Ilumina a todo el que quiere ver...
Queridos amigos:
Esta fue mi predicación de hoy, 2 de enero de 2005,
II Domingo de Navidad del Ciclo Litúrgico A, en casa de mi hermana, en
Bariloche. Me basé en las
siguientes frases de
las lecturas bíblicas de la Misa del día:
- El Creador de todas las cosas me dio una orden, el que me creó me
hizo instalar mi carpa, él me dijo: «Levanta tu carpa en Jacob y fija
tu herencia en Israel». El me creó antes de los siglos, desde el
principio, y por todos los siglos no dejaré de existir. Ante él, ejercí
el ministerio en la Morada santa, y así me he establecido en Sisón; él
me hizo reposar asimismo en la Ciudad predilecta, y en Jerusalén se
ejerce mi autoridad. Yo eché raíces en un Pueblo glorioso, en la
porción del Señor, en su herencia (Eclesiástico 24, 8-12).
- Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos
ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales en el
cielo, y nos ha elegido en él, antes de la creación del mundo, para que
fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el amor. El nos
predestinó a ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, conforme
al beneplácito de su voluntad, para alabanza de al gloria de su gracia,
que nos dio en su Hijo muy querido (Efesios 1, 3-6).
- Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a
Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas
las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo
nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la
luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no
la percibieron. La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este
mundo, ilumina a todo hombre. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue
hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y
los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los
que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la
voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. Y la Palabra
se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su
gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia
y de verdad (Juan 1, 1-5 y 9-14).
1. LA JUVENTUD ES UN DEFECTO QUE SE CORRIGE
CON EL TIEMPO, Y LA ANCIANIDAD UNA VIRTUD QUE SE ADQUIERE CON LOS
AÑOS... Es difícil atribuirse una autoría, pero me animo a hacerlo con
este refrán, que resulta muy útil para frenar el ímpetu, a veces poco
reflexivo de los jóvenes, y para levantar el ánimo, a veces muy caído
de las personas mayores...
Sin embargo, este refrán también merece contrapeso. Porque la juventud
puede estar, y de hecho lo está, muchas veces cargada de virtudes. El
entusiasmo para emprender empresas difíciles (y crecer desde la
adolescencia a la madurez, pasando por la juventud, no lo es en medida
menor) los hace capaces de encarar las cosas con una vivaz fogosidad
que les garantiza que rindan en ellas con todas sus potencialidades. Y
si saben encauzar ese entusiasmo, a veces cargado del más sano
idealismo, los desafíos los van haciendo crecer en la experiencia y en
la virtud...
Además, la ancianidad no es virtud por el sólo paso del tiempo. Para
que lo sea, requiere además que uno se deje guiar y se deje enseñar por
la experiencia que, cuando se orienta hacia el bien, va convirtiéndose
en sabiduría...
Precisamente de la fuente de la sabiduría nos habla hoy la primera
lectura, que nos relata de manera profética la manera en que la
Sabiduría misma de Dios, es decir, el Verbo, la Palabra de Dios, se
buscó su morada entre nosotros, para ser fuente en la que cada uno de
nosotros pudiéramos beber de la sabiduría y la salvación que vienen de
Dios...
2. JESÚS ES LA SABIDURÍA DE
DIOS, LA VERDADERA LUZ, QUE ILUMINA A TODO EL QUE QUIERE VER... La
Palabra de Dios, que se hizo Carne, nos dice San Juan, y esto lo hace
para salvarnos. Él es la Luz, que nace en la sencillez de un Pesebre, y
desde allí comienza a mostrarnos con toda claridad nuestro origen,
nuestro camino y nuestra meta. Siendo Dios y haciéndose Hombre, nos
muestra que nuestro origen también está en Dios, de donde viene nuestra
vida. Con su vida nos muestra desde el Pesebre hasta la Cruz cuál es
nuestro camino, y una vez resucitado, nos muestra nuestra meta, a la
que Él nos llama...
Ya desde el Pesebre desarma todas las maniobras de las tinieblas.
Hasta cuando las tinieblas se lo quieren sacar de encima, porque les
molesta, pone en evidencia su Luz, que brilla más que nunca desde la
Cruz. Allí, en el punto culminante de su entrega, se plasma la
Resurrección, y la que tenía que ser su derrota es su más contundente
victoria, que nos abre las puertas del Cielo y nos muestra con claridad
nuestra meta...
Esta Luz que nace en el Pesebre
nos muestra que Dios nos ha bendecido en Cristo con toda clase de
bienes espirituales, nos ha elegido en Cristo para que seamos santos, y
nos hace valorar la esperanza a la que hemos sido llamados, nos dice
San Pablo. Nos ha elegido antes de la creación del mundo, nos dice el
Apóstol, porque en realidad la creación entera encuentra su
justificación en cada una de las personas que él ha llamado a la vida,
y les ha dado un destino de eternidad. Cada una de las 175.000 personas
que han muerto en estos días por el maremoto asiático, así como cada
uno de los 175 jóvenes o niños que han muerto en el reciente siniestro
criminal del boliche del barrio de once de la ciudad de Buenos Aires
fueron elegidos por el amor de Dios, antes de la creación del mundo,
para una vocación de eternidad para la que no ha dejado de llamarlos,
como a cada uno de nosotros, desde el primer instante de su
existencia...
La Sabiduría de Dios se ha manifestado, Jesús nos ha hablado y con
su Sabiduría nos ha señalado el camino y la meta. Pero la Sabiduría no
se impone contra la voluntad de ninguno. Por eso, hace falta que la
Sabiduría sea no sólo una Palabra pronunciada (éste es Jesús, Palabra
de Dios hecha Hombre), sino también una Palabra recibida, es decir,
escuchada y asumida...
Por eso, nosotros que sabemos la oscuridad de las tinieblas que nos
rodean, que rechazan la Luz que viene de Dios y que pueden llevarnos a
nosotros mismos a dejarnos vencer por las tinieblas, sabemos al mismo
tiempo que:
3. HAY QUE ESTAR SIEMPRE CON JESÚS, PARA QUE
NO NOS FALTE LA LUZ... Cuando las tinieblas que se nos vienen encima,
de tantas maneras como hoy se abate sobre nosotros, cuando nos gana la
tristeza o la amargura porque nos parece que la Palabra de Dios no
alcanza la eficacia mágica con la que a veces soñamos, cuando nos llega
el desaliento porque nosotros mismos no alcanzamos la perseverancia que
quisiéramos por el camino de la luz y de la virtud, es que ha llegado
la hora de volver a Jesús, de quien nos vendrá siempre la luz...
Jesús siempre nos iluminará desde la sencillez del pesebre, nos
hablará con claridad desde su Palabra, siempre viva en los Evangelios y
en la predicación de la Iglesia, y estará esperándonos, lleno de Luz,
desde el silencio elocuente del Sagrario...
Un abrazo y mis oraciones.
Predicaciones del P. Alejandro W. Bunge: