Esta fue mi predicación de hoy, 5 de junio de 2005, X
Domingo del Tiempo Ordinario del Ciclo Litúrgico A, en el Hogar
Marín. Me basé en las
siguientes frases de
las lecturas bíblicas de la Misa del día:
- Esforcémonos por conocer al Señor: su aparición es cierta como la
aurora. Vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia de primavera
que riega la tierra». ¿Qué haré contigo, Efraím? ¿Qué haré contigo,
Judá? Porque el amor de ustedes es como nube matinal, como el rocío de
pronto se disipa. Por eso los hice pedazos por medio de los profetas,
los hice morir con las palabras de mi boca, y mi juicio surgirá como la
luz. Porque yo quiero amor y no sacrificios, conocimiento de Dios más
que holocaustos (Oseas 6, 3-6).
- Esperando contra toda esperanza, Abraham creyó y llegó a ser
padre de muchas naciones, como se le había anunciado: Así será tu
descendencia. Su fe no flaqueó... El no dudó de la promesa de Dios, por
falta de fe, sino al contrario, fortalecido por esa fe, glorificó a
Dios, plenamente convencido de que Dios tiene poder para cumplir lo que
promete. Por eso, la fe le fue tenida en cuenta para su justificación.
Pero cuando dice la Escritura: "Dios tuvo en cuenta su fe", no se
refiere únicamente a Abraham, sino también a nosotros, que tenemos fe
en aquel que resucitó a nuestro Señor Jesús, el cual fue entregado por
nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación (Romanos 4, 18
y 20-25).
- Jesús vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa
de recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme». El se levantó y lo
siguió. Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos
publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus discípulos.
Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: «¿Por qué
su Maestro come con publicanos y pecadores?». Jesús, que había oído,
respondió: «No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino
los enfermos. Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y
no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a
los pecadores» (Mateo 9, 9-13).
Un abrazo y mis oraciones.