Para iluminar...
Queridos amigos:
Esta fue mi predicación del 23 de enero de 2005,
Domingo III del Tiempo Ordinario del Ciclo Litúrgico A, todavía en
vacaciones, en la Misa que celebré para un grupo de familias amigas. Me
basé en las
siguientes frases de
las lecturas bíblicas de la Misa del día:
- El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz:
sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz.
Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo; ellos se
regocijan en tu presencia. como se goza en la cosecha, como cuando
reina la alegría por el reparto del botín. Porque el yugo que pesaba
sobre él, la barra sobre su espalda y el palo de su carcelero, todo eso
lo has destrozado... (Isaías 9, 1-2).
- Hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, yo los
exhorto a que se pongan de acuerdo: que no haya divisiones entre
ustedes y vivan en perfecta armonía, teniendo la misma manera de pensar
y de sentir (1 Corintios 1, 10).
- Cuando Jesús se enteró de que Juan había sido arrestado, se
retiró a Galilea. Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaúm, a
orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí, para que se
cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías: "¡Tierra
de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, país de la
Transjordania, Galilea de las naciones! El pueblo que se hallaba en
tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en las oscuras
regiones de la muerte, se levantó una luz." A partir de ese momento,
Jesús comenzó a proclamar: «Conviértanse, porque el Reino de los Cielos
está cerca» (Mateo 4, 12-17).
1. LAS NOCHES DE LUNA LLENA
TIENEN SIEMPRE UNA FASCINACIÓN ESPECIAL...
Se suceden cada 29 o 30 días. Y es posible que, especialmente si
estamos de vacaciones, las esperemos con ansias. Si llega a coincidir
con una noche sin nubes, la luna llena puede desplegar toda su magia,
todo su esplendor...
El día de luna llena, ésta comienza a aparecer en el mismo momento en
que el sol se oculta detrás del horizonte. Y los colores dorados que el
atardecer puso sobre toda la naturaleza, incluida la luna que comienza
a asomar encendida de sol, va trastocándose poco a poco, con los
resplandores de la luna, que va tiñendo todo con sus colores
plateados...
Dios mediante, el próximo martes
25 de enero, será una noche así, y
podremos encontrarnos entonces, una vez más, con una de esas noches, en
las que las tinieblas son derrotadas por la luz del sol, que se refleja
en la luna, enteramente volcada hacia nosotros como un gigante espejo,
con la luz que el sol no deja nunca de dirigir hacia la tierra, aunque
el giro de ésta nos de una noche, más o menos larga, cada veinticuatro
horas...
La noche siempre nos causa cierto temor. Yo creo que es así porque,
hechos para la luz, nos incomoda la oscuridad, ya que no nos deja ver
lo que tenemos por delante, y nos chocamos con todo aquello que parece
lanzarse a propósito sobre nosotros, justo cuando no lo vemos, para
hacernos chocar o tropezar...
De todos modos, teniendo en cuenta que la oscuridad se da no sólo
cuando se oculta el sol, sino también en pleno día, ya que hay
una oscuridad que comienza en nuestros corazones y en el de los demás,
que se vuelca en nuestra vida, y en la de los demás, y en el mundo
entero. Esa oscuridad que no consiste sólo en no saber o no conocer,
sino en la ofuscación, la ceguera para el bien, la insensibilidad para
las necesidades de los otros, en definitiva, la oscuridad a la que
lleva el olvido o la negación de Dios, y la torpeza de nuestro pecado.
Entonces podemos comprender que la necesidad que tenemos de la luz no
se
limita a la urgencia de ver las cosas para no llevárnoslas por delante,
sino que la verdadera luz es necesaria para que la vida misma adquiera
su sentido y sea posible encontrar su meta...
2. JESÚS VINO PARA ILUMINAR A
TODO HOMBRE QUE NO SE RESISTA A SU LUZ...
Es esa luz que surge de su amor, nacido en el Pesebre y probado hasta
la Cruz. Se puede decir muy
sencillamente en qué consiste la luz que Jesús nos ha traído. Él es
Dios, y es Hijo de Dios, y haciéndose Hombre nos ha hecho a nosotros
mismos, hijos de Dios, miembros de su familia. Nos ha ayudado a
reconocer que tenemos todos un mismo Padre, y somos miembros de una
familia, hermanos entre todos nosotros...
Se entiende, entonces, que la Palabra de Dios, de la que San Pablo
se hace eco nos llama a ponernos de
acuerdo, superando todas las divisiones, para vivir en perfecta
armonía, teniendo la misma manera de pensar y sentir: pensar y sentir
como piensa y siente Jesús. Esto nos llevará a pensar y sentir buscando
el lugar de todos y de cada uno en nuestra casa, en nuestra familia, en
nuestra ciudad, en nuestra patria, sin ningún tipo de
exclusión ni de excluidos. Pensar y sentir reservando los mejores
pensamientos, intenciones y acciones en favor de los más pequeños y más
urgidos. Pensar y sentir buscando cada uno a qué puede renunciar hoy,
en favor del bien de todos, que se llama bien común (este bien requiere
que todos y cada uno renuncie a un bien propio, pero resulta mayor que
la suma de todos los bienes a los que cada uno renunció...). Pensar,
sentir y hacer lo que cada uno puede aportar a la hora de construir...
Pero además, así como la luna refleja el sol, especialmente en los
días de luna llena, porque recibe plenamente su luz y vuelve toda su
esfera hacia nosotros, así también, iluminados por Jesús, cada uno de
nosotros puede volverse hacia los demás, y ser un fiel reflejo de toda
la luz con la que Él nos ha iluminado. Siempre todo lo que recibimos de
Dios es no sólo un don, sino que también se convierte en una misión.
Nuestra vida entera, iluminada por Jesús, puede y debe ser un reflejo
de esa luz, que llegue a los demás...
3. EL REINO DE DIOS SE ACERCA A NOSOTROS SI,
CONVERTIDOS, NOS DEJAMOS
ILUMINAR POR JESÚS... Simplemente, habrá que tener en cuenta la
exhortación que hoy Jesús nos hace a todos, en el Evangelio. Es
necesaria la conversión, el cambio de rumbo, de dirección, para que
podamos vivir en serio el Evangelio...
Podríamos decir, con la comparación a la que hoy nos llevaron las
noches de luna llena, que necesitamos volver todo nuestro rostro hacia
Jesús, para que podamos recibir toda su luz. Y al mismo tiempo,
deberíamos volcar toda nuestra vida hacia el servicio de nuestros
hermanos en el amor, para que les llegue también a ellos el fruto de la
luz con la que Jesús nos ha iluminado...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: