Esta fue mi predicación de hoy, 18 de septiembre de 2005, XXV
Domingo del Tiempo Ordinario del Ciclo Litúrgico A, en el Hogar
Marín. Me basé en las lecturas bíblicas de la Misa del día:
- ¡Busquen al Señor mientras se deja encontrar, llámenlo mientras
está cerca! Que le malvado abandone su camino y el hombre perverso, sus
pensamientos; que vuelva el Señor, y él le tendrá compasión, a nuestro
Dios, que es generoso en perdonar. Porque los pensamientos de ustedes
no son los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos -oráculo del
Señor-. Como el cielo se alza por encima de la tierra, así sobrepasan
mis caminos y mis pensamientos a los caminos y a los pensamientos de
ustedes (Isaías 55, 6-9).
- Hermanos: Estoy completamente seguro de que ahora, como siempre,
sea que viva, sea que muera, Cristo será glorificado en mi cuerpo.
Porque para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia. Pero si la
vida en este cuerpo me permite seguir trabajando fructuosamente, ya no
sé qué elegir. Me siento urgido de ambas partes: deseo irme para estar
con Cristo, porque es mucho mejor, pero por el bien de ustedes es
preferible que permanezca en este cuerpo. Tengo la plena convicción de
que me quedaré y permaneceré junto a todos ustedes, para que progresen
y se alegren en la fe. De este modo, mi regreso y mi presencia entre
ustedes les proporcionarán un nuevo motivo de orgullo en Cristo Jesús
(Filipenses 1, 20b-26).
- Jesús dijo a sus discípulos: «Muchos
de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los
primeros, porque el Reino de los Cielos se parece a un
propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para
trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envío a
su viña. Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en
la plaza, les dijo: "Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo
que sea justo". Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media
tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando
todavía a otros, les dijo: "¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin
hacer nada?". Ellos les respondieron: "Nadie nos ha contratado".
Entonces les dijo: "Vayan también ustedes a mi viña". Al terminar el
día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: "Llama a los
obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando
por los primeros". Fueron entonces los que habían llegado al caer la
tarde y recibieron cada uno un denario. Llegaron después los primeros,
creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un
denario. Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo:
"Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo
que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el
calor durante toda la jornada". El propietario respondió a uno de
ellos: "Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un
denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último
lo mismo que a ti. ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me
parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?".
Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos»
(Mateo 19,30-20,16).
Para todos resuena una llamada de Dios, a
toda hora, desde la primera hora del día hasta que éste se termina. Hoy
especialmente nadie puede hacerse el distraído, pensando que el llamado
es para otros. En la familia, por supuesto, y aquí en el Hogar Marín
como también en la Iglesia, resuena la llamada de Dios para cada uno de
nosotros, a la espera de que ocupemos activamente nuestro puesto.
Pero también en esa familia grande, la casa de todos, la tierra de
nuestros padres, la patria, nos reclama, y nadie puede pensar que el
que tiene que responder es el otro...
Al contrario, hace falta que
estemos siempre bien dispuestos, "con las herramientas en la mano" para
responder sin demora, cada vez que Dios reclama de nosotros una
respuesta de amor, en las mil y una circunstancias en las que nuestros
hermanos, con sus palabras o sus silencios, nos hacen ver lo que pueden
esperar de nosotros...