuando se trata de barrer, don Julio
es un especialista. Cuando agarra la escoba, las hojas del jardín ya se
ponen todas a temblar, porque saben que terminarán todas amontonadas en
un mismo lugar. Para poner la mesa, nadie supera a Merceditas. Antes en
el Comedor mixto, ahora en el Comedor de las Señoras en el primer piso,
allí está, cuando termina una comida, lista y con el delantal en la
mano, para empezar a poner en su lugar los platos y los cubiertos para
la que sigue. De la misma manera, en la Portería contamos con los
Eduardo, así como también con Carmelo y Francisco, más los otros que
los ayudan a atender con calidez a todos los que tocan el timbre. Y
cuando se trata de ayudar a Hugo en las tareas de mantenimiento, allí
está el otro Francisco como colaborador del taller, y Carlos Alberto
como colaborador puertas afuera", para que no le falten asistentes de
primer nivel. Allí los tenemos también a Horacio, Domingo y Justo
colaborando en la tarea de la lavandería, y al mismo justo junto con
chiquita y los demás que cada día ayudan a secar todos los platos
después de cada comida...
Lo que importa es que todos tenemos nuestros propios talentos, que
hemos recibido como dones de Dios, y que, puestos al servicio de los
demás, pueden dar muchos frutos. De todos modos, no basta con tener los
talentos. Porque podríamos quedarnos sentados con ellos, por miedo a
perderlos o a fracasar, y de esa manera no sólo no ayudaríamos a nadie,
sino que además deberíamos someternos al derecho de los demás a
reprocharnos...
2. NO ALCANZA CON TENER TALENTOS, ADEMÁS HAY QUE HACERLOS PRODUCIR...
Pero no basta con tener talentos, solos no pueden dar frutos, para eso
hace falta que nos hagamos cargo de ellos y los hagamos crecer,
aprendiendo a hacerlos producir buenos frutos para los demás, y
decidiéndonos con amor a ponerlos en marcha...
Sucede con los talentos que
cada uno de nosotros tenemos lo que sucede con todo don de Dios, no
sólo son un regalo sino que al mismo tiempo significan una tarea. Es
decir, los talentos no son dones terminados, acabados en sí mismos, que
simplemente hay que sentarse a disfrutar, sino dones destinados a dar
frutos gracias a nuestro cuidado y dedicación, en primer lugar para
cultivarlos, hacerlos crecer, protegerlos del desgaste y del deterioro
natural, y, finalmente, para ponerlo al servicio de los demás...
Todos conocemos los dones de la
Hermanita María Sagrario, así como de su colaboradoras en la Cocina,
Angela y Zulema, como también de sus ayudantes Ada, Cecilia y Leticia.
Todas ellas juntas hacen que, cualesquiera sean los ingredientes para
preparar nuestros alimentos, siempre éstos sean un regalo no sólo
alimenticio, sino especialmente sabroso. Pero nada de esto podría
suceder, si simplemente se quedaran "mirando las ollas". Para que los
dones de nuestras cocineras den su frutos, ellas los tiene que poner en
marcha, los tiene que utilizar para servirnos. Sirva también tener en
cuenta, por ejemplo, a Domingo. La primera vez que se le pidió que me
ayudara aquí en el altar como monaguillo, no conocía esta tarea, pero
con atención y dedicación fue aprendiendo la tarea, que hoy desarrolla
con soltura, eficiencia y aplicación ejemplar, ya que puso en marcha
los talentos que para ello tenía. Lo mismo podría decirse de las
señoras que planchan la ropa, cosen la que está rota o es necesario
arreglar. No basta que sepan hacerlo, además hace falta que se
dispongan a dar frutos con lo que saben hacer...
Dios, que nos hizo por amor, nos hizo también para el amor. Por
eso, todo lo que de Él hemos recibido encuentra finalmente su sentido
en el servicio y en don a los demás. Por eso no somos dueños sino
administradores de todo lo que hemos recibido de Dios, empezando por la
vida, y los diversos dones que la acompañan. Todos estos dones
encuentran su lugar cuando, en vez de descuidarlos o destinarlos sólo
para el beneficio propio, lo ponemos fielmente al servicio de los
demás. No pensemos, sin embargo que sea necesario realizar grandes
gestos de entrega y generosidad para que nuestros dones den sus frutos,
no pensemos que sólo vale lo que se hace llegando al extremo del
heroísmo, se trata simplemente de dar los frutos que podemos dar...
3. LOS FRUTOS PEQUEÑOS DE CADA
DÍA SIRVEN PARA PREPARAR LA FIESTA FINAL: EL CIELO... Cuando hablamos
de los frutos que estamos llamados a dar con los dones o talentos que
hemos recibido de Dios tenemos que pensar también en los pequeños
frutos de amor y de servicio de cada día. Como decíamos el Domingo
pasado, el Cielo no se puede improvisar, se llega a Él en primer
lugar porque Dios nos invita, pero además si le respondemos cada día,
cuando viene
hacia a nosotros en la mano del que nos pide algo que tiene derecho a
esperar de nosotros, cuando viene a nosotros en la oración, cuando se
hace presente con su llamada en todo lo que hacemos cada día...
Todas las parábolas de estos últimos Domingos
del año litúrgico, que nos hablan del Cielo, nos sirven para estar
atentos y despiertos, preparando la fiesta que esperamos en todo y con
todo lo que hacemos cada día. Estas parábolas, entonces, nos ayudan a
vivir con los pies en la tierra, para tomar conciencia de todos los
dones que de Dios hemos recibido, pero al mismo tiempo con la mirada
siempre puesta en el Cielo, al que nadie va a llegar por mera
casualidad.
Será una gran alegría, incomparable y sin igual, participar en esa
fiesta sin fin en la que consistirá el Cielo. Pero ciertamente no
llegaremos al Cielo porque sí no más, con los brazos cruzados. Los
dones que hemos recibido son los instrumentos que Dios nos ha dado para
que nosotros mismos participemos en la preparación del Cielo al que nos
ha invitado. Por eso el camino al Cielo siempre será una Cruz, ya que
hacerlos rendir sus frutos siempre implicará un trabajo, el trabajo del
amor y del servicio al que Dios nos ha llamado. El Cielo será fruto,
será fruto, sin duda, en primer lugar de la misericordia de Dios, sin
la cual para nadie es posible el Cielo. Pero será también la
consecuencia que Dios ha querido regalarnos de los pequeños frutos de
cada día que, con amor y perseverancia, poniendo todos nuestros
talentos al servicio de nuestros hermanos, especialmente lo más
necesitados y abandonados, hayamos podido producir...
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: