Esta fue mi predicación de hoy, 3 de
julio de 2005, XIV
Domingo del Tiempo Ordinario del Ciclo Litúrgico A, en el
Hogar
Marín. Me basé en las
siguientes frases de
las lecturas bíblicas de la Misa del día:
- Así habla el Señor:
¡Alégrate mucho, hija de Sión!
¡Grita de
júbilo, hija de Jerusalén! Mira que tu Rey viene
hacia ti; él es justo
y victoriosos, es humilde y está montado sobre un asno,
sobre la cría
de un asna. El suprimirá los carros de Efraím y
los caballos de
Jerusalén; el arco de guerra será suprimido y
proclamará la paz a las
naciones. Su dominio se extenderá de un mar hasta el otro, y
desde el
Río hasta los confines de la tierra (Zacarías 9,
9-10).
- Hermanos: Pero ustedes no están animados por la
carne sino por el
espíritu, dado que el Espíritu de Dios habita en
ustedes. El que no
tiene el Espíritu de Cristo no puede ser de Cristo. Y si el
Espíritu de
aquel que resucitó a Jesús habita en ustedes, el
que resucitó a Cristo
Jesús también dará vida a sus cuerpos
mortales, por medio del mismo
Espíritu que habita en ustedes (romanos 8, 9 y 11).
- Jesús dijo: «Te alabo, Padre,
Señor del cielo y de la tierra, por
haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas
revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque
así lo has querido. Todo me
ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre,
así
como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo
quiera revelar. Vengan a mí todos los que están
afligidos y agobiados,
y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan
de mí,
porque soy paciente y humilde de corazón, y así
encontrarán alivio.
Porque mi yugo es suave y mi carga liviana» (Mateo 11, 25-30).
Un abrazo y mis oraciones.