Perdonar de corazón...

Queridos amigos: 

Esta fue mi predicación de hoy, 11 de septiembre de 2005, XXIV Domingo del Tiempo Ordinario del Ciclo Litúrgico A, en el Hogar Marín. Me basé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:


Enojo, ira1. ALGUNAS REACCIONES CUANDO NOS HACEN DAÑO: ENOJO, IRA, ODIO, VENGANZA O RENCOR... Todas estas reacciones pueden surgir en nuestro corazón cuando nos hacen algún daño, grande o chico, desde un pisotón en el colectivo o en cualquier amontonamiento de gente, hasta un reto injusto que nos han hecho por algo en lo que no tenemos la culpa, o cuando en el Hogar Marín alguien deja abierta la puerta del ascensor en el segundo piso, y por más que lo llamemos con el botón, el ascensor no baja...

La primera reacción puede ser el ENOJO, que nos lleva a apuntar nuestra mira contra la persona que creemos que nos ha dañado, que a partir de ese momento se nos mete entre ceja y ceja. Si no frenamos a tiempo el enojo, rápidamente se nos convierte en IRA. Se pone así en marcha nuestra pasión, y se nos comienza a subir la mostaza a la cabeza o, dicho de otro modo, nos comienza a hervir la sangre en las venas...

OdioSi no la frenamos enseguida, de la ira pasamos al ODIO, nos sale ya "humo" o "fuego" hasta por las orejas, y comenzamos a pensar que no habrá otro modo de restablecer la justicia que provocarle un mal al que ha tenido la osadía de querer dañarnos. Y si podemos, tomamos lo que tenemos a mano (por ejemplo un hacha), para descargarlo en cuanto nos sea posible contra el que ya es decididamente nuestro enemigo...

Venganza, rencorSi no frenamos el odio, no tardará en convertirse en VENGANZA, que consiste en tomarnos por nuestra cuenta la revancha (si habíamos tomado un hacha, se lo partimos por la cabeza al que tuvo la desfachatez de dañarnos). Pero si no podemos frenar nuestro odio y tampoco concretarlo en una venganza, se nos transformará en RENCOR, arraigando profundamente en nuestras entrañas y amargándonos la vida...
 
De todos modos, ninguna de estas reacciones nos deja en paz. Ni siquiera la venganza nos da satisfacción, porque en realidad no se puede poner remedio a un mal provocando otro, quizás mayor. Además, todos tenemos o hacemos algo que provoca el enojo, la ira, el odio, el deseo de venganza o el rencor de los demás. Por lo tanto, si todos dejáramos ir adelante estas reacciones, no tardaríamos en convertir nuestra sociedad en una selva en la que se hace imposible vivir (esto es, por otra parte, lo que parece ser nuestra sociedad insatisfecha, sobretodo en nuestra querida Argentina, en la que están tan heridas las buenas costumbres que permiten una pacífica convivencia). ¿No habrá otro modo de reaccionar? De eso nos habla hoy Jesús...

Padre misericordioso2. DIOS SIEMPRE PERDONA, Y NOS INVITA A PERDONAR SIEMPRE DE CORAZÓN... El perdón es la grandeza de Dios. Por otra parte, Dios no tiene otro modo de buscar nuestra amistad que estar dispuesto a perdonarnos y darnos siempre una nueva oportunidad a cada instante y a cada paso, ya que una y otra vez volvemos a fallarle y lo seguimos necesitando, como la primera vez. Sus brazos se abren cuantas veces hagan falta para recibir una y otra vez con un abrazo reconciliador a quienes también una y otra vez arruinamos la parte de herencia que nos ha dado, y que gastamos malamente, como el hijo pródigo...

PerdónSeguramente surgen en nosotros preguntas que queremos dirigirle a Dios. Si siempre perdonamos, ¿quien se hará cargo de restablecer la justicia, poniendo en su lugar, dándole su merecido, a los que nos dañan? Por supuesto, este razonamiento no es una buena excusa. El perdón no afecta la justicia, que está en manos de quienes tienen que aplicarla, pero no en las nuestras, si no somos jueces. Lo hemos visto al recordado Papa Juan Pablo II, apenas recuperado del atentado que sufrió en el año 1981, ir a visitar a la prisión al que intentó asesinarlo, y su abrazo misericordioso le llevó el perdón, aunque no lo sacó de las rejas...

PerdonandoYa el Libro del Eclesiástico, en el que reúne la sabiduría del pueblo de Israel, que fue aprendiendo de Dios a lo largo de su historia, nos avisa que el rencor y la ira son abominables. Pero además nos advierte, con un lenguaje propio de su tiempo, que el hombre vengativo sufrirá la venganza del Señor. Jesús nos dice lo mismo con otro lenguaje, y nos exhorta misericordiosamente: nosotros, que necesitamos todos los días de la misericordia de Dios, no tengamos miedo, perdonemos de la misma manera. A Pedro esto lo impresionó mucho. Quizás no se animaba a tanto, o quizás no había comprendido todavía en qué consistía el perdón que Jesús le proponía asumir como un estilo de vida. La respuesta de Jesús es contundente: no basta perdonar siete veces (es decir, mucho), sino que hay que perdonar setenta veces siete (es decir, siempre). En realidad el perdón es una actitud que, cuando nace del corazón, no admite límites. Si nuestro corazón se alimenta del amor de Dios, y tomamos consciencia del perdón de Dios que está siempre disponible para nosotros, nos damos cuenta que ser capaces de perdonar es lo único que nos permite recuperar la paz que los daños recibidos pueden perturbar...

Es posible que hayamos pensado alguna vez que si siempre perdonamos, terminarán tomándonos por tontos. Incluso podemos llegar a pensar que, en realidad, esta disposición continua para perdonar es un poco contra nuestra inclinación natural. Si así fuera conviene recordar:

Perdón3. NECESITADOS DEL PERDÓN, NOSOTROS ESTAMOS HECHOS PARA PERDONAR DE CORAZÓN... Con la invitación a perdonar siempre y de corazón, Dios no nos está proponiendo algo a lo que se oponga nuestra naturaleza, sino todo lo contrario...

En realidad, desde chiquitos estamos hechos para perdonar. Necesitamos la paz tanto como el oxígeno. Y cuando perdemos la paz, estamos ahogados y agobiados. Pero el enojo, la ira, el odio, la venganza y el rencor nunca engendran paz, sino que se alimentan mutuamente, arrastrándonos a un torbellino de violencia. Frente al mal recibido, sólo el perdón es la fuente de la paz. Por eso, el perdón es necesario no sólo para el que es perdonado, sino para el mismo que perdona...

Cuando nos lastiman, entonces, lo que necesitamos es acudir a la fuente del perdón, que es la misericordia de Dios, que nosotros mismos necesitamos. Y llenos de la misericordia de Dios, nos será fácil recordar que perdonando encontraremos la paz, ya que estamos hechos para perdonar...


Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge:
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