Esta fue mi predicación de hoy, 16 de octubre de 2005, XXIX
Domingo del Tiempo Ordinario del Ciclo Litúrgico A, en el Hogar
Marín. Me basé en las lecturas bíblicas de la Misa del día:
- Así habla el Señor a su ungido, a Ciro, a quien tomé de la mano
derecha, para someter ante él a las naciones y desarmar a los reyes
para abrir ante él las puertas de las ciudades, de manera que no puedan
cerrarse. Por amor a Jacob, mi servidor, y a Israel, mi elegido, yo te
llamé por tu nombre, te di un título insigne, sin que tú me conocieras.
Yo soy el Señor, y no hay otro, no hay ningún Dios fuera de mí, Yo hice
empuñar las armas, sin que tú me conocieras, para que se conozca, desde
el Oriente y el Occidente, que no hay nada fuera de mí. Yo soy el
Señor, y no hay otro (Isaías 45, 1 y 4-6).
- Pablo, Silvano y Timoteo saludan a la Iglesia de Tesalónica, que
está unida a Dios Padre y al Señor Jesucristo. Llegue a ustedes la
gracia y la paz. Siempre damos gracias a Dios por todos ustedes, cuando
los recordamos en nuestras oraciones, y sin cesar tenemos presente
delante de Dios, nuestro Padre, cómo ustedes han manifestado su fe con
obras, su amor con fatigas y su esperanza en nuestro Señor Jesucristo
con una firme constancia. Sabemos, hermanos amados por Dios, que
ustedes han sido elegidos. Porque la Buena Noticia que les hemos
anunciado llegó hasta ustedes, no solamente con palabras, sino
acompañada de poder, de la acción del Espíritu Santo y de toda clase de
dones (1 Tesalonicenses 1, 1-5b).
- Los fariseos se reunieron entonces para sorprender a Jesús en
alguna de sus afirmaciones. Y le enviaron a varios discípulos con unos
herodianos, para decirle: «Maestro, sabemos que eres sincero y que
enseñas con toda fidelidad el camino de Dios, sin tener en cuenta la
condición de las personas, porque tú no te fijas en la categoría de
nadie. Dinos qué te parece: ¿Está permitido pagar el impuesto al César
o no?». Pero Jesús, conociendo su malicia, les dijo: «Hipócritas, ¿por
qué me tienden una trampa? Muéstrenme la moneda con que pagan el
impuesto». Ellos le presentaron un denario. Y él les preguntó: «¿De
quién es esta figura y esta inscripción?». Le respondieron: «Del
César». Jesús les dijo: «Den al César lo que es del César, y a Dios, lo
que es de Dios» (Mateo 22, 15-21).