Esta fue mi predicación de hoy, 31 de
julio de 2005, XVIII Domingo
del Tiempo Ordinario del Ciclo Litúrgico A, en el Hogar
Marín. Me basé en las lecturas
bíblicas de la Misa del día:
- Así habla el Señor: ¡Vengan
a tomar agua, todos los sedientos, y
el que no tenga dinero, venga también! Coman gratuitamente
su ración de
trigo, y sin pagar, tomen vino y leche. ¿Por qué
gastan dinero en algo
que no alimenta y sus ganancias, en algo que no sacia?
Háganme caso, y
comerán buena comida, se deleitarán con sabrosos
manjares. Presten
atención y vengan a mí, escuchen bien y
vivirán. Yo haré con ustedes
una alianza eterna, obra de mi inquebrantable amor a David
(Isaías 55,
1-3).
- Hermanos: ¿Quién podrá
separarnos del amor de Cristo? ¿Las
tribulaciones, las angustias, la persecución, el hambre, la
desnudez,
los peligros, la espada? Pero en todo esto obtenemos una amplia
victoria, gracias a aquel que nos amó. Porque tengo la
certeza de que
ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados,
ni lo
presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo
profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos
jamás del amor de
Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor
(Romanos 8, 35 y
37-39).
- Jesús se alejó en una barca a un
lugar desierto para esta a
solas. Apenas lo supo la gente, dejó las ciudades y lo
siguió a pie.
Cuando desembarcó, Jesús vio una gran muchedumbre
y, compadeciéndose de
ella, curó a los enfermos. Al atardecer, los
discípulos se acercaron y
le dijeron: «Este es un lugar desierto y ya se hace tarde;
despide a la
multitud para que vaya a las ciudades a comprarse alimentos».
Pero
Jesús les dijo: «No es necesario que se vayan,
denles de comer ustedes
mismos». Ellos respondieron: «Aquí no
tenemos más que cinco panes y dos
pescados». «Tráiganmelos
aquí», les dijo. Y después de ordenar a
la
multitud que se sentara sobre el pasto, tomó los cinco panes
y los dos
pescados, y levantando los ojos al cielo, pronunció la
bendición,
partió los panes, los dio a sus discípulos, y
ellos los distribuyeron
entre la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con los pedazos que
sobraron se llenaron doce canastas. Los que comieron fueron unos cinco
mil hombres, sin contar las mujeres y los niños (Mateo 14,
13-21).
Un abrazo y mis oraciones.