Para iluminar...

Queridos amigos:

Esta fue mi predicación del 23 de enero de 2005, Domingo III del Tiempo Ordinario del Ciclo Litúrgico A, todavía en vacaciones, en la Misa que celebré para un grupo de familias amigas. Me basé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:


Luna llena1. LAS NOCHES DE LUNA LLENA TIENEN SIEMPRE UNA FASCINACIÓN ESPECIAL... Se suceden cada 29 o 30 días. Y es posible que, especialmente si estamos de vacaciones, las esperemos con ansias. Si llega a coincidir con una noche sin nubes, la luna llena puede desplegar toda su magia, todo su esplendor...

El día de luna llena, ésta comienza a aparecer en el mismo momento en que el sol se oculta detrás del horizonte. Y los colores dorados que el atardecer puso sobre toda la naturaleza, incluida la luna que comienza a asomar encendida de sol, va trastocándose poco a poco, con los resplandores de la luna, que va tiñendo todo con sus colores plateados...

Luna llenaDios mediante, el próximo martes 25 de enero, será una noche así, y podremos encontrarnos entonces, una vez más, con una de esas noches, en las que las tinieblas son derrotadas por la luz del sol, que se refleja en la luna, enteramente volcada hacia nosotros como un gigante espejo, con la luz que el sol no deja nunca de dirigir hacia la tierra, aunque el giro de ésta nos de una noche, más o menos larga, cada veinticuatro horas...

 La noche siempre nos causa cierto temor. Yo creo que es así porque, hechos para la luz, nos incomoda la oscuridad, ya que no nos deja ver lo que tenemos por delante, y nos chocamos con todo aquello que parece lanzarse a propósito sobre nosotros, justo cuando no lo vemos, para hacernos chocar o tropezar...

De todos modos, teniendo en cuenta que la oscuridad se da no sólo cuando se oculta el sol, sino también en pleno día, ya que hay una oscuridad que comienza en nuestros corazones y en el de los demás, que se vuelca en nuestra vida, y en la de los demás, y en el mundo entero. Esa oscuridad que no consiste sólo en no saber o no conocer, sino en la ofuscación, la ceguera para el bien, la insensibilidad para las necesidades de los otros, en definitiva, la oscuridad a la que lleva el olvido o la negación de Dios, y la torpeza de nuestro pecado. Entonces podemos comprender que la necesidad que tenemos de la luz no se limita a la urgencia de ver las cosas para no llevárnoslas por delante, sino que la verdadera luz es necesaria para que la vida misma adquiera su sentido y sea posible encontrar su meta...

Niño de la Luz2. JESÚS VINO PARA ILUMINAR A TODO HOMBRE QUE NO SE RESISTA A SU LUZ... Es esa luz que surge de su amor, nacido en el Pesebre y probado hasta la Cruz. Se puede decir muy sencillamente en qué consiste la luz que Jesús nos ha traído. Él es Dios, y es Hijo de Dios, y haciéndose Hombre nos ha hecho a nosotros mismos, hijos de Dios, miembros de su familia. Nos ha ayudado a reconocer que tenemos todos un mismo Padre, y somos miembros de una familia, hermanos entre todos nosotros...
 
Se entiende, entonces, que la Palabra de Dios, de la que San Pablo se hace eco nos llama a ponernos de acuerdo, superando todas las divisiones, para vivir en perfecta armonía, teniendo la misma manera de pensar y sentir: pensar y sentir como piensa y siente Jesús. Esto nos llevará a pensar y sentir buscando el lugar de todos y de cada uno en nuestra casa, en nuestra familia, en nuestra ciudad, en nuestra patria, sin ningún tipo de exclusión ni de excluidos. Pensar y sentir reservando los mejores pensamientos, intenciones y acciones en favor de los más pequeños y más urgidos. Pensar y sentir buscando cada uno a qué puede renunciar hoy, en favor del bien de todos, que se llama bien común (este bien requiere que todos y cada uno renuncie a un bien propio, pero resulta mayor que la suma de todos los bienes a los que cada uno renunció...). Pensar, sentir y hacer lo que cada uno puede aportar a la hora de construir...

Pero además, así como la luna refleja el sol, especialmente en los días de luna llena, porque recibe plenamente su luz y vuelve toda su esfera hacia nosotros, así también, iluminados por Jesús, cada uno de nosotros puede volverse hacia los demás, y ser un fiel reflejo de toda la luz con la que Él nos ha iluminado. Siempre todo lo que recibimos de Dios es no sólo un don, sino que también se convierte en una misión. Nuestra vida entera, iluminada por Jesús, puede y debe ser un reflejo de esa luz, que llegue a los demás...

Luna llenaReflejo de luna llena3. EL REINO DE DIOS SE ACERCA A NOSOTROS SI, CONVERTIDOS, NOS DEJAMOS ILUMINAR POR JESÚS... Simplemente, habrá que tener en cuenta la exhortación que hoy Jesús nos hace a todos, en el Evangelio. Es necesaria la conversión, el cambio de rumbo, de dirección, para que podamos vivir en serio el Evangelio...

Podríamos decir, con la comparación a la que hoy nos llevaron las noches de luna llena, que necesitamos volver todo nuestro rostro hacia Jesús, para que podamos recibir toda su luz. Y al mismo tiempo, deberíamos volcar toda nuestra vida hacia el servicio de nuestros hermanos en el amor, para que les llegue también a ellos el fruto de la luz con la que Jesús nos ha iluminado...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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