Para superar las tormentas...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 7 de agosto de 2005, XIX Domingo del Tiempo Ordinario del Ciclo Litúrgico A, en el Hogar Marín. Me basé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:


Anteojos1. A VECES LAS COSAS DESAPARECEN, JUSTO CUANDO MÁS LAS NECESITAMOS... Nos pasa, por ejemplo, de manera casi inevitable, con los anteojos. Siempre sabemos dónde están, porque los ponemos siempre más o menos en el mismo lugar. Pero basta que los necesitemos, para que no los podamos encontrar. Incluso a veces, después de buscarlos un rato largo, nos damos cuenta que los teníamos puestos o los llevábamos en la mano...

LlavesAlgo similar nos puede pasar con las llaves de la casa. Las tenemos siempre guardadas en un mismo lugar. Pero basta que tengamos que salir un poco apurados, para que no las podamos encontrar. Y lo mismo nos pasa con una cantidad de cosas. Los documentos los tenemos siempre bien guardados en un lugar determinado y están a mano para cuando los necesitemos. Sin embargo, basta que tengamos que hacer algún trámite apurado, para que ya no sepamos encontrarlos. Y el monedero o la billetera tienen su lugar perfectamente asignado en las carteras de las señoras, hasta el momento en que, generalmente cuando están apuradas, la buscan y no la encuentran, si no es dando vuelta la cartera y caiga de ella todo su contenido, por supuesto siempre una caja de sorpresas, como una galera de mago...

Agua al cuelloDe la misma manera, muchas veces lo buscamos a Dios cuando la vida se nos ha convertido en un inmenso lío, y justamente en ese momento nos parece que se nos esconde, porque no lo encontramos. yo creo que los tiempos que estamos viviendo son de ese tipo, el mundo parece envuelto en un inmenso lío, y la Iglesia sufre persecución, a veces de manera más disimulada y otras veces de manera más desenfadada, y yo creo que es inevitable que así sea. Efectivamente, cuando se quiere pasar por encima del valor inviolable de toda vida humana desde el primer instante de su concepción, siempre resultará incómoda la Iglesia que predica el respeto incondicional de toda vida humana. Cuando se pretende desdibujar el sentido natural de la sexualidad abriendo las puertas para su manipulación descarada al servicio del placer, sin importar la destrucción de las bases mismas de la sociedad que nace y se asienta sobre su célula básica que es la familia, la palabra de la Iglesia molestará. Cuando de pretende utilizar el poder como instrumento para realizar las aspiraciones personales en vez de encaminarlo a la construcción del bien común, molestará que la Iglesia recuerde con su palabra que eso se trata simplemente de corrupción. Y a esta Iglesia que "molesta" recordando el bien y la verdad se la tratará de callar...

En tiempos así, podríamos añorar una manifestación más contundente de Dios castigando el mal, y que en cambio que parece dejarnos con el agua al cuello. quizás preferiríamos que Dios se manifestara como un viento huracanado, que de un solo soplo se llevara a todos los que ejercen el poder, permitiéndonos empezar de nuevo y de cero a construir una sociedad más justa. Pero Dios no aparece así, como un viento huracanado, llevándose todo lo que nos molesta de un plumazo. También podríamos aspirar a que Dios apareciera como un terremoto, que de repente se abriera la tierra y se tragara a todos los ladrones, ya sean de bancos o de gallinas, de autos o de impuestos. Pero Dios tampoco aparece como un terremoto, casi todo lo contrario: El profeta Elías tuvo que aprender a descubrirlo en una brisa suave. Puede ser que a veces no nos demos cuenta de la presencia de Dios, sobre todo cuando llega la oscuridad y se pone tormentosa nuestra vida, cuando se hace dura la marcha y las contrariedades son tantas que perdemos la claridad y la calma, y quizás hasta dejamos de ver no sólo desde dónde venimos, sino también hacia donde vamos. Pero Dios no falta nunca, si está siempre, especialmente no falta a la hora de las tormentas...

Calma2. CUANDO LLEGAN LAS TORMENTAS,  JESÚS CALMA LAS AGUAS Y QUITA LOS MIEDOS... Como a los Apóstoles, también a nosotros nos sucede que a veces nos encontramos con tormentas que nos asustan. En el trabajo, en la salud, en nuestra vida personal y afectiva, en nuestra vida familiar y en nuestra vida social, incluso en nuestra vida de fe, así como en la vida de la Iglesia, no sólo hay nubarrones que dejan por momentos todo oscuro, sino que también hay verdaderas tormentas, en las que no para de caer agua o piedra, y en las que hasta deja de verse el horizonte...

Aparecen tormentas que nos dan miedo y nos paralizan, que nos dejan desorientados o sin saber qué hacer. También a veces aparecen tormentas que arrasan con todo. Y en medio de las tormentas podemos perder la calma, o las ganas de luchar por nuestras convicciones, o el rumbo que las mismas nos señalan, e incluso a veces, podemos llegar a perder la confianza en Dios y también la fe...

Benedicto XVILo que primeramente importa en los tiempos de tormentas es que nos demos cuenta que Jesús siempre está en presente cuando ellas llegan. No hace falta responder con la audacia y el atropello de Pedro, que se lanza al agua para caminar hacia Jesús, quizás tan confiado en sus propias fuerzas, que no tarda en volver al miedo y empezar a hundirse. La presencia de Jesús a veces es silenciosa, pero siempre está, haciendo lo que hace falta. Jesús está marcando el rumbo, está sosteniendo la marcha, está recordando la meta y empujando hacia ella... Basta levantar la mirada, para darse cuenta que viene a nuestro encuentro en cada encrucijada. Basta lanzar hacia Él nuestro grito, y poner en Él toda nuestra confianza, para encontrar que siempre trae calma a nuestra barca, si lo recibimos con fe.

Benedicto XVI para la Iglesia en el mundo entero, como así también los Obispos, cada uno en su diócesis, nos ayudan a permanecer en la Barca, que es la Iglesia. Hay que permanecer en ella, porque Jesús siempre vendrá a traer la calma y quitar los miedos a quienes estén en la Barca, en la Iglesia. Y el modo de permanecer en ella es tomarse firme de la Cruz, ya que en ella Jesús nos trajo la salvación y en ella la encontraremos siempre, más allá de los efectos efímeros de las tormentas...

BarcaBarca3. HAY QUE IR CON JESÚS EN LA BARCA, PARA SUPERAR LAS TORMENTAS...  Jesús no sólo viene a nosotros caminando sobre las aguas. En realidad, nuestra Barca es la suya, es la Iglesia, y en ella nos ha invitado a navegar junto con Él. Nos acompaña en toda la marcha, porque nos quiere para siempre junto a Él...

Podrán seguir viniendo muchas tormentas en todos los ámbitos de nuestra vida, personal y social. Podrán llegar tormentas en nuestra salud, en nuestra vida personal y afectiva, en nuestra vida familiar y en nuestra vida social, y para la Iglesia entera. Podrán multiplicarse los tiempos y los intentos de persecución, como ya los ha vivido muchas veces la Iglesia a lo largo de sus dos milenios. Podrán llegar tormentas incluso que hagan temblar nuestra fe, pero con Jesús en la Barca, también llegará la calma. Salimos de una orilla, en la que comenzó nuestra vida, y vamos hacia la otra, en la que podremos alcanzar la meta de nuestra vida. Jesús nos ha hecho para el Cielo, y él mismo calma todas las tormentas que pueden presentarse durante la marcha, para que, mientras vamos de camino, nada ni nadie puedan nunca separarnos de Él...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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