Esta fue mi predicación de hoy, 28 de agosto de 2005, XXII
Domingo del Tiempo Ordinario del Ciclo Litúrgico A, en el Hogar
Marín. Me basé en las lecturas bíblicas de la Misa del día:
- ¡Tú me has seducido, Señor, y yo me dejé seducir! ¡Me has forzado
y has prevalecido! Soy motivo de risa todo el día, todos se burlan de
mí. Cada vez que hablo, es para gritar, para clamar: «Violencia,
devastación!». Porque la palabra del Señor es para mí oprobio y afrenta
todo el día. Entonces dije: «No lo voy a mencionar, ni hablaré más en
su Nombre». Pero había en mi corazón como un fuego abrasador, encerrado
en mis huesos: me esforzaba por contenerlo, pero no podía (Jeremías 20,
7-9).
- Hermanos, yo los exhorto por la misericordia de Dios a ofrecerse
ustedes mismos como una víctima viva, santa y agradable a Dios: este es
el culto espiritual que deben ofrecer. No tomen como modelo a este
mundo. Por el contrario, transfórmense interiormente renovando su
mentalidad, a fin de que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios:
lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto (Romanos 12, 1-2).
- Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a
Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos
sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y
resucitar al tercer día. Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo,
diciendo: «Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá». Pero él,
dándose vuelta, dijo a Pedro: «¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú
eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios,
sino los de los hombres». Entonces Jesús dijo a sus discípulos: «El que
quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su
cruz y me siga. Porque él que quiera salvar su vida, la perderá; y el
que pierda su vida a causa de mí, la encontrará. ¿De qué le servirá al
hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el
hombre a cambio de su vida? Porque el Hijo del hombre vendrá en la
gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada
uno de acuerdo con sus obras (Mateo 16, 21-27).