Dios espera...

Queridos amigos:
 
Esta fue mi predicación de hoy, 17 de julio de 2005, XVI Domingo del Tiempo Ordinario del Ciclo Litúrgico A, en el Hogar Marín. Me basé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:


Interna peronista1. EN NUESTRO TIEMPO ABUNDAN LOS SIGNOS DE LA INTOLERANCIA... Por todos lados nos encontramos con actitudes intransigentes de personas que piensan que sus problemas se acabarían quitando de en medio (literalmente, haciéndolas desaparecer del mundo si fuera posible) algunas personas que obstaculizan sus planes o sus ideas...

En el orden local, por ejemplo, ahora que se acercan las elecciones para las cámaras, que parecen presentarse más como una batalla campal que como un ejercicio de la democracia, vemos que se enfrentan incluso los que han estado tomados de la manos al momento de acceder o mientas ejercían el poder ejecutivo. La mezquindad de algunos de los que luchan por el poder pone en evidencia la falta de grandeza y de espíritu de servicio de aquellos que especialmente deberían tenerla, ya que pretenden un lugar en el que la función principal es por sobre todas las demás, la construcción del bien común. La lucha sin cuartel y la intolerancia en esos ámbitos nos hace sospechar que los corazones de esas personas están vacíos de esta actitud de servicio, y llenos, en cambio, de una ambiciosa búsqueda de poder, dinero y placer para exclusivo bien personal...

Atentado en LondresEn el orden internacional, los actos terroristas que vienen sucediéndose en los últimos tiempos (11S en Nueva York, 11M en Madrid, 7J en Londres) pueden ser interpretados como signos claros de la "decadencia del imperio", que encuentra dentro de sí mismo los peores enemigos, aunque se empecine en buscarlos afuera. La división que genera una cultura basada en el consumo, que va dejando a muchos sin voz y excluidos de la participación en el mundo "de los otros", la distancia infranqueable que se va produciendo, el abismo entre los pobres, cada vez más y más pobres, y los ricos, cada vez menos y más ricos, van llevando a un enfrentamiento que tarde o temprano se producirá en gran escala, y del que los actos de terrorismo no son más que anticipos. La así llamada "globalización", que podría entenderse también como un dominio de los poderosos sobre los débiles que se extiende sin fronteras de un lado al otro del mundo, no puede sino provocar la reacción de los que se encuentran sometidos por tantas nuevas formas de esclavitud que no los dejan participar en los beneficios sino sólo en los perjuicios del mundo desarrollado, hasta al precio de la inmolación de la propia vida...

Evidentemente, no sólo las buenas semillas que Dios siembra están el mundo, semillas que siempre producen frutos de encuentro y comunión, sino también otras semillas, que provienen del demonio y que producen comunión se siembran en el mismo mundo. Y por eso Jesús quiere enseñarnos a hacer lo que hay que hacer cuando nos encontramos con el mal...

Sembrador2. DIOS ESPERA EL TIEMPO DE LA COSECHA PARA ARRANCAR Y QUEMAR LO QUE NO SIRVE... Como veíamos el Domingo pasado, la Palabra de Dios es la semilla buena, que Él no deja de sembrar en el mundo. Pero también se siembra la maldad, que hoy vemos reflejada en la cizaña, en todos los corazones. El demonio, que ha sido derrotado para siempre por Jesús en la Cruz, ya que queriendo destruirlo por la muerte lo hizo llegar al Cielo, sigue sembrando estas semillas de maldad en el mundo que Dios ha hecho bien.

CizañaLa cizaña es una semilla que se parece al trigo, y sólo se la distingue bien cuando ha dado su fruto. La cizaña no alimenta, sino que envenena. Así también, el mal divide y enfrenta, mientras que Dios une y lleva a la comunión de los hombres con Él y de los hombres entre sí. Es verdad que a todos nosotros nos gustaría un mundo en el que sólo hubiera hombres buenos. Pero eso no es posible. En todos los corazones humanos, entonces, hay algo de bueno y algo de malo en diversas proporciones. Nadie es ya totalmente bueno, de modo que ya no pueda mejorar en nada. Como nadie es todavía totalmente malo, de modo que ya esté irremediablemente condenado...

CocechadoraMientras vamos de camino en este mundo, el lugar de la batalla entre el bien y el mal es el corazón de cada uno de nosotros. Se trata, entonces, con el esfuerzo y el trabajo cotidiano, de fortalecer el crecimiento del bien en cada uno de nosotros y en los que nos rodean, sin destruir "el campo de batalla", todos  y cada uno de los hombres llamados por Dios a la vida en este mundo. ¿Qué hubiera pasado si en tiempos de San Agustín se hubiera decidido "aniquilar" a todos los adúlteros y libertinos? Pues sencillamente nos hubiéramos quedado sin este enorme santo, que al momento de su conversión andaba por esos malos caminos. Desde allí, por la gracia de Dios y la fidelidad de su respuesta, llegó a ser el gran Obispo que fue, predicador insigne y maestro de la fe...

Estamos juntos en este mundo, y hace falta un mínimo orden que permita la convivencia. Por eso nos ponemos de acuerdo en unas reglas de juego, que llamamos "estado de derecho", con las que se deciden y se custodian los lugares que cada uno tiene que ocupar. Y por eso está bien, es justo y es necesario, que al que roba o al que mata le corresponda la cárcel, según la gravedad de lo que ha hecho, y que al que miente habitualmente no se le crea todo lo que nos dice, sino todo lo contrario. Pero eso no significa que nos podamos hacer dueños de la cosecha, y ponernos nosotros mismos a dictaminar qué sirve y qué no sirve, que se debe guardar y qué de debe tirar, quién puede quedarse en esta barca que es el mundo, en la que vamos todos juntos, y a quién se debe echar...

Paciencia3. HACE FALTA INDULGENCIA Y TOLERANCIA, HASTA QUE LLEGUE EL TIEMPO DE LA COSECHA... La Omnipotencia de Dios, nos dice hoy el Libro de la Sabiduría, lo hace indulgente hasta el tiempo de la cosecha...

Sería absurdo, por lo tanto, que nosotros fuéramos intransigentes en nombre de la Verdad. Podríamos quemar muchas semillas buenas, si nos faltaran la indulgencia y la tolerancia para con los demás.

Nosotros mismos hemos necesitado de la indulgencia y la tolerancia de muchos para llegar a donde estamos. Tiene sentido, entonces, que estemos dispuestos a ejercitarla con los demás...

Corazón latienteCorregir con amorCorregirDios es el que cosecha, y a nosotros nos llama a perseverar en el bien, con indulgencia y con tolerancia. San Agustín, que había conocido los caminos desviados que llevan a la perdición y había encontrado por gracia de Dios el retorno a la buena huella, nos exhortaba muchas veces a señalar el error en nuestros hermanos, pero amando siempre al que erra. A la hora de la corrección, por lo tanto, no hay que ponerse en un estrado superior, desde el que hagamos sentir nuestro supuesto bien a los demás como un peso que los hunde en vez de levantarlos. al contrario, nuestra corrección tendrá que salir siempre de un corazón que arde en el amor, que con una sonrisa comprensiva se acerca para ayudar a levantarse al que se ha caído...

Nuestra tarea comienza, entonces, por vigilar nuestro corazón, para que allí entren sólo las semillas buenas. Si en nuestro corazón crece el amor, seremos más capaces de corregir con amor, mientras soportamos con indulgencia y tolerancia el mal de los demás. También tenemos que alentar a los que sienten más vivamente en su corazón la lucha entre el bien y el mal, para ayudarlos a inclinarse hacia el buen lado. En definitiva, lo mejor que podremos hacer por el que erra, será mostrarles el bien, con nuestro amor y nuestra oración...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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