Esta fue mi predicación de hoy, 1 de enero de 2005,
Solemnidad de María Madre de Dios y Jornada Mundial de la Paz, del
Ciclo Litúrgico A. He celebrado con unos amigos, mientras me tomo un
tiempo de vacaciones. Me basé en las
siguientes frases de
las lecturas bíblicas de la Misa del día:
- Que el Señor te bendiga y te proteja. Que el Señor haga brillar
su rostro sobre ti y te muestre su gracia. Que el Señor te descubra su
rostro y te conceda la paz (Números 6, 24-26).
- Pero cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su
Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la Ley, para redimir a os que
estaban sometidos a la Ley y hacernos hijos adoptivos. Y la prueba de
que ustedes son hijos, es que Dios infundió en nuestros corazones el
Espíritu de su Hijo, que clama a Dios llamándolo» ¡Abba!, es decir,
¡Padre! (Gálatas 4, 4-6)
- Los pastores fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y
al recién nacido acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que
habían oído decir sobre este niño, y todos los que los escuchaban
quedaron admirados de que decían los pastores. Mientras tanto, María
conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón. Y los pastores
volvieron, alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto
y oído, conforme al anuncio que habían recibido. Ocho días después,
llegó el tiempo de circuncidar al niño y se el puso el nombre de Jesús,
nombre que le había sido dado por el Ángel antes de su concepción
(Lucas 2, 16-21).
a) La gratitud, virtud que es propia sólo de los corazones
grandes, y que por eso requiere grandeza de ánimo. Necesitamos la
gratitud para reconocer como don de Dios, y no como posesión propia y
exclusiva, todo lo que hemos recibido en el año recién terminado, y la
posibilidad de seguir recibiendo todavía...
b) La súplica, propia de los corazones humildes, para pedir a
Dios, como si todo dependiera sólo de Él, y hacer lo nuestro, como si
todo dependiera de nosotros (como ya proponía San Ignacio de Loyola en
una de las máximas de su espiritualidad), para no dejarnos vencer por
el mal, y saber responder siempre con el bien, que nos ayude a
reconstruir nuestros lazos familiares, amicales, vecinales y sociales,
para que surjan renovadas nuestras familias, nuestra nación, de las
postraciones de estos días...
Estas virtudes pueden llenar de
sentido cristiano una tradición tan antigua y extendida como el
brindis, haciendo que a través del choque de los vasos pongamos
simbólicamente todos los sentidos (el gusto, el olfato, el tacto, la
vista y el oído, que percibe el choque de los vasos), al servicio del
bien...