El Amor de Dios puede más...

Queridos amigos:

Esta fue mi predicación de hoy, 27 de marzo de 2005, Domingo de Pascua del Ciclo Litúrgico A, en el Hogar Marín. Me basé en las siguientes frases de las lecturas bíblicas de la Misa del día:


Anciano1. LA MUERTE GOLPEA A TODAS LAS PUERTAS, A VECES DE MANERAS MÁS ABSURDAS... Seguramente todos nosotros le cantaríamos a Juan Pablo II, con profunda emoción, lo que los polacos le cantaban cada vez que los visitó en su tierra natal o cuando ellos peregrinan a Roma, diciéndole "¡Sto lat!", que en polaco significa "que vivas 100 años". Sin embargo, no nos sorprendería si en cualquier momento, o en poco meses, o en poco años más, supiéramos que ha muerto. Porque su cuerpo está muy gastado (hoy, aunque lo intentó varias veces, no alcanzó a pronunciar las palabras de la bendición pascual, que tuvo que limitarse a entregarnos con un elocuente silencio). También nosotros, si ya tuviéramos muchos años, arrugas y achaques, con las articulaciones cada vez más duras y los músculos cada vez más blandos, podríamos pensar que, quizás, que nuestra muerte está más cerca que hace unos cuantos años atrás. Aunque cuando golpee a nuestra puerta, es posible que queramos demorarnos en prestarle atención, no podemos dudar que, a medida que pasa el tiempo, está más cerca su visita, que en algún momento, más tarde o más temprano llegará...

Terri SchiavoPero hay otras muertes que resultan mucho más absurdas, por el modo en que se llega a ellas. Es lo que sucederá inevitablemente con Terri Schiavo, esta mujer sobre cuya supervivencia se discute ahora judicialmente en Estados Unidos, sin hacer caso a los reclamos desesperados de sus padres (en la foto de la izquierda se la ve a ella acariciada con cariño por su madre), para que le vuelvan a conectar la sonda con la que se le daba alimento e hidratación, que le fue desconectada por la decisión de un Juez ante el pedido de su esposo, y que ni siquiera la súplica de los padres logra cambiar. Para decirlo con toda claridad, se le ha negado a esta mujer su derecho a tener  lo más elemental, "pan y agua", si lo dijéramos con los términos con los que Jesús nos llama a la solidaridad, para que a nadie falte la posibilidad de atender a esta necesidad de la comida y la bebida. Se le ha negado un derecho humano elemental, que a nadie se pueden negar sin herir gravemente su dignidad...

AbortoTambién resulta absurdo e incomprensible que se pueda pensar en el aborto como una solución. Es verdad que a veces una vida puede estar cargada de dramas. Como sucede cuando se sabe que el niño engendrado padecerá graves enfermedades de las que hasta hoy no se conoce cómo curarlas, como resulta por ejemplo con el SIDA. O cuando la vida es la consecuencia de una violación, de la que la mujer no ha podido defenderse. O cuando la nueva vida se gesta en una mujer que ya es madre de muchos hijos, a los que no alcanza a alimentar dignamente porque no cuenta con los medios necesarios para hacerlo. O cuando, por las razones que sean, de las que quizás no están exentos de culpa los adultos que la rodean, la madre de la criatura tiene catorce años o menos. Pero, ¿cómo pueden estos u otros motivos llevar a pensar que la solución del problema consiste en matar al más débil, al más indefenso, y ciertamente al que en todos estos casos es sólo la víctima, ya que resulta libre de toda culpa y cargo? Aunque se lo quiera mirar desde otro lado, no hay que perder de vista que, cualquiera sea su motivación, el aborto siempre consistirá en un asesinato. Por otra parte, No hay que perder de vista que Dios siempre está presente en cada vida humana engendrada, ya que de Él viene y a Él está destinada. Nadie aparece por equivocación en este mundo, aunque a veces resulten extraños e inhumanos o perversos los caminos. Toda vida humana proviene de Dios y tiene en Dios su último destino, ya que a todos nos llama a un destino de eternidad, que él mismo nos llama a alcanzar en plenitud, respondiendo con gratitud al don de la vida...

Por eso mismo, Jesús no ha querido dejar a nadie a merced de la muerte. Sabiendo que para nosotros era una barrera infranqueable, Él, siendo Dios, se hizo hombre, para asumir nuestra condición humana, y muriendo con nuestra muerte, vencerla de modo tal que toda muerte, con él, pueda convertirse en un camino hacia la Vida eterna...

Sepulcro vacío2. EL AMOR DE DIOS PUEDE MÁS QUE LA MUERTE. POR ESO JESÚS RESUCITÓ... El Amor de Dios es la causa y la razón más profunda de la creación entera, coronada por el hombre, salido de las manos creadoras de Dios para ser su imagen viva. Por eso el Amor de Dios es la causa de la vida, de toda vida. Y como hemos dicho más arriba, Dios es la causa profunda de la vida de todas y de cada una de las personas humanas que han llegado, que llegan y que llegarán a este mundo. Pero además, y con mucha más razón, Dios es quien ha decidido darnos la posibilidad de participar en su propia Vida, llamándonos a vivir en comunión con Él...
 
Este Amor de Dios no muere. Por eso este Amor de Dios puede más que el pecado con el que podemos rechazarlo, y puede más que la muerte, que aparece como una consecuencia del pecado, intentando ponerle límites a la Vida que Dios nos quiere dar. Por eso Jesús, siendo el Amor de Dios que se hizo uno de nosotros para salvarnos, después de haber muerto en la Cruz resucitó, y con su Resurrección nos abrió a todos nosotros las puertas del Cielo, haciendo posible que también nosotros podamos vivir para siempre. Esto es lo que celebramos en la Pascua...
 
Este Amor de Dios, que resucitó a Jesús, puede sanar todas las heridas, puede reconstruir todo lo que se ha roto. Jesús, desde la Cruz, y con su Resurrección, rescata nuestra vida del fracaso al que la llevan nuestros pecados, redime nuestra condición humana, nos salva de la muerte definitiva, rehace lo que nuestra rebeldía ha desecho en nuestra relación con Dios, reconstruye lo que nuestra desobediencia u oposición a los planes de Dios ha destruido. En definitiva, Jesús, con su Cruz y su Resurrección, eleva nuestra condición humana a la altura de los hijos de Dios, herederos de su gloria...

AparicionesDios remueve la piedra que tapa el sepulcro, porque la muerte no puede con Él. Como María Magdalena y los Apóstoles, también hoy nosotros vemos las huellas de Jesús resucitado: a) El sepulcro vacío; b) Las apariciones a los Apóstoles, de las que ellos nos dan un testimonio vivo y contundente, ya que lo vieron, lo tocaron, hablaron y comieron con Él. a nosotros sólo nos hace falta hacer lo que hicieron María Magdalena y los Apóstoles, como nos muestra el Evangelio de hoy: ver y creer. En realidad, sólo nos hace falta convencernos de algo que es evidente: Dios puede más que la muerte, los signos de la muerte no pueden con Él. Y para convencernos de esto basta que aceptemos el regalo que Él mismo nos hace, cuando nos da la fe...
 
EucaristíaPero además del sepulcro vacío, y las apariciones a los Apóstoles, de las que ellos nos dan un testimonio vivo y contundente, ya que lo vieron, lo tocaron, hablaron y comieron con Él, nosotros tenemos otro signo de la Resurrección: podemos verlo y tocarlo a Jesús resucitado cada día en la Eucaristía. Como nos dice el Juan Pablo II en la Encíclica que el año pasado dedicó a la Iglesia que nace de la Eucaristía, con este Sacramento grande ya no tenemos que esperar el más allá para recibir la Vida eterna, la tenemos ya en la tierra como primicia o adelanto de la plenitud futura. La Eucaristía, en cada Misa, nos decía el Papa en esa Encíclica, nos da también la garantía de la resurrección corporal, ya que nos hace participar del cuerpo de Jesús en su estado glorioso, del cuerpo de Jesús resucitado...

El año pasado, al llamar a toda la Iglesia a dedicar un año entero, desde octubre de 2004 hasta octubre de 2005, Juan Pablo II nos dirigía una Carta en la que, desde el título, nos invitaba a dirigirle al Señor Jesús la súplica que le dirigieron los discípulos de Emaús, a quienes les ardía el corazón cuando Jesús les explicaba todo lo que sobre Él se decía en la Escritura: "Quédate con nosotros, Señor". Sabemos que Jesús se quedará, para siempre, con nosotros, en ese Sacramento. Para estar con Él, el Amor que puede más que la muerte, sólo hace falta que nosotros no lo dejemos solo, en su presencia silenciosa del Sagrario (haciendo clic sobre el título, pueden encontrar la Carta de Juan Pablo II, Quédate con nosotros, Señor, del 7 de octubre de 2004)...

AmorAmor familiar3. HAY QUE RECIBIR EL AMOR DE DIOS, Y VIVIR EN ÉL, PARA PODER MÁS QUE LA MUERTE... El Amor de Dios, es  poderoso, puede más que el pecado y que la muerte. Bastará, entonces, que recibamos ese Amor con las ventanas del corazón bien abiertas, para que también nosotros podamos más que la muerte...

Lo hemos recibido por primera vez sacramentalmente en el Bautismo, cuyas promesas y compromisos renovamos en la celebración de la Vigilia Pascual. Lo hemos seguido recibiendo cada vez que celebramos los Sacramentos o nos alimentamos con la Palabra de Dios, en la que ese Amor está vivo...

Sin embargo, no alcanza con eso. Además de recibir el Amor de Dios, hace falta vivir en él. Porque el amor sólo permanece si se mantiene vivo, y el Amor de Dios, que recibimos permanentemente, permanece vivo en nosotros si nos hace vivir en el amor. Por eso, el camino para vencer a la muerte es el camino del servicio de unos a otros, al que nos lleva el amor, y que nos hace participar en la Vida que Jesús nos regaló desde la Cruz y con su Resurrección. El servicio de los más chicos a los más grandes, de los más grandes a los más chicos, y de todos a todos, ya que el amor  consiste en el compromiso de construir el bien de los otros, y esto sólo se puede hacer en el servicio. Un amor al que Dios nos llama, entonces, del que no pueden quedar excluidos ni siquiera los que se oponen al Amor de Dios, y a la vida...


Un abrazo y mis oraciones.
 
P. Alejandro W. Bunge
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