Por la fe...

Queridos amigos:

Esta fue mi predicación de hoy, 3 de abril de 2005, Domingo II de Pascua del Ciclo Litúrgico A, en el Hogar Marín. Me basé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:


Juan Pablo II1. POR MÁS QUE SE QUIERA, ESTA VIDA NO PUEDE DURAR PARA SIEMPRE... Cuando fue elegido Papa, Juan Pablo II era joven (58 años), fuerte, de buena salud y deportista. Ayer, cuando acababan sus días sobre la tierra, nada quedaba de su juventud, su fortaleza y su buena salud. Pero su fe, que llevó a los Cardenales a elegirlo, seguía intacta, crecida y probada en la cruz su fe. Sin embargo, aunque para todos se hizo evidente sus días en la tierra llegaban a su fin, quizás hubiéramos querido que se quedara un tiempo más entre nosotros, aunque más no fuera para postergar la despedida...

Fueron 26 años, 5 meses y 17 días los que transcurrieron desde aquel ya lejano 16 de octubre de 1978 hasta el día de ayer, 2 de abril de 2005, los de su largo ministerio en la Sede de Pedro, como Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia universal. Y todos ellos mostrándonos con fidelidad el rostro de Jesús. Habiendo aprendido de los Apóstoles que, por su encuentro con Jesús, pasaron del temor y del encierro a las puertas abiertas y a la predicación que surge de la fe y de la alegría, Juan Pablo II comenzaba su ministerio exhortándonos desde el Balcón de la Basílica de San Pedro: "¡No teman. Abran las puertas a Cristo!"...

Juan Pablo II y enfermos Desde el inicio también comprendió que la Palabra de Jesús, de la que había sido constituido primer testigo custodio y mensajero, debía llevarse al mundo con las palabras y los hechos. Y así como su testimonio final e inolvidable será siempre la docilidad y fidelidad a Dios con las que se asumió todas las limitaciones que le fue imponiendo su enfermedad, desde el primer día de sus celebraciones públicas se ocupó de tener en las primeras filas a los enfermos, a los que atendió con especial solicitud, como el mismo Jesús nos enseñó a hacerlo...

Juan Pablo II y la CruzLa fortaleza del Papa provino siempre de la misma fuente: el mismo Jesús. Y así como Jesús nos redimió desde la Cruz, que fue su camino a la Resurrección que hoy celebramos en el octavo día de la Pascua, fue en la Cruz, presente de múltiples formas a lo largo de toda su vida y especialmente de su ministerio como Vicario de Cristo en la tierra, donde se apoyó Juan Pablo II para ser testigo fiel del misterio de la fe. En la Cruz encontró su fuerza, porque en ella siempre estuvo Jesús, como lo está también para nosotros, para sostenernos...
 
Juan Pablo II y la Eucaristía Ese mismo Jesús que Juan Pablo II encontraba en la Cruz, era todos los días su alimento. Ayer mismo, poco antes de su muerte, su fiel Secretario desde que era Arzobispo de Cracovia, celebró para él la Misa a los pies de su lecho de enfermo, y le dio la comunión (la Misa comenzó a las 20 hora de Roma, y el Papa murió a las 21:37 horas). No deja de ser significativo que este Papa nos haya dejado una herencia en marcha, el año eucarístico iniciado en octubre del año pasado, y que se extenderá hasta octubre de este año. En este Sacramento, que es la presencia misma de Jesús entre nosotros, fue siempre su alimento, como la presencia de Jesús lo es para todos nosotros...

Juan Pablo II y la PazSu tarea fue mucha. La cantidad de viajes (más de un millón de kilómetros, como si hubiera viajado todos los días, desde que inició su ministerio, más de 120 Kilómetros por día, sin descansar uno solo), la cantidad de pronunciamientos doctrinales y disciplinares, la cantidad de Obispos nombrados (al menos 3500 de los actuales 4200 que hay en el mundo, uno cada menos de tres días de su pontificado) y de cardenales (232; de los 117 que en pocos días más estarán nombrando su sucesor sólo tres no fueron nombrados por él), son apenas algunas huellas de su dedicación, infatigable, a todas las tareas que pesaban sobre sus hombros.

Su tarea en favor de la paz se extendió al mundo entero. Los argentinos somos especiales testigos de esta preocupación siempre presente en su oración y en su ministerio, ya que su intervención en los primeros meses de su pontificado evitó lo que hubiera sido un absurdo enfrentamiento con Chile por diferencias limítrofes, y su primer viaje a nuestras tierras llegó cuando concluía el enfrentamiento, también absurdo e inútil, por la recuperación de las Malvinas (ayer, cuando el Papa moría, se cumplían 23 años de la invasión a las islas, comienzo de aquel enfrentamiento que costó tantas vidas)...

Esta presencia siempre inquieta y movediza del Papa en la vida de la Iglesia en todos los rincones del mundo nos fue acostumbrando a una actividad incansable, que nos hacía difícil comprender su casi completa inmovilidad y su silencio forzado, por su imposibilidad de hablar, a causa de su última enfermedad. Sin embargo, sabíamos que tampoco su vida, como la de nadie sobre esta tierra, podía durar para siempre. Es más, lo que siempre buscó y encontró en Jesús, sólo podía llegar a su plenitud en él a través de la muerte...

Cruz y Resurrección2. SÓLO LA VIDA, LA ALEGRÍA Y LA PAZ QUE DA JESÚS DURAN PARA SIEMPRE... Dios nos ha hecho para la paz y para la alegría sin límites, y ha sembrado en nosotros una vocación de eternidad. Nos ha llamado a vivir con Él en una eterna comunión, que dure para siempre. También a Juan Pablo II, desde su Bautismo, Dios le hizo este llamado. Y mientras su camino fue tarea y servicio, su muerte ha hecho posible su llegada al Cielo...

EucaristíaLa vocación de eternidad que Dios ha sembrado en nosotros no puede desplegarse en las estrechas dimensiones de esta vida. Por eso, para salvarnos, para llevarnos a la altura de la vocación para la que nos ha hecho, Jesús asumió nuestra condición humana, y la llevó con amor y paciencia inclaudicable a la Cruz, y desde allí nos la devolvió transformada por la Resurrección. Por eso Jesús es para nosotros, y para todos los hombres y mujeres de todos los tiempos, la fuente de una paz y de una alegría que no se terminan. Y esto es posible porque la Vida del resucitado es una Vida que vence al pecado y a la muerte, y es una Vida eterna donde se alcanza la Paz que viene de Dios...

Por eso Jesús, cuando se aparece a los Apóstoles después de la Resurrección, les dijo insistentemente que venía a traerles la paz. Y como consecuencia, al recibirlo, los Apóstoles se vieron inundados por la alegría. Además, como nos dice el Apóstol San Juan en su Evangelio, éste y los demás hechos de Jesús que encontramos relatados en los Evangelios, están allí escritos allí para que creamos en Él, y creyendo tengamos la Vida eterna. Juan Pablo II tuvo siempre presente a este Jesús, de quien recibió la Vida, la alegría y la paz de la que fue testigo y mensajero. Se alimentó de ella, y ahora le llegó el tiempo de recoger los frutos de eternidad que Dios sembró en él, y él supo custodiar y hacer germinar por los mismos caminos que Dios le propuso...

Juan Pablo II rezando3. POR LA FE RECIBIMOS Y PODEMOS DAR LA VIDA QUE VIENE DE JESÚS... Juan Pablo II fue un hombre de fe. Pero no recibió pasivamente ese don de Dios, sino que supo cultivarlo. Y el primer modo de hacerlo es la oración. ¿Quién no tiene grabada en su corazón alguna de las múltiples imágenes que, gracias a Dios, los medios han podido acercarnos, del Papa concentrado en la oración, en cada una de las celebraciones que a lo largo de todo este tiempo han sido transmitidas? Esa fe, continuamente despierta y alimentada en la oración, le ha permitido al Papa vivir alimentado con la Vida que viene de Dios...

Juan Pablo II besapiesPero los dones de Dios, también el de la fe, hay un sólo modo de conservarlos, y consiste en tenerlos siempre con las manos bien abiertas, es decir, dándolos. Por eso Juan Pablo II, además de alimentar siempre su fe en la oración, hizo siempre de su vida un servicio a toda la humanidad, en el servicio al que fue llamado. Así deben entenderse todos sus desvelos, que no conocieron límites, para llegar a cada rincón donde su presencia y su palabra podía acercar luz y consuelo a los hombres. El rito del Jueves Santo en la celebración de la Cena del Señor, lavando los pies, como Jesús hizo con los Apóstoles, se hizo en él gesto claro de una realidad vivida con toda intensidad...

Juan Pablo II y la vidaRecibiendo la Vida de Jesús, pudo darla todo el tiempo. Y eso es lo que hizo, a lo largo de todo su servicio. En cada palabra, en cada bendición, en cada gesto. Lo suyo fue un servicio a la Vida que viene de Dios, que supo recibir, a la que supo responder y a la que supo servir, acercándola a todos a través de su ministerio. Esa Vida ya no cabía en él, en las dimensiones de esta tierra. Eso explica que su última palabra haya sido "Amén" (es decir, una palabra de aceptación, de adhesión a Dios y a su misterio), porque acabada su vida en la tierra, ya se ha hecho posible para él el Cielo...

A algunos se les ha dado en estas horas por llamarlo "el grande". Y no caben dudas, ha sido un gran hombre. También hay quien ya piensa en que no habría que demorarse en iniciar su proceso de canonización, porque además de un gran hombre ha sido verdaderamente un santo. La oportunidad y el momento para dicho proceso será responsabilidad del nuevo Papa. En todo caso, toda la vida de Juan Pablo nos muestra no sólo un gran hombre, ni siquiera principalmente un gran hombre. Toda la vida de Juan Pablo II nos ha hecho más cercano y transparente el rostro de Jesús. Y es eso lo que nos permite despedirlo confiados con nuestra oración, pidiéndole a Jesús que sea ya sea un ciudadano de lujo en el Cielo...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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